La ley y la trampa



Es un viejo aforismo que «hecha la ley, hecha la trampa», pero si eso ocurre en condiciones que podemos considerar normales, cuánto más cuando se emiten disposiciones que no están respaldadas por el poder coercitivo para garantizar su cumplimiento. Y ese es el caso de las normas sobre los gastos de campaña emitidas por el Tribunal Supremo Electoral y que establecen no sólo los lí­mites sino que supuestamente los mecanismos para controlar que no se excedan de las cantidades aprobadas.

Los partidos polí­ticos, que no se distinguen cabalmente por ser entidades transparentes, se han adecuado a las exigencias formales del TSE, pero dadas las experiencias de campañas pasadas, es previsible que los que puedan y tengan suficiente dinero, han de sobrepasar con creces los topes a que se han comprometido.

Los expertos en el monitoreo de los gastos de campaña saben cómo es que se hace para subvalorar algunos rubros y para evitar que parezca que existen altos gastos. El problema de este tipo de normas es que si no se cuenta con eficientes mecanismos de control, lejos de hacer un beneficio al sistema, lo que terminan haciendo es envilecerlo más, porque alienta a que se busquen ví­as anormales, que en este caso se volverí­an ya ilí­citas.

Nosotros sostenemos que si bien es importante el techo de los gastos de campaña, lo que realmente es crucial es determinar el origen preciso y exacto del dinero que reciben los partidos porque es cabalmente en la misma campaña en donde empieza a funcionar el trágico tráfico de influencias que tanto daño le ha hecho al paí­s históricamente. Es desde el momento en que se hacen donaciones para financiar la actividad proselitista que se establecen acuerdos que luego pagamos los ciudadanos con creces porque quienes invirtieron (y el término es preciso porque luego de todos modos recuperan con ganancia su inversión) en una campaña ponen las condiciones en las que podrán resarcirse.

Los guatemaltecos tenemos que empezar a ser más exigentes con nuestros polí­ticos, para demandar de ellos que el compromiso primario sea con el pueblo y no con quienes les dan dinero para hacer propaganda y promoverse como se promueve cualquier producto de comercio. Tenemos que ser exigentes para que nos digan con honestidad no sólo cuánto reciben de personas o sectores, sino que a cambio de qué compromisos. Y esa idea de que son dineros recibidos sin compromiso no se la debe tragar nadie, porque es un hecho demostrado que aquí­ y en todas partes, los financistas de los polí­ticos siempre buscan algo a cambio. El problema está en que la compensación puede ser en algunos casos lí­cita y normal, mientras que en otros puede ser en desmedro del interés general y fomentando mayores niveles de corrupción, lo que en el caso de Guatemala constituye posiblemente la mayorí­a de las situaciones.

Por ello es que no sólo el TSE sino los ciudadanos tenemos que estar atentos y exigir una eficiente rendición de cuentas.