La inmunidad tiene dedicatoria para los guerrilleros, que hoy dirigen los destinos de la nación.  Pululan campantes dueños y señores por los corredores del Palacio Nacional,  bajo la mirada complaciente del comando de asesores presidenciales. Son los caudillos Jorge Ismael Soto, alias comandante Pablo Monsanto, y  Orlando Blanco Lapola, éste último jefe de la presunta campaña de la Primera Dama, alias comandante Marta.  A este selecto ramillete de izquierda se les une la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, quien ejerció actividades en la URNG, para luego ser galardonada en forma inmerecida, por haber llenado páginas de embustes, respecto al libro que no escribió, tan sólo fue un burdo guión, que se limitó a firmar, esto no lo digo yo, sino fue descubierto por David Stoll, antropólogo maya.  Como era de esperarse, en este enjambre de comunistas, no falta de nada, ahí está presente el caso de Efraín Bámaca, por quien la probable viuda, Harbury, graduada en Harvard, jura y perjura haber contraído nupcias en la selva petenera, por lo visto no importa que los mismos padres del guerrillero desaparecido en Petén, la desconocen como mujer de su hijo.  A pesar de todo, el caso vuelve a estar en boga, para deshacerse de otro candidato y dejar el camino libre a la Primera Dama;  hoy visto lo visto, me inclino a pensar que, la hoy supuesta esposa del mandatario, contrajo nupcias en las mismas condiciones que la Harbury con Bámaca.  No es necesario que refresque la memoria del actual Embajador de Estados Unidos de Norteamérica, McFarland, acerca de los asesinatos que cometió el principal asesor presidencial, Jorge Ismael Soto, alias comandante Pablo Monsanto, en contra de los cuerpos de los entonces representantes de los gobiernos de Alemania, Karl Von Spreti y John Gordon Mein, de Estados Unidos.  Nada que no sea del dominio público hasta WikiLeakes lo confirma.  Pregunto: ¿Qué castigo merece el asesino de embajadores, que permanece arropado bajo las luces del Palacio Nacional?