La ley debe cumplirse. Punto


Ahora, obedecer la ley se ha vuelto cosa de viejos o de pendejos, en cambio, para los que quieren pasarse de listos y chispudos es motivo de gracia y de satisfacción su incumplimiento. Compruébelo usted mismo cuando el conductor lo pasa viendo como animal raro porque usted se detuvo frente al semáforo con la luz roja encendida; porque no se estacionó en el lugar reservado para los minusválidos o porque viaja en motocicleta utilizando casco y cumpliendo con las disposiciones que establece la Ley y el Reglamento de Tránsito.

Francisco Cáceres Barrios

Antes ya he citado la famosa frase de Montesquieu, pero no está demás repetirla: «La Ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie». Mucho menos a las autoridades, quienes debieran dar el mejor ejemplo, no reí­rse de ella o porque fuera por incapacidad, lenidad o ignorancia no cumplen con sus responsabilidades. Digo esto, porque leí­ en un matutino que los motoristas chapines gozan de la simpatí­a del Alcalde capitalino, quien está dispuesto a pasar por alto el Numeral 7, del artí­culo 184, del reglamento de Tránsito (Acuerdo Gubernativo 273-98) que establece aplicar una multa de Q500 a quienes transporten más personas que plazas correspondientes a cada vehí­culo. Muchas veces he visto con pavor cómo en vehí­culos de dos ruedas se transporta el conductor, su esposa embarazada y al niño cargando a su mascota, lo que me ha provocado el impulso de hablarles para hacerles ver su irresponsabilidad, que también pone en peligro la integridad fí­sica, la vida propia y la de sus seres queridos.

Comparto y aplaudo la idea que podrí­amos ganar mucho espacio si me redujera el número de vehí­culos de cuatro o más ruedas en circulación, sustituyéndolos con bicicletas, motobicicletas o motocicletas, pero eso jamás debiera significar pisotear las leyes que nos rigen o legislar en favor de aumentar el grado de peligrosidad que representan. ¿Es que alguien podrá consentir la idea de no limitar la velocidad de las motocicletas de los repartidores de comida rápida, porque eso le impedirí­a a su conductor ganarse unos centavos más?. ¿Preferirán sus familias más bienestar pero que para lograrlo, hayan tenido que velar al padre en la funeraria?

Resulta inaudito que la ley haga excepciones a costa de la de los humanos. Por ello hay que exigir a los motoristas el estricto cumplimiento de las normas que los rigen, desde el uso de placas de circulación; contar con el debido equipamiento; conducir con apego al Reglamento de Tránsito y, por supuesto, con la licencia respectiva; utilizar adecuadamente los cascos protectores; no contaminar el ambiente y no transportar más personas que las permitidas. Dejo para el final, la máxima que nunca debiéramos olvidar: «hechor y consentidor pecan por igual».