La izquierda volvió a ganar terreno en América del Sur tras las elecciones en Paraguay, pero los dirigentes de los países latinoamericanos con gobiernos de izquierda están aún lejos de compartir la misma visión política y económica, según expertos.
Nada asegura que la victoria de Fernando Lugo, un ex obispo defensor de los pobres, refuerce el círculo radical, que es dirigido por el venezolano Hugo Chávez junto a sus amigos, el boliviano Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa.
«Es un poco simplista decir que la región se volcó hacia la izquierda como si hubiera solamente un eje extremo», afirma el especialista en relaciones internacionales Edmondo González Urrutia.
Para este ex embajador, director del centro de análisis diplomático y estratégico en Caracas, las elecciones del domingo pasado en Paraguay «se inscriben en el contexto de los gobiernos socialdemocráticos» como Chile o Brasil.
Los defensores de la izquierda extrema han festejado tal vez muy pronto el triunfo del «obispo rojo» en Paraguay como el de un aliado, como lo hizo Chávez al calificar a la región como el «epicentro de los grandes cambios en el mundo».
Correa, un economista antiliberal, lo ve como «una piedra más para la sepultura definitiva de esos modelos tan nefastos en la región», mientras que Morales recibe con ironía «el crecimiento del eje del mal», haciendo referencia a la expresión de George W. Bush para nombrar a los enemigos de Estados Unidos.
Esta es una posición aparentemente ajena a la del nuevo presidente electo paraguayo, quien prefiere el calificativo «progresista» al de «izquierdista» y excluye todo «enfrentamiento» con Washington.
Este discípulo de la teología de la liberación, un movimiento social surgido de la iglesia católica en los años 70, parece situarse en filas de los moderados, representados por el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, la chilena Michele Bachelet, la argentina Cristina Kirchner o el uruguayo Tabaré Vázquez.
El politólogo Francisco Capli, director del instituto First Análisis en Asunción, destaca que la sociedad paraguaya «en su mayoría no es de izquierda».
«La población aprovechó para sacar del poder a los conservadores que dirigían el país desde hace más de un siglo», explicó Capli estimando que a los paraguayos les gustó Lugo «por su honestidad y pragmatismo».
Es por este pragmatismo de gobierno que la supuesta unión de la izquierda sudamericana, en el poder en todo el subcontinente salvo en Colombia y Perú, podría darse contra la pared de la realidad económica.
Las amenazas de posibles desacuerdos rondan el Mercosur, el mercado común regional, aún si éste comprende solamente países dirigidos por la izquierda, como Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y Venezuela (en espera).
«Para los países del Mercosur, la victoria de Lugo genera ciertos riesgos. Uno de sus lemas de campaña fue que iba a aumentar en tres o cuatro veces el precio de la energía hidroeléctrica que Paraguay proporciona a Brasil y Argentina», explica el analista argentino Rosendo Fraga.
Director del centro de estudios Nueva Mayoría en Buenos Aires, Fraga califica al nuevo jefe de Estado como un «punto intermedio entre Lula y Chávez».
A pesar de ser uno de los primeros en felicitar a su nuevo homólogo, Lula enseguida estableció los límites de la solidaridad al rechazar la renegociación de las tarifas de la represa de Itaipú, que provee más de un quinto del consumo eléctrico de Brasil.
La consagración del primer presidente de origen indígena en Bolivia también había sido bienvenida hace tres años por Argentina y Brasil, antes de que Morales proclamara el aumento del precio del gas que vende a esos países para la recuperación de los recursos naturales.