Es un axioma que hace falta inversión para generar el desarrollo que pueda beneficiar a toda la población y de esa cuenta atraer inversionistas es una apuesta importante para cualquier Estado que pretenda mejorar las condiciones de vida para sus habitantes. Sin embargo, hay que ver que hay distinto tipo de inversionistas y, en consecuencia, de inversiones y la que le conviene a un país como Guatemala es aquella que básicamente busca al país para hacer negocios lícitos y porque considera que existe un marco jurídico estable que coloca a todos bajo la majestad de la ley.
El inversionista que llega a un país para aprovechar las debilidades del marco jurídico y porque sabe que en medio de la impunidad se pueden obtener ganancias astronómicas gracias a las mordidas y sobornos que se pueden repartir sin temor a ninguna consecuencia legal no es el que le conviene al país. Le conviene, por supuesto, a los funcionarios nacionales que reciben su comisión y a ciertos socios nacionales a los que lo que les interesa es que sus negocios puedan obtener utilidades en el más corto plazo posible, pero ese tipo de inversión viene a hundirnos más en la corrupción.
Justamente por ello es que nos hemos opuesto tan tenazmente al negocio de la terminal de Contenedores que harán en Puerto Quetzal, porque se trata del típico ejemplo de apuestas piratas que se basan no en las ventajas que ofrece un país serio con leyes estables y parejas que se aplican por igual a todo el mundo, sino que buscan precisamente lo contrario, es decir, un país donde la ley pueda hacerse un churro para que con ella el cliente haga lo que le venga en gana.
Ahora que hay una cumbre de inversionistas oteando el panorama de Guatemala, es bueno que nos preguntemos cuál de los capitales puede ser útil en realidad para el país, para mantener un sostenido crecimiento basado en principios de respeto a las normas y a la legalidad. Capitales que se han forjado con trabajo y alejados de la corrupción, son los que convienen a un país que tiene serios problemas para abandonar el marco tradicional de negocios que demandan la protección del gobierno de turno, porque la carencia de objetivos y visiones de largo plazo hace que se viva para obtener rápidos retornos de la inversión.
En Guatemala sabemos mucho de inversionistas, porque son éstos los que prácticamente dominan la mal llamada democracia y nuestro sistema de gobierno. Inversionistas que han envilecido más la ley y su administración para que se les permita lucrar desmedida a impunemente.
Minutero:
A falta de camino distinto
con tal de reconciliarnos,
andamos en un laberinto
que nos hace a todos pelearnos