Desde hace más de un siglo, las personas en el campo de la educación formal y en especial los psicólogos, han tratado de comprobar la inteligencia de una persona para decirle si es capaz de hacer estudios superiores universitarios, estudiar en tal o cual facultad, obtener y mantener un X trabajo y en la escuela secundaria usaban los resultados de dichos exámenes estandarizados para categorizar a los alumnos de acuerdo a su C.I. (Coeficiente intelectual). Los más altos en «Track A» y los más bajos (según el examen) en «Track C».
Creo que no existe el coeficiente intelectual como un número resultado de una medición basada en unas cuantas preguntas de una prueba estandarizada. Todo lo que se hizo en el pasado no es necesariamente malo, sin embargo, no está de acuerdo con la información científica que tenemos a nuestro alcance hoy día; era otra época del siglo pasado.
Desde la década de los años sesenta, los científicos iniciaron investigaciones más profundas en todo lo relativo a la neurología humana; hemos reunido todo un bagaje de información que nos presenta nuevos conocimientos acerca de la potencialidad del ser humano. Ya es hora de que hagamos uso más constante de esa información. La tecnología «post-informática» nos demanda el uso correcto en la aplicación «in-situ» de la misma por la facilidad de acceso que nos provee. Ahora que sabemos más sobre la organización del cerebro, las funciones de sus partes y cómo aprende el ser humano, podemos y debemos aplicar de mejor forma esos conocimientos en el proceso educativo. El ser humano es único, no es estándar, no es igual a los otros en su grupo social. Tenemos que hablar acerca de las inteligencias múltiples, la inteligencia emocional, los estilos de aprendizaje, las modalidades de percepción más fuertes de cada persona para presentar el contenido de un tema en forma tal que se lo convierta en una experiencia multisensorial en un aula activa, interactiva, participativa y formativa. Los maestros no deben hablar A los alumnos sino CON ellos. Todo esto con el propósito de formar gente que aproveche sus POTENCIALIDADES con mayores conexiones, más interrelaciones y asociaciones cerebrales que a la larga contribuyan a que el alumno pueda expandir su poder mental casi sin límites.
Tenemos que usar nuevas y múltiples formas para hablar de la capacidad de una persona. Las medidas inventadas por Alfred Binet y Theodore Simon hace más de cien años ya no son adecuadas en la actualidad.
Una persona puede considerarse inteligente si posee las siguientes habilidades: El uso correcto de un estado emotivo, la aplicación de una o varias de las inteligencias múltiples, el pensamiento lógico y asociativo, abstracción, creatividad e imaginación, capacidad para la resolución de problemas, capacidad para expresar sus ideas, capacidad de realizar esfuerzos y perseverar, manejo del espacio, trabajar en equipo y muchas habilidades más que no aparecen en un examen estandarizado de inteligencia.
¿Cuáles serán los logros futuros cuando expandamos nuestras POTENCIALIDADES mentales y realmente aprovechemos al máximo la capacidad que Dios nos ha dado? Tendremos un ser humano que ha aprendido a aprender como un ente completo (cabeza, corazón y cuerpo).
Es obligación de los educadores poner la información científica acerca de cómo aprende el ser humano y cómo demuestra su inteligencia en práctica, en todas las aulas del país, sobre todo las más alejadas.
El Consejo Nacional de Educación (Notables) debe decirnos el Cí“MO.