La caída del gobierno de Kirguistán hace resurgir la rivalidad entre Rusia y Estados Unidos, que tienen bases militares en este país estratégico de Asia central, cuya última revuelta favorece los intereses rusos en detrimento de los estadounidenses, estimaban los expertos hoy.
Al día siguiente de los sangrientos enfrentamientos que obligaron al presidente Kurmanbek Bakiyev a huir de Biskek, la capital del país, el primer ministro ruso, Vladimir Putin, llamó por teléfono a la jefa del gobierno interino kirguiso Rosa Otunbayeva para transmitirle el apoyo de Moscú.
Putin «conoce la posición de la oposición en Kirguistán», explica Alexei Malachenko, del Centro Carnegie de Moscú.
«Rosa y sus colegas estuvieron de visita en Moscú hace aproximadamente un mes. Se reunieron con gente de Rusia Unida», el partido político en el poder dirigido por Putin, añadió Malachenko.
Además, la nueva dirigente interina de esta ex república soviética mantiene buenas relaciones con Putin, recalca Malachenko.
En cambio Estados Unidos y la Unión Europea fueron perdiendo su reputación al permanecer callados frente al autoritarismo de Bakiyev, el presidente contra el que se alzó la revuelta popular, destaca Alexander Cooley, profesor de la universidad Columbia de Nueva York.
«Estados Unidos y la UE son hoy los grandes perdedores. Los dos atenuaron sus críticas respecto a las prácticas políticas de corrupción del régimen de Bakiyev en nombre de la preservación de la estabilidad en el país», añadió Cooley.
La presencia de la base aérea estadounidense de Manas, por la que transitan cada mes unos 35.000 soldados norteamericanos de ida o de vuelta de Afganistán, es desde hace tiempo un punto de fricción entre Moscú y Washington.
El año pasado, Kirguistán decidió cerrar esta instalación después de que Moscú le propusiera una ayuda de más de 2.000 millones de dólares en préstamos.
Muchos observadores interpretaron el ofrecimiento como una señal de la irritación de Rusia por la presencia norteamericana en lo que considera su zona de influencia.
Pero, Biskek cambió de parecer una vez que Estados Unidos triplicó la cuantía del alquiler que pagaba por la base. Se consideró entonces esto como un revés para Rusia.
Moscú también posee una base militar en Kant, cerca de Biskek, y, según parece, planea abrir otra en el sur del país.
Aunque se descarta que el gobierno kirguiso interino modifique en lo inmediato su acuerdo con Estados Unidos sobre la base de Manas, «es probable que asistamos durante los próximos meses a una rescisión o a una renegociación de los contratos y de los pagos relacionados con las operaciones de esta base», predice Cooley.
El presidente de Kirguistán, Kurmanbek Bakiyev, descartó este jueves dimitir pero reconoció que no controla este país pobre de Asia central desde los enfrentamientos sangrientos de ayer, de los que responsabiliza a la oposición.
«Declaro como presidente que no dimití y que no dimito», escribió el presidente en un comunicado publicado por la agencia kirguisa 24kg.
Al cabo de unos minutos, Bakiyev declaró a la radio independiente rusa Echo de Moscú que se encontraba «en el Sur» de Kirguistán, de donde es oriundo, sin entrar en detalles.
El gobierno interino dirigido por Rosa Otunbayeva declaró por la mañana que el presidente se encontraba en su ciudad natal de Djalal-Abad (sur) y que intentaba reunir a sus partidarios para volver a su puesto.
Bakiyev reconoce en el comunicado que perdió el control del poder, en particular sobre la policía y el ejército después de los enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad que abrieron fuego contra la muchedumbre, causando al menos 75 muertos.
«Como presidente de Kirguistán, me encuentro sin ninguna posibilidad de influir en la situación del país», admitió.
«Desgraciadamente, aunque el ejército y las fuerzas del orden se hayan sometidos a la nueva administración, estas estructuras son incapaces de restablecer el orden», estimó, en referencia a los saqueos de edificios gubernamentales y de comercios registrados en Biskek el miércoles por la noche.
Además culpó a la oposición del baño de sangre del miércoles y calificó de «inconstitucional» el gobierno provisional.
«A causa del comportamiento irresponsable de los dirigentes de la oposición (…) murieron inocentes, jóvenes, algunos de ellos miembros de las fuerzas del orden», acusó Bakiyev, quien advirtió contra «una nueva escalada de la tensión».
El presidente también llamó a la comunidad internacional a ayudar a Kirguistán que, en su opinión, «se encuentra al borde de un desastre humanitario».