Frente a salarios estancados y un poder de compra en baja, los europeos quieren revalorizar sus sueldos y son apoyados por los sindicatos y algunos gobiernos, pero el Banco Central Europeo (BCE) teme una disparada de la inflación.
Las razones difieren un poco de un país a otro, pero se pueden ver grandes tendencias: escalada de los precios del petróleo y los alimentos, salarios rezagados -sobre todo en Alemania-, alza de los precios inmobiliarios que socavan el presupuesto de quienes quieren acceder a la propiedad, sobre todo en Francia y en España.
Como resultado, crece la inquietud en la Eurozona.
En España, el jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ya prometió un alza del salario mínimo a 800 euros de aquí a cuatro años, contra los 600 euros actuales, si es reelecto el 9 de marzo próximo.
En Alemania, primera economía de la Eurozona, los influyentes sindicatos Verdi (servicios) e IG Metall (metalurgia) reclaman alzas de sueldos de 8% tras varios años en los cuales los alemanes han debido ajustarse el cinturón.
La caída del poder de compra preocupa a los franceses. El presidente Nicolas Sarkozy lo ubicó en el centro de su campaña electoral, pero luego lo dejó de lado. Los funcionarios estatales ya prevén una jornada de acción a fines de enero y el sindicato CGT llamó a un movimiento más prolongado a comienzos de febrero.
Los sindicatos italianos también iniciaron un pulso con el jefe del gobierno, Romano Prodi, para lograr un aumento de salarios y un alivio de la presión fiscal. Prodi prometió responder a esta última exigencia.
En Irlanda, los sindicatos también quieren aumentos consecuentes para compensar la fuerte inflación.
Pero la perspectiva de fuertes alzas salariales se topa con la oposición del BCE, cuya misión es evitar toda disparada de los precios al consumo.
El BCE teme que importantes aumentos de sueldo transformen una inflación temporaria en un fenómero duradero, en momentos en que el índice de precios al consumo se ubicó en 3,1% interanual en diciembre, su mayor nivel en seis años y medio. Las empresas se verían a su vez tentadas a aumentar sus precios para compensar costos salariales más elevados.
La meta de inflación del BCE es de poco menos de 2%. Pero a raíz de la desaceleración del crecimiento, la institución está por ahora atada de manos para subir las tasas de interés y luchar así contra la inflación.
«El BCE no tolerará una espiral de inflación-salarios» en los 15 países de la Eurozona, afirmó el jueves su presidente, Jean Claude Trichet, que amenazó con aumentar la tasa directriz de interés si es necesario.
El BCE dejó sus tasas de interés sin cambios en 4% el jueves.
La preocupación del BCE es compartida por los empresarios. «Alzas salariales superiores al 3% en promedio en la zona euro podrían ser una fuente de inquietud», dijo Marc Stocker, de la organización patronal paneuropea Business Europe.
«Es importante que las alzas de salarios reflejen la evolución de la productividad», insistió.
El argumento es compartido por Ronald Janssen, consejero económico de la Confederación Europea de Sindicatos. Pero para Janssen, las empresas disponen de los medios necesarios para acordar aumentos y «un alza de 3% a 3,2% en promedio no sería un peligro para la inflación».
Además, un engrosamiento del recibo de sueldo permitiría «sostener el consumo interno», sobre todo en Alemania, destacó.
El tema es saber si el peligro de una espiral inflacionaria es real.
Para Holger Schmieding, analista del Bank of America, «un modesto efecto secundario» (mayor inflación a raíz de mayores sueldos) no debe excluirse. Pero según Jean Franí§ois Jamet, economista y autor de un estudio sobre el poder adquisitivo en la Eurozona, este riesgo «no está del todo claro».
En todo caso «será difícil pedir más a los empleados», que han visto su poder de compra estancarse desde 2001, dijo Jamet.