«La inflación es una enfermedad peligrosa y a veces fatal, que si no se remedia a tiempo puede destruir a una sociedad». Estas palabras fueron escritas hace algún tiempo por el connotado economista estadounidense Milton Friedman, Premio Nobel de Economía y uno de los principales defensores de la teoría de libre mercado.
En torno al origen de la inflación existe una vieja polémica que todavía no termina. Friedman decía por ejemplo, que la inflación es principalmente un fenómeno monetario, provocado por un crecimiento mayor de la cantidad de dinero que de los niveles de la producción. Mientras tanto, los adversarios de la libre economía aseguran que el proceso inflacionario es generado por el alza generalizada de los precios.
A ese respecto, el licenciado Tristán Melendreras, ex Director del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad de San Carlos, afirma en su libro Lo que Esconde la Inflación, que «la tendencia a la baja de los salarios y a los aumentos en los precios de las mercancías no son más que medios para alcanzar ganancias desmesuradas y acentuar el empobrecimiento y depauperación de los trabajadores».
Pero haciendo abstracción de los argumentos de una y otra tendencia, el hecho concreto es que la inflación conduce hacia el camino de la miseria y la frustración. Curiosamente, poco antes del pago del aguinaldo navideño se concretaron aumentos a los precios del pan popular, agua envasada, pollo, tomate, cebolla, y en general los diferentes productos de la canasta básica. Paralelamente, la clase económica dominante que es la que ha llevado a cabo estos incrementos se niega a mejorar los sueldos de los empleados y de ribete a través de la inflación les redujo el aguinaldo.
Se habla de que en términos de macroeconomía las perspectivas son alentadoras para el nuevo año. Una nota reciente publicada en el diario Prensa Libre (15/12/2006), informa que en el 2007 la economía crecerá más de cinco por ciento y que la iniciativa privada mantendrá su ritmo.
Al mismo tiempo, el sector empresarial expresó su optimismo por los pronósticos optimistas para el año que está por empezar ya que espera incrementar su producción y sus ingresos. Sin embargo, como siempre ha ocurrido, ese crecimiento no se distribuirá sino seguirá concentrado en las minorías que tienen en sus manos el poder y la hegemonía económica, social y política. Esas minorías son las que han propiciado los últimos aumentos de precios.
El hecho dramático es que en el curso de los últimos meses, los trabajadores guatemaltecos han estado sufriendo una continua pérdida del poder de compra de sus quetzales. El caso de los jubilados todavía es más angustioso, pues sus pensiones no les alcanzan ni para medio sobrevivir y ante ello la actitud del gobierno del presidente í“scar Berger ha sido de total indiferencia. Los sectores más serios del país están preocupados al observar el escandaloso aumento del desempleo y la pobreza, pues junto a la inseguridad son la peor amenaza para la gobernabilidad del país.