La inconsistencia polí­tica


En nuestro paí­s llama la atención el elevado número de partidos polí­ticos, su corta vida, su poca trascendencia y a veces su inconsistencia polí­tica. Vemos algunos partidos polí­ticos donde, igual que si fuera la ficha de un equipo de fútbol, pasan de uno a otro propietario.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Si las personas que forman y dirigen un partido polí­tico, una vez organizado, lo ceden a tí­tulo oneroso, qué puede pensarse de quienes venden y de quienes compran. ¿Qué consulta se le ha hecho a quienes de buena fe aportaron su nombre y sus datos como ciudadanos, sus esfuerzos y trabajo a la formación, inscripción y legalización del partido? Ejemplos recientes el PSN, DIA, etc.

Una futura reforma a la Ley Electoral y de Partidos Polí­ticos deberá establecer normas que obliguen a una consulta que involucre como mí­nimo al 60% de los afiliados que permitieron el nacimiento, creación e inscripción de un partido polí­tico cuando su dirigencia pretenda ceder, vender o fusionar al partido.

Frecuentemente se ve que un diputado o grupo de diputados, un alcalde e incluso la corporación municipal completa se traslada de un partido a otro, la interrogante que surge es ¿quién tiene la razón? El que se va o la organización polí­tica de la que se va.

«Principios es la respuesta», los principios son un camino de dos ví­as. Si la dirigencia de un partido, con hechos, palabras o ambos, cambia su rumbo ¿deben permanecer dentro del mismo las personas que a propuesta de esa organización polí­tica fueron electos a un puesto público?

En unos pocos paí­ses las diputaciones pertenecen a una facción polí­tica, lo mismo se pretende que en el Congreso, las comisiones que se eligen anualmente pertenezcan al partido como cuota polí­tica y no a la persona que se eligió. Anteriormente, los presidentes de comisión eran electos por el pleno y ellos determinaban qué diputados integraban su comisión, aspecto poco apropiado, por ello en las recientes leyes de régimen interior, no sólo se determina el número de miembros, sino las comisiones se integran de forma proporcional a la representatividad partidaria, aún así­, es válida la pregunta, la persona es propiedad del partido, el puesto le corresponde al partido o el individuo puede considerar que el partido ya no responde, ni respeta los principios que lo hicieron a él ser parte del mismo, de la misma manera que esos principios fueron los que motivaron y convocaron a los electores.

Nuestro paí­s requiere madurez, parte de nuestra inestabilidad como Estado es que somos como una ruleta rusa, nuestros partidos giran y giran como una rueda de caballitos en una feria y los caballos no responden a los estí­mulos de quien los monta porque son de madera. Los partidos no lo son, por ello sus dirigentes deben buscar la representatividad de los afiliados de forma real y no debe darse el caso que un grupúsculo, de una u otra forma, pretenda tener el control polí­tico administrativo sin respetar principios y bases.

En el actual proceso electoral, cada dí­a más, vemos que las candidaturas están sujetas a las aportaciones y no a las convicciones. Vemos candidaturas presidenciales o vicepresidenciales completamente incongruentes el uno con el otro, ejemplo Rigoberta Menchú y Luis Fernando Montenegro, que más distintos no podrí­an ser entre sí­ y a la trayectoria del partido. Vemos diputados que como volatines saltan del trapecio de un partido al trapecio de otro, esto también se aplica a los alcaldes y concejales, aunque todos se hacen «los sordos» justificándose que aportaron dinero suficiente al partido o a quien lo dirige.