La incierta paz de Red Bull


Sebastián Vettel, piloto de Red Bull, durante las rondas de práctica del gran premio de Hockenheim, Alemania. FOTO LA HORA: AFP FRED DUFOUR

Mark Webber pone buena cara, Sebastian Vettel sonrí­e, pero en Hockenheim nadie sabe cuánto va durar la nueva paz suscrita por los dos bandos de Red Bull. Ya se vio en Turquí­a, donde chocaron y luego se hicieron una simpática foto escenificando el «estas cosas pasan», como si ya estuviera la herida cerrada. Y luego volvieron a atizarse en Inglaterra.

Redacción La Hora
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La cicatriz de Silverstone aún pica. La última versión dada por el equipo para quitarle el alerón delantero nuevo a Webber y colocárselo a Vettel es elaborada: «La pieza de Sebastian se dañó estructuralmente y temí­amos lo mismo en el de Mark, por eso se la quitamos a los dos y les colocamos las dos antiguas. En cuanto lo analizamos y vimos que el de Mark estaba bien tuvimos que decidir a quién se lo poní­amos y lo hicimos por su situación en la tabla», explica Christian Horner, jefe del equipo.

Pero Webber no se arrepiente de haber dicho por la radio lo de «no está mál para ser el piloto número 2». Para el australiano «son cosas que se dicen en caliente para dar color a una victoria, no hay más, lo demás son cosas de la prensa». Será.

Lo que no es creible es que con todo lo que está cayendo, con los choques entre ambos y los mensajes por la radio, la siempre complicada polí­tica en los equipos y el hecho de tener a dos tipos disputándose un tí­tulo, diga Vettel que «no importa quien gane de los dos, sino que lo haga el equipo. Nuestra relación es correcta, cada uno hace su trabajo».

Sí­ que suena más real ver que Webber ha sacado un inteligente rédito de hacer público lo ocurrido en aquella carrera, de mostrar su malestar a todo el mundo. Ahora, como primer piloto en la tabla, el equipo no puede desdecirse y tiene que mirar por él, «tenemos muy clara la situación ahora», afirma Mark. Horner también, porque a partir de ahora, en Red Bull se cuidarán muy mucho de tener piezas para los dos y no tener que decidir.

Todo este caso recuerda peligrosamente a lo que le sucedió a McLaren en 2007. Tení­an el mejor coche, dos pilotos de los mejores, si no los mejores, y perdieron el campeonato.