Este país tiene efectos sedimentados y acumulados de una larga historia de oscurantismo que ha tenido distintas fases de devastación, mismos que corresponden a la correlación de los actores en el poder, formal e informal, tanto hegemónicos como supeditados. Dentro de tres décadas cuando hayan pasado alrededor de siete eventos electorales y el país haya duplicado el tamaño de la población, cuando los recursos naturales estén al borde de su capacidad, y el mundo esté muy probablemente a las puertas de la transformación definitoria del sistema imperante, podremos volver la vista hacia atrás y de manera crítica podremos observar, que aproximadamente en la primera década del siglo veintiuno se marcará un punto relevante en la evolución política del país.
Lo que habremos de analizar será el momento en el que el poder hegemónico implementó los planes para la etapa final de consolidación de su proyecto expoliador sobre todos los rincones donde hubiere bienes nacionales. Se estudiará en ese momento cómo los poderes ocultos a través de redes especializadas de crimen, libraban su batalla por subsistir en la dimensión informal. Además, estaban los representantes de una derecha suave que entendían finalmente que la posibilidad de un proyecto de desarrollo «democratizante», era posible solo a partir de la reducción de los niveles de impunidad que anclaban la sociedad y al Estado al puerto de la precariedad. Habremos de identificar también que en ese lapso de trauma político, se enfrentaría el poder de la derecha dura, es decir la de raigambre imperial estelarizada por grupos familiares corporativizados, contra los promotores de una reorganización estatal, los que promovían la reforma política y la reforma económica financiera. Habremos de poner en contexto histórico desde el futuro, que los rasgos principales de la confrontación entre estas dos visiones, eran por un lado, el carácter reaccionario avasallador de uno contra el reformista modernizante del otro, uno menos conservador que el otro.
Las propuestas de la derecha suave, que desde ese punto en el tiempo posterior reconoceremos como la derecha emergente, incluía recuperar a toda costa, tratando de salir al paso del fracaso neoliberal, la defensa del mercado para la salvaguarda de los derechos individuales, pero también para la promoción de derechos sociales que ampliaran los márgenes de la igualdad de condiciones y oportunidades. Esto implicaba fortalecer el Estado en su eficiencia y en su eficacia, y el principal reto se convertiría en el desmantelamiento de cuerpos ilegales y clandestinos que perneaban toda la institucionalidad pública. Para ello, habremos de identificar como objeto de estudio desde el futuro, el papel que jugaría un ente como la CICIG en el marco de este proyecto político, en el escenario de la batalla contra las redes de corrupción criminal y la relevancia de su acción en la reducción de los niveles de impunidad, especialmente en la dimensión judicial del Estado guatemalteco.
Cuando se haga historia política en 30 años, debido será analizar la transformación de la sociedad política, y de manera específica la influencia de la CICIG en la localidad guatemalteca pero en el contexto centroamericano y mundial. Se estudiará el modelo y sus aprovechamientos para otras latitudes con igual perfil fallido. Por otro lado se podrá identificar con claridad el comportamiento y la posición de una serie de actores nacionales, que servían de operadores políticos tanto de la derecha dura como a la suave; se podrá saber cuál era el nivel de correlación de las redes y grupos ilegales con la clase hegemónica, y con la derecha emergente, de quienes también se sabrá el nivel de convicción con los valores del viejo liberalismo o la constatación de su doble moral libertaria. En este momento no es posible saber estos detalles porque el poder que se oculta en las sombras de la impunidad aún dicta el destino de este país.