Mucha gente se queja porque la Comisión Internacional Contra la Impunidad no actúa en casos relacionados con lo que podemos llamar como impunidad cotidiana y destacan algunos casos como los de las estafas cometidas por banqueros en contra de los clientes que pusieron su dinero y su confianza en instituciones usadas por sus accionistas y ejecutivos para beneficio personal con el dinero de los ahorrantes.
Casos como esos o los de la gran cantidad de crímenes diarios que quedan sin proceso son los que preocupan a la población de manera recurrente. La verdad es que por su mismo mandato, la CICIG tiene facultades para actuar en casos relacionados con la existencia de grupos clandestinos o paralelos y esa no es la situación de la mayoría de los crímenes, aunque se benefician de la estructura de impunidad creada por estos poderes fácticos que desde los tiempos del conflicto armado interno fueron montando la red de protectores que desde las fiscalías, la policía y los tribunales, se encarga de asegurarles que nunca serán molestados por sus crímenes. Y por supuesto que un aparato así no se limita a proteger a unos sino que termina justo al servicio del mejor postor y en este caso los crímenes de cuello blanco tienen una especial importancia porque gente como esos banqueros que andan prófugos o están gozando tranquilamente de libertad bajo fianzas risibles en comparación con lo defraudado, porque ellos sí que pueden pagar altas sumas para garantizar su tranquilidad penal. Es importante ver ejemplos como el de Colombia, donde un serio esfuerzo de la sociedad permitió que instituciones que habían sido permeadas hasta el tuétano por el narcotráfico y el crimen organizado, fueran depuradas al punto de que se convirtieron en puntales de la lucha por la legalidad y, lo más importante, por el fin de la violencia mediante la aplicación severa de la ley. Guatemala tiene todavía un camino muy largo por recorrer, porque la sociedad no ha cobrado plena conciencia de cuán rápido se ha acelerado el deterioro de las ya frágiles instituciones nacionales y como se incrementan las acciones de grupos clandestinos para cooptarlas y manejarlas en su propio beneficio. De no ser por la comunidad internacional que ejerció una presión casi sin precedentes en el caso del Ministerio Público, seguramente que no se hubiera rectificado. Por ello este proceso tiene que ser de especial importancia para los que queremos combatir la impunidad cotidiana mediante instituciones capaces de investigar y procesar los delitos. Ser indiferentes es la mejor forma de ayudar al crimen organizado.