Los asiduos lectores de La Hora están enterados que cotidianamente este vespertino ofrece amplios y detallados reportajes sobre diversidad de temas de importancia para la colectividad, como ocurrió el pasado sábado cuando la periodista Saira Ramos se explayó en un caso que planteó con una llamativa interrogante “Partidos políticos: ¿Dónde están sus planes de gobierno?”.
Quienes leyeron esa documentada reseña habrán arribado a la fácil, sencilla y contundente conclusión que ninguna de esas organizaciones cuenta con un programa encaminado a aplicarlo en dado caso obtenga el triunfo en las urnas al realizarse las futuras elecciones, y eso que con premura, deleite y anticipadamente iniciaron su campaña de proselitismo casi desde que el presidente Pérez Molina se lavó las manos después de recibir abrazos y apretones en la diestra al concluir la exposición de su discurso de toma de posesión, cuando enfatizó en torno a sus propósitos gubernamentales, incluyendo la aplicación de mano dura contra la delincuencia común, el crimen organizado, la corrupción y otros problemillas de poca monta.
Desde entonces, asimismo, los denominados partidos políticos –de alguna forma hay que definir a esos grupos que son propiedad de una persona, un clan oligárquico o una familia– ya contaban con su precandidato presidencial para el siguiente período, y a partir de ese inolvidable 14 de enero de 2011, también ya se sabía el nombre del bienaventurado que había sido elegido entre las indóciles bases de sus colectivos, mediante consultas internas, al aplicar los principios de la democracia representativa, y a lo mejor a usted –asimismo, reservado lector– se tomó en consideración su valiosa opinión.
Antes de las elecciones, los lectores de La Hora tuvimos la oportunidad de enfrascarnos en la lectura de los planes de trabajo de los candidatos presidenciales, que nos ilustraran con sus ejes, columnas o pilares fundamentales de sus programas a desarrollar, incluyendo al intrépido Partido Patriota y su abanderado.
El tiempo ha transcurrido inexorablemente –diría un nostálgico exhalando un suspiro– y ya no nos recordamos de las promesas plasmadas en las páginas de este vespertino por don Otto Pérez, simplemente porque a él también se le olvidaron sus contenidos. Si nos falla la memoria colectiva, entonces ¿para qué remover aguas cristalinas o enturbiadas por los resentidos sociales de siempre? Además, cuatro años no son suficientes para realizar majestuosas obras ofrecidas.
Al respecto, un lector que sólo se identifica como José David me ha enviado sus observaciones sobre el período constitucional, asentando que cuatro años en el poder no son suficientes porque el político que escala la cumbre palaciega “no establece un plan de trabajo con su respectivo cronograma para desarrollarlo en ese período”, fuera de agregar conceptos sobre el irrespeto a la Constitución, que “ha sido cacheteada y traicionada” por el actual régimen.
(El abstencionista Romualdo Tishudo asegura que si los políticos sirvieran para algo valioso se parecerían al sostén de las mujeres, que oprimen a los grandes, ayudan a los chicos y levantan a los caídos).