La importancia del método


Una de las dificultades que tienen los estudiantes cuando son jóvenes es la falta de un método de estudio.  Ni los niños ni los jóvenes nacen sabiendo estudiar, es necesario ayudarlos.  Este es un punto espinoso porque quizá los padres mismos, de jóvenes, sufrieron también la misma limitación.  Pero bueno, animémonos a ofrecer algunas sugerencias que puedan servir de guí­a para los patojos.

Eduardo Blandón

¿Qué hay que hacer?  Lo primero quizá sea tomar conciencia de que estudiar es un ejercicio al que se necesita consagrar tiempo.  Salvo quizá en los santos, el conocimiento no es infuso, no baja del cielo a través de una luz maravillosa que se posa cómodamente en el cerebro.  El estudio exige disciplina, tiempo, constancia y paciencia.  La primera exigencia del estudio, por consiguiente, es dedicar como mí­nimo media hora diaria a la tarea (y ya esto es casi poco).  En esto son importantes los progenitores que deben ser estrictos en cuanto a la tarea diaria.  La máxima debe ser: «Ningún dí­a sin estudiar como mí­nimo media hora».

En segundo lugar, si ya hemos hecho un pacto de estudio diario, es importante el lugar del ejercicio.  Igual que los gimnasios exigen un espacio vital donde haya ventilación, buenos aparatos y un espacio agradable y conveniente, para estudiar es necesario un lugar cómodo.  Hay que cuidar el escritorio, la silla, la luz, el espacio y, por supuesto, la existencia de los materiales de estudio.  El lugar deberí­a ser propicio para el estudio, esto es, no deberí­a ser tan abierto, por ejemplo, que permita la fácil distracción del estudiante.

Lo que he querido decir hasta aquí­ es que, para estudiar es importante cuidar los aspectos externos.  El ambiente, en resumidas cuentas, debe ser propicio.  Seguidamente, para estudiar hay que enseñar a los jóvenes la importancia de la lectura y la reflexión.  No basta leer, es necesario parar y pensar: asimilar (rumiar).  En esto, un instrumento valioso es el subrayado de textos, los comentarios entre párrafos, los cuadros sinópticos, los mapas conceptuales o estrategias propias para volver de nuevo a la lectura.  A menos que tenga el estudiante una memoria prodigiosa, los mortales promedio necesitamos volver a la lectura.

Estudiar exige también la aplicación de la memoria.  Memorizar no es malo siempre y cuando se comprenda su contenido.  Esta tarea es importante en el estudio de otros idiomas.  Es inevitable: si quiere aprender lenguas extranjeras es urgente apuntar las palabras nuevas, volver a ellas, revisarlas y memorizarlas.  Aprender a comprender la lógica del idioma y su estructura es primordial.  Para esto es menester volver a las bases del propio idioma, entender qué es, por ejemplo, el sustantivo, el adjetivo, el pronombre, el verbo, etc.  Y esto nos lleva a otro elemento inexcusable: volver siempre a lo aprendido.

Es necesario volver siempre a lo supuestamente ya sabido.  Aunque uno comprenda qué es un adverbio, puede ser que haga falta revisar el concepto, volver a ejemplos y revisar su aplicación.  Afortunadamente Internet es un instrumento que facilita la tarea.  Hay que hacer de la consulta frecuente un ejercicio vital.  Volver a las fechas de los acontecimientos, recordarse de personajes y consultar lo que no se sepa.

Hay que enseñar a los jóvenes que aprender es un ejercicio fascinante y no un peso burdo qué cargar con obligación.  Cada padre de familia debe enseñar los trucos que aprendió, por veterano, en su itinerario formativo.  Estas «trampitas intelectuales» serán importantes para los jóvenes y marcarán la diferencia entre un estudiante que ha recibido el apoyo de sus padres y otro que ha tenido que nadar solo por el proceloso mar del aprendizaje.