La imponente arquitectura de los Moches


POR GUIDO SíNCHEZ

Las antiguas civilizaciones de la costa peruana siempre buscaron las tierras fértiles e irrigadas por caudalosos rí­os para levantar sus templos y ciudades. No fueron la excepción los pobladores del valle bañado por el rí­o Nepeña que, hace 4 mil años, edificaron el esplendoroso Santuario de Punkurí­.


Se trata de una construcción piramidal escalonada de adobe, con un área aproximada de 3 mil metros cuadrados y 8 metros de altura. Los muros son anchos, enlucidos, cubiertos con pintura mural y adornados con dibujos en alto o bajo relieve. Tiene dos plataformas que se comunican mediante escalinatas, con orientación hacia el norte.

Nos llaman la atención especialmente las columnas cilí­ndricas polí­cromas con diversas decoraciones, las mismas que sostení­an el techo. Pero el principal atractivo es la escultura de un enorme puma reposando, que está colocado en las primeras gradas de la escalinata.

A consecuencia del paso del tiempo está descolorida y algo deteriorada, pero se puede apreciar en su verdadera dimensión a través de una réplica que instalada en el centro de visitantes.

También se aprecia, en bajo relieve, la figura de una cabeza humana sobre un fondo azul, que se tratarí­a de una ofrenda a los dioses para que la tierra produjese mejores frutos.

Su principal investigador, Lorenzo Samaniego Román, la considera waka o santuario; es decir, que fue un lugar sagrado, construido por los primeros habitantes de la cultura Sechí­n. Hasta el momento, se le considera el templo de barro más antiguo de la América prehispánica. «La riqueza iconográfica con representación de dioses, el hombre, los animales, las plantas, etc., constituyen el universo ideológico de aquella sociedad que empezaba a dividirse en estratos sociales por la presencia de especialistas: constructores, pintores, escultores y chamanes (sacerdotes)», sostiene Samaniego Román.

Esta civilización destacó en la agricultura y en el comercio interregional, según se deduce de los elementos yungas, quechuas y selváticos encontrados en las excavaciones; así­ como marinos (spondillus y pututo).

MUSEO Y JARDíN BOTíNICO

En este monumento arqueológico se desarrolló una investigación arqueológica en el marco del Proyecto Turí­stico Sur Pací­fico, que financió la empresa agroindustrial San Jacinto, en convenio con la Universidad del Santa, con la finalidad de recuperar el patrimonio cultural de la costa ancashina. Con estos recursos se habilitó el Centro de Investigación y Exposición Cultural Arturo Jiménez Borja, donde se exhiben las piezas de cerámica, textiles y diversos objetos encontrados en las distintas excavaciones.

Asimismo, en concordancia con el paisaje, fue acondicionado un jardí­n botánico con 86 especies prehispánicas que fueron recuperadas (algodón, frijol, ají­, camote, yuca, maguey, San Pedro, tara, sinamonos, etc.), las mismas que rodean al monumento.

Estos trabajos contribuyen a profundizar en la historia social de la costa ancashina, y poner en valor un nuevo atractivo arqueológico que complementa este corredor turí­stico.

El nombre Punkurí­ deriva de las voces quechuas Pungu Chucu que significan puerta y casco. El historiador peruano Julio César Tello lo denominó Punkurí­, pero los pobladores lo llaman Pungurí­. Está situado a 30 kilómetros de Chimbote, en el distrito de Nepeña, provincia del Santa (Ancash). Pero el valle Nepeña tiene mucho más, es muy rico en recursos arqueológicos y culturales que constituyen un circuito turí­stico completo, el mismo que permite comprender el nivel de desarrollo alcanzado por las civilizaciones que se asentaron en esta región, y que antecedieron a Sechí­n, en Casma, y a Chaví­n, en Huaraz.