La ilusión de actuar distinto para ser diferente


Muchas son las distorsiones que ocasiona el discurso hegemónico a través de toda su maquinaria, sea mediática, académica, polí­tica, etc., con tal de extender y consolidar una realidad conservadora de la vida. Bajo esta condición, es imperativo resaltar y develar los elementos de esa realidad para decodificarla y comprenderla en el justo contexto de una visión cerrada de las relaciones sociales. Esto tiene especial utilidad si uno se sitúa contra hegemónico y con una posición cuestionadora del sistema de dominación tradicional y por supuesto ayuda a comprender quién es quién en las calles.

Julio Donis

Claramente estoy planteando una posición ideológica que dispute el avasallante ambiente que homogeniza pero dispersa, vací­a de contenido y deslumbra. En este sentido, han surgido propuestas que seducen e invitan al desafí­o o al riesgo de ser diferentes, pero solamente para justificar la inexorable necesidad del sistema de seguir induciendo al consumo, pero ahora motivando a que si usted hace algo distinto, solo por ello será diferente, lo cual en la mayorí­a de los casos es solamente llamar la atención sin proponer un contenido polí­tico especí­fico. Es como el que se enorgullece de caminar por la calles, desnudo con un rótulo que dice: Arriésgate.

Este tipo de comportamientos no se da en el vací­o y no vino de la nada, es un rasgo de la resaca o la goma que empieza a manifestarse como subproducto de esa gran fiesta de consumo salvaje de la globalización. No es raro observar propuestas que promueven diferenciarse o que se mimetizan con el ropaje de alternativos, trajes que buscan separarse de lo común; son propuestas que se consumen como la llama de un cerillo, llaman la atención pero no resuelven la oscuridad, es un camuflaje sutil para esconder los achaques de un modelo que empieza a dar muestras de fracaso y agotamiento. Ejemplos de estos enviones de liberación o de aparentes escapes al sistema, los encontramos en la radio, en la publicidad, hasta en las expresiones artí­sticas o en la cultura urbana; basta identificar palabras como cool, sé tú mismo, lánzate, libérate, etc. Estos llamados a ser uno mismo solapan el vací­o que llevamos dentro, la falta de referentes y la castración de las utopí­as como esperanzas que humanizan la lógica de la vida.

En ese orden de ideas, se estimula a ser distinto para diferenciarse o para ser reconocido, pero esa postura no pasa por la transformación de las condiciones de una colectividad. Se invita a que usted cambie y que se arriesgue como individuo o como conjunto de individuos que quieren ser diferentes, pero, ¡atención!, estas propuestas no tolerarán que la colectividad vaya de la diferencia a la indignación por la desigualdad.

Un ejemplo atinado sobre este conjunto de ideas tiene que ver con distintos programas de radio que se escuchan por las mañanas o al final de la tarde y que invitan a expresar su irreverencia a través del dial, en un ambiente de aparente apertura en la que se debaten temas como la sexualidad, la polí­tica, la religión, pero que nunca cuestionan los valores conservadores de esta sociedad, el debate por tanto, sobrevuela y nunca aterriza porque la invitación a que usted sea diferente no es para que promueva dicha posición como efecto transformador, sino para recrear un sistema a partir de la propia anulación, la de la persona que se ilusiona con ser diferente. Nuevamente, la propuesta que incita a arrojarse por la borda para ganar ese momento de gloria diferenciadora, terminará en el fondo del vací­o.