Durante 36 años de conflicto armado interno, los guatemaltecos conocieron y vivieron la crudeza de la guerra en carne propia: muertes, ejecuciones, desapariciones, secuestros y violencia extrema.
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Los religiosos que trabajaban en las aldeas más remotas del país, muchos de ellos extranjeros, tampoco escaparon de esa ola de terror, y a 17 años de la firma de los Acuerdos de Paz la Iglesia busca que se haga justicia y se honre la memoria de los que fueron martirizados mientras buscaban ayudar a los desposeídos y olvidados.
Su misión era llevar la palabra del “Señor” a las comunidades más olvidadas y apartadas del país, pero también contribuir a su desarrollo y poner un grano de arena en la búsqueda de la justicia social a través del cooperativismo. De esa forma, Guillermo Woods no solo fue un testigo de la cruda pobreza que vivían los pobladores de las áreas rurales de Guatemala, sino también fue un agente de cambio en Guatemala.
Fue ordenado el 14 de junio de 1958 en Nueva York, Estados Unidos, y al día siguiente el Superior de los Maryknoll lo destinó a Santa Cruz Barillas, Huehuetenango; la orden llevaba en Guatemala desde 1944 y se les había confiado como misión el departamento entero.
En su encuentro con las comunidades del occidente, Woods conoció la pobreza y la miseria en primera persona, pero no fue indiferente. “Le dolía ver a la gente buscando trabajo, dejando a su familia sola para marchar a las costas a trabajar en los cortes de caña o de café. El fruto de aquel gran esfuerzo tenía una recompensa salarial tan efímera, que no se podía comparar con las necesidades diarias de cada familia”, refiere el libro biográfico sobre el religioso.
En medio de las carencias, Woods asistía a las familias pobres de la comunidad y en la medida de las posibilidades les apoyaba para que mejoraran sus ingresos. Sin embargo, tenía grandes planes que poco a poco se iban materializando, colateralmente a su trabajo como misionero.
Gracias a donaciones internacionales, para 1969 ya había materializado un proyecto de cooperativismo en Ixcán, Quiché –un departamento vecino a Huehuetenango–, a donde viajaba constantemente en una avioneta.
“La modalidad cooperativa era la más conveniente, porque haría imposible que después, cuando la tierra estuviera completamente cultivada, los ricos pudieran comprarla a los campesinos de manera individual, que siempre tendrían necesidades urgentes, y caerían en la tentación de endeudarse y dar su tierra como lo habían hecho siempre”, refiere el libro.
En Ixcán no le faltaron problemas relacionados con el trabajo cooperativista, en el que involucró a varias comunidades, pero su proyecto creció y recibió cada vez más reconocimiento y apoyo en el departamento. Esto, por otro lado, creó roces y molestias en altas esferas del Gobierno de la época.
El último vuelo de Woods fue el 20 de noviembre de 1976, cuando se dirigía a la cooperativa desde la ciudad de Guatemala, pero su nave se desplomó en circunstancias no aclaradas cuando sobrevolaba San Juan Cotzal, Quiché. No obstante, a su círculo más cercano nadie le quitaba de la cabeza la idea que había sido asesinado, pues se sabía que recibía amenazas y que el Gobierno y el Ejército no simpatizaban con él, dijeron.
“Había una razón clara cuando lo mataron: Separarlo del Ixcán, porque su presencia allí no convenía para algunos intereses de individuos nacionales y extranjeros que se habían fijado en el Ixcán, ya fuera por la tierra o por el petróleo”, señala el libro que lleva su nombre.
Por otro lado, el Remhi, años después, expuso el testimonio de un comunitario: “Ahora al ver la historia desde todo lo que nos pasó, entendemos que tenían que matar al Padre para hacer lo que hicieron después. Porque después vinieron las masacres, ya en el año 1982. Lo del Padre Guillermo fue un aviso de lo que nos podía pasar”.
¿IDEOLOGÍAS?
Santiago Otero, ex secretario adjunto de la Conferencia Episcopal de Guatemala y autor del libro “Padre Guillermo Woods”, indica que los sacerdotes que venían al país traían una mentalidad sumamente conservadora, y aunque no se podía decir que eran de derecha, tampoco se les puede tildar de izquierda, pues su única idea era ayudar a los necesitados.
“El Evangelio dice: En el pobre está tu hermano y si no le das lo necesario para vivir, para comer, entonces no se está cumpliendo el Evangelio que dice Jesús. El evangelio tiene esa dimensión critica por la cual tú te puedes comparar con la dignidad de tu hermano”, refiere el religioso.
Según Otero, la Iglesia siempre hizo su presencia defendiendo las causas de los más pobres y vulnerados, y el impulsar el desarrollo es sin duda alguna, una de las causas por las cuales fueron perseguidos. “Para mí la causa siempre es la opción de la vida por Cristo. Uno no viene a Guatemala porque tiene ganas de hacer dinero o tener una mejor economía, ningún misionero viene por eso”, indica.
Se contabiliza la muerte de aproximadamente 15 o 18 misioneros que murieron mientras trabajaban por los pobres. Sin embargo no solo está el hecho de la muerte, ya que muchos fueron desaparecidos, torturados, secuestrados e inclusive amenazados y expulsados del país.
La Iglesia Católica dice que el hecho de rescatar la memoria de algunos mártires, “debe ser un inicio, un primer paso para llevar a cabo investigaciones profundas al respecto, conocer nuestra historia, para que nunca más estos hechos de violencia vuelvan a suceder”, dice el libro “Testigos de la Fe por la Paz”, realizado por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG).
LLAMADOS SUBVERSIVOS
Otero indica que los religiosos fueron llamados subversivos porque eran los que defendían la justicia en todos los ámbitos, no se “callaron” y no aceptaron “pasivamente la injusticia” porque no toleraban que se violentaran los derechos humanos.
“No hay nada de todos estos mártires contrario a la doctrina de la Iglesia ni a las leyes del propio país, aunque hay leyes injustas que no favorecen a los campesinos o no favorecen a las personas que no saben leer ni escribir”, dice el religioso.
Otero dice que los religiosos muertos durante el Conflicto Armado Interno son considerados mártires porque dieron su vida por una causa y cree que se debe hacer justicia. “Ellos una vez amenazados podrían haberse ido de Guatemala, entonces son mártires porque han tenido la fuerza de Dios para no quedarse callados y ante la injusticia defender”.
Además indica que la Iglesia recuerda a sus mártires porque es un deber desde tiempos inmemorables: “En la eucaristía es una acción de gracias, es un memorial, se hace memoria de la pasión y muerte de Jesús y “si nosotros los cristianos nos avergonzáramos de hacer memoria de un Crucificado realmente no nos deberíamos llamar cristianos”.
Otero señala que la Iglesia debe ser conciliadora, pero hay realidades en la que la reconciliación pasa primero por la verdad y la justicia, por defender la dignidad de las víctimas.
Entretanto, Nery Rodenas, de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG), señala que el papel de unos religiosos fue visto por parte del Estado como algo de riesgo, calificándoles de simpatizantes con la guerrilla, que no necesariamente era cierto.
Rodenas indica que los religiosos no solamente hablaban del anuncio del evangelio sino también de denuncia de toda aquella acción que significaba violación a los Derechos Humanos que contrariaban el plan de Dios; ese tipo de actitudes fue tomado como un riesgo o como un peligro de las autoridades de aquel tiempo.
Durante la guerra, el término ‘comunista’ era utilizado para la descalificación de las personas en general y los religiosos no fueron la excepción. Incluso, Rodenas recuerda que durante el conflicto armado interno muchos catequistas se vieron obligados a guardar sus biblias o amarrarse en los cinturones los textos de la Biblia porque algunos de estos escritos eran considerados como subversivos.
Según la ODAHG la persecución que se realizó en contra de miembros de la Iglesia Católica, era por cuestiones que no tenían que ver con la guerra.
GERARDI, EL ÚLTIMO MÁRTIR
Según Otero, Juan Gerardi Conedera es un mártir de la Iglesia, que fue perseguido en conjunto con sus sacerdotes: “A los mártires de primero los denigran; a Gerardi lo denigraron, lo criticaron, quisieron hacer ver tantas cosas, al decir que fue un crimen pasional o un crimen de indigentes, con el afán de desvalorizar el testimonio”.
“Gerardi es un testigo fiel del evangelio”, es una realidad muy concreta. Se espera que sea el último mártir de esta Iglesia”. Rodenas dice que aunque la muerte de Gerardi no se dio en época del Conflicto Armado Interno, ocurrió años más tarde de la firma de los Acuerdos de Paz y consideran que es una muerte con estrecha relación con las consecuencias de dicho conflicto.
Según el representante de ODHAG, la construcción de la paz no se puede realizar si no se habla con la verdad y el acceso a la justicia que nos lleva al perdón y la reconciliación, y en la construcción de esa paz Gerardi ya había luchado por esa verdad: “No es una víctima directa del conflicto armado interno, pero si es una víctima de las secuelas que dejó este proceso”.
LAS VÍCTIMAS
Algunos religiosos notables que dieron la vida por buscar un mejor porvenir para los guatemaltecos, según información del Padre Otero.
Padre Guillermo Woods Fray Carlos Morales López
Herlindo Cifuentes Conrado De La Cruz
Padre José María Gran Cirera Domingo Del Barrio Batz
Padre Faustino Villanueva Nicolás Tum Castro Quiatán
Gaspar Reyes Hernández Tomas Ramírez Caba
Carlos Alberto Gálvez Galindo Padre Juan Alonso Fernández
Marco Tulio Marcelo Marruzzo Rappo Ángel Martínez Rodríguez
Raúl Joseph Leger Padre Carlos Pérez Alonso
Padre Francis Stanley Rother Mario Federico Azmitia Dorantes
Dora Clemencia Azmitia Dorantes José Mario Azmitia Molina
Desiderio Robledo Gálvez Pedro Martínez Cano
Guillermo Ortiz González Sergio Berten
James Arnold Santiago Miller Andrés Lanz
Carlos Vidal González Pérez Augusto Rafael Ramírez Monasterio
Prudencio Mendoza Julio Quevedo Quezada
Gonzalo Zacarías Sánchez Hna. Bárbara Ford
Padre Hermógenes López
Santiago Otero
Autor del libro “Padre Guillermo Woods”