Como una persona de clase media nacida a principios de los años ochenta, siento la obligación de llamar a todos los jóvenes del país, a reflexionar en una virtud fácilmente olvidada y a veces desconocida para muchos de nosotros: la humildad. Esta virtud, para quien la posee, recuerda que nadie es más que nadie, ni por capacidades ni por nivel socioeconómico, y que, siendo todos ciudadanos guatemaltecos, lo que hacemos o dejamos de hacer nos afecta y relaciona directamente con el que está al lado nuestro, con el que está en la ciudad, en el interior, con nuestros subordinados, y con nuestras autoridades. Sin humildad se generan las condiciones necesarias para crecer con egoísmo, buscando autopromoción, y beneficio propio en todo momento.
Es absolutamente necesario vivir a plenitud la virtud de la humildad, ya que como fruto de ella, nuestro proceder puede cambiar, impulsándonos a tener actitudes diferentes a las que hoy por hoy tienen a nuestro país en los peores lugares de los índices de desarrollo humano. No es sólo por nuestras autoridades que la situación es tan grave y tan aguda, gran parte de la responsabilidad es nuestra ya que no reconocemos que para estar bien, todos deben estar bien; para esto debemos involucrarnos todos. No es buscando el reconocimiento y el poder que se mejora como sociedad, se mejora utilizando nuestros medios, tangibles e intangibles en beneficio de los demás, generando planes de desarrollo sostenible, cambiando la mentalidad de que el aparato estatal da mala fama e involucrándonos con él, dejando de pensar que la política es para gente corrupta, que la política mancha tu nombre y que no vale la pena, mejoramos cuando cambiamos este paradigma, participamos y nos involucramos para que los mejores capacitados ocupen estos puestos, se mejora fiscalizando a nuestras autoridades, exigiendo cambios necesarios para fortalecer la administración de justicia, se mejora denunciando la corrupción y no siendo partícipe de ella, se mejora pagando nuestros impuestos, se mejora haciendo una política nueva, participativa y democrática, en fin, se mejora dejando de ser indiferentes. No es necesario que hagamos de todo, sino que lo que hagamos lo hagamos con humildad e integridad. Guatemala puede convertirse en un país desarrollado, en la medida que nosotros como ciudadanos jóvenes, nos preocupemos no sólo por nuestro desarrollo, si no por el desarrollo de nuestros hermanos, no regalándoles bolsas con comida y láminas, si no participando activamente en programas que les permitan insertarse en la economía formal, o creando estos programas. Verdaderamente debemos dejar de soñar con una Guatemala diferente y empezar a construirla. Si tomamos como metas tangibles empezar a subir posiciones en los índices de desarrollo humano, sabremos exactamente las cosas que tenemos que hacer, cómo medirlas, con qué recursos contamos; lo único que falta es nuestra participación para llevar a cabo estas cosas. El país es nuestro, debemos tomarlo hoy, el próximo año cambiamos de gobierno, ¿vamos a seguir siendo los mismos ciudadanos indiferentes? ¿Qué estás dispuesto a hacer por tu país?