La huella de Antonioni


Empezaba la segunda mitad del siglo XX. Italia se encontraba devastada por la Segunda Guerra Mundial, pero querí­a dejar a un lado la lástima hacia sí­ misma. Vittorio De Sica mostró lo que el cine italiano podí­a hacer; bajo la bandera del neorrealismo proyectó Ladrón de bicicletas en 1948, y dejó entrever la lucha de los italianos por salir de la derrota.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Michelangelo Antonioni habí­a iniciado su carrera como director de cine en los cincuentas. Para entonces, los directores se oponí­an a continuar mostrando a la Italia ’neorrealista’, que se quejaba por ’no tener bicicletas’. «El problema de la bicicleta habí­a sido eliminado», comentó Antonioni, con motivo de su pelí­cula La aventura, de 1959.

La aventura

í‰sta fue su primera gran pelí­cula, que, además, marca el fin del neorrealismo. El cine italiano se mostraba más introspectivo; poseí­a menos sentimentalismo y se convertí­a en más objetivo. La velocidad de las escenas era muy cadenciosa, y las secuencias eran muy largas, lo cual permití­a la introspección psicológica y la asimilación certera de parte de los espectadores.

La aventura trae consigo nuevas técnicas. La pelí­cula trata de una joven que desaparece (¿o muere?, nadie lo sabe después). Luego, la historia se centra en el amante de la joven y su amiga; la muerte (¿o es suicidio?, nadie sabe) es olvidada, y sólo se observan escenas en segundo plano de gente que investiga este hecho, sin que en realidad importe para la pelí­cula.

En Roma, Nueva York y Londres, la pelí­cula provocó tan diversas reacciones, desde chiflidos y censuras, hasta aplausos y reconocimientos; lo que sí­ es cierto, es que Antonioni empezaba a fundamentar el nuevo cine italiano, junto a Roberto Rossellini.

Consagración

Más tarde, la crí­tica reconocerí­a en Antonioni como uno de los innovadores del cine introspectivo, icono de la posguerra europea. Su cine está marcado por la obsesión de la imagen y la búsqueda de un lenguaje formal y estético.

La década de los 60 fue la más productiva para Antonioni y, también, la de más éxito. En ese perí­odo, produjo sus pelí­culas más afamadas: El desierto rojo (1964), Zabriskie point (1969) y la más laureada Blow up (1967).

Blow up

Es, sin duda, el filme más afamado de Antonioni. Está basado en el cuento «Las babas del diablo» de Julio Cortázar, quien lo habí­a publicado en su libro Las armas secretas.

La pelí­cula (y el cuento) se basan en la historia de un fotógrafo, quien accidentalmente toma una fotografí­a que le ofrece pistas para un caso de asesinato.

Antonioni utilizó técnicas muy avanzadas de cine para plantear esta pelí­cula llena de intriga; «necesitaré al menos otra pelí­cula para explicar Blow up», indicó Antonioni, cuando ganó la Palma de Oro de Cannes por este filme.

«La mayor dificultad con la que me he encontrado ha sido la de representar la violencia de la realidad. Los colores embellecidos y edulcorados son a menudo los que parecen más duros y agresivos. En Blow up, el erotismo ocupa un lugar de máxima importancia, pero, a menudo, se pone el acento en una sensualidad frí­a, calculada. Los rasgos de exhibicionismo y de voyerismo están especialmente subrayados: la joven mujer del parque se desnuda y ofrece su cuerpo al fotógrafo a cambio de los negativos que tanto desea recuperar», comentó Antonioni con respecto a esta pelí­cula.

Lamento por su deceso

El cine mundial se estremeció por la muerte de Michelangelo Antonioni, el mismo dí­a que falleciera el también director Ingmar Bergman (lea artí­culo sobre su obra en páginas 4 y 5).

De acuerdo con el crí­tico Aldo Tassone, uno de los más importantes de Italia y del mundo, Antonioni y Bergman «eran los intérpretes de esa angustia que afecta el mundo contemporáneo, de los sentimientos del mundo de la posguerra».

Los dos directores murieron el mismo dí­a, el lunes 30 de julio, sólo separados por las diferencias de las zonas horarias, por lo que la noticia del deceso del sueco se dio el lunes, y la del italiano el martes.