A sus 89 años, el Diario LA HORA, continúa marcando la hora, desde sus páginas, de la libertad de expresión del pensamiento, fiel al postulado de su fundador, el patricio abogado, CLEMENTE MARROQUíN ROJAS, el inclaudicable luchador de la pluma, de que este diario es «Tribuna no mostrador».
Es un heroísmo resistirse a los cantos de sirena, como es la oferta para colmar sus páginas de publicidad impulsora de la oferta y la demanda, en estas épocas en que nos debatimos en la vorágine del consumismo. Este vespertino no ha estado ausente de las críticas por ser fiel a esos postulados, cuando en sus columnas se ha publicado pensamientos que algunos han considerado impropios, pero como se estila en estas situaciones, los exponentes son responsables por sus dichos, pues en LA HORA no existe censura previa.
Quienes tenemos la honra de que en las páginas de este vespertino se dé acogida a nuestros escritos, alcanzamos ese halo de libertad que le es propio. Algunos, valga la alusión, tuvimos la fortuna de conocer personalmente al licenciado, cuando patojos, en mi caso porque mi papá, Jorge A. García B., era su amigo; mi papá tenía su imprenta, La Libertad, en la 13 calle y 7a. avenida de la zona 1, frente a las bóvedas de San Francisco, en un garaje que era parte del estacionamiento de los taxis azules, de don Antonio Mont. El licenciado llegaba a esa imprenta, y alguna vez he sospechado sí eran socios, porque durante los exilios del licenciado, en México, mi papá le enviaba dinero mensual certificado, me enteraba porque lo platicaba con mi mamá.
Mi papá, además de tipógrafo era también periodista combativo y tenía un periódico quincenal que se titulaba Nuestro Criterio, la imprenta era chica, un linotipo, dos platos, uno grande y otro chico, chibaletes y demás. Es posible, y tienen razón, de que se ponga en duda si conocí en esa época al Licenciado, pero resulta que voy a la par con la edad de LA HORA. Ya adulto y periodista tuve relación directa con su persona.
Resulta, esto es historia, con mi hermano Carlos , fuimos los instigadores para fundar el diario Flash de Hoy, se imprimía en los talleres de Impacto, de Oscar, papá (mis votos por su estado de salud). Me tocaba el cierre, a eso de la una de la mañana, pero cuando me daba cuenta, don Clemente estaba a mi lado y me pedía el original de la madera, los tipos grandes eran de madera, le daba una mirada, a lo que ya estaba, incluso acuñada la rama, marco de metal y me decía: «Ve, te queda mejor así», y él me escribía el titular. Tenía yo que aflojar la rama a golpe de punzón y mazo, quitar el encabezado, ir al chibalete, componedor en mano para hacer el nuevo, se lo mostraba y a colocarlo y a acuñar de nuevo la rama. Después de eso me decía: «Así esta bien», pues claro que sí. Una palmadita en la espalda, yo le deseaba buenas noches. El jefe de talleres me dijo: «Es que al licenciado le gusta ver cómo lo hace». Para mí no sólo era un honor, sino que lo recibía como una clase proveniente de ese gran maestro.
Por eso me siento complacido de ser uno de los columnistas de este gran Diario, celoso cultor de la libertad del pensamiento, bajo ese inclaudicable lema: TRIBUNA NO MOSTRADOR y que persistirá indefinidamente, gracias a los herederos de ese gran hombre.