La historia tiene repitencia


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Y no es cuento, año con año sucesos conocidos muestran el calificativo de repitencia en ocasión del tiempo lluvioso, cuyo fenómeno natural provoca las mismas acciones destructoras de grandes dimensiones en el territorio nacional, las consecuencias dejan siempre saldos negativos, mismos difíciles de superar debido a que los damnificados carecen de fondos.

Juan de Dios Rojas


Hay un detalle imposible sea oculto, pese a incontables pronunciamientos devenidos de las dependencias gubernamentales, que en concreto nada justifican dichos hechos.  Al inicio de las lluvias salen a escena y empieza el país a sufrir los malos y poco transparentes trabajos realizados, en medio de tanta pompa, bombos y platillos, poco convincentes de verdad.

La obra física goza de múltiples admiradores, cuando solamente se da a conocer el plan o proyecto, mucho más tras la inauguración a cargo del mandatario que recibe plurales agradecimientos, entre ellos: sombreros típicos, chalecos de similar manufactura, entre aplausos a granel, vítores de pobladores gozosos y excelentes calificativos a la administración pública.

Por lo general tratase de puentes al servicio de comunitarios en su cotidiano ir y venir,  resumidamente vuelve la calma gracias a la factibilidad de romper el trauma de la incomunicación indispensable dondequiera. Pero olvidan que la naturaleza es caprichosa y la costosa obra resulta semidestruida y de un todo, por un derrumbe o hundimiento repentino.

El hecho, de inmediato recibe severos señalamientos con fundamento, por la razón evidente de la pésima calidad del trabajo y sobre todo, la transparencia termina en un extremo descalificado, no obstante las millonarias sumas del costo, por demás exagerado, opuesto en consecuencia a las contabilidades ejecutadas en un abrazo fuerte con la infaltable corrupción.

Nada ni nadie detiene este accionar de enormes dimensiones, como se ha visto en sucesivas administraciones de gobierno central.  En el periodo eleccionario,  mejor dicho en campaña presidencialista los ofrecimientos de combatir sin que les tiemble la mano los malos manejos devenidos de los contribuyentes en general abundan hasta el cansancio, pura ópera.

El pan nuestro de cada día los guatemaltecos lo reciben con sabor amargo fruto concreto del trinquete, infaltable condición observable en la ejecución, no solamente tardía, sino con la característica repudiable y antipatriota de las obras de infraestructura física, elevadas siempre a la enésima potencia. Quedamos admirados de este proceder maligno.

Por eso mismo da pena cómo en el extranjero,  recientemente París, capital de Francia nos añade a la lista vergonzante de países considerados como un paraíso fiscal,  desde luego no recomendable para sus compatriotas inversionistas. Y como si fuera poco las lluvias empezaron a causar destrozos en diversas regiones de nuestros lares siempre damnificados año con años.