Hace cincuenta años, en octubre de 1957, la Unión Soviética lanzó el primer satélite artificial de la historia, el Sputnik 1, y asestó de esa manera una auténtica bofetada tecnológica y sobre todo política a Estados Unidos en plena guerra fría.
En su libro, «De Sputnik a la Luna: la historia secreta del programa espacial soviético», Pierre Baland narra numerosos episodios y anécdotas que precedieron y sucedieron a esa proeza histórica.
Ese tesoro de informaciones pudo ser rescatado en los últimos años gracias a la desclasificación de archivos que habían permanecido secretos hasta la caída de la URSS.
La leyenda del Sputnik comenzó el 4 de octubre de 1957 a las 22H28, cuando un cohete R7 o Semiorka, derivado del misil alemán V2, despegó de Kazajistán llevando a bordo una esfera de 58 centímetros de diámetro y 83 kg de masa con cuatro antenas.
Sin embargo, debido a la ausencia de medios para el seguimiento de este lanzamiento improvisado, nadie supo entonces si el satélite había alcanzado con éxito su órbita.
Cien minutos después, su «bip-bip» característico, cada vez más fuerte en los auriculares de los responsables de la misión, indicó que el Sputnik 1 acababa de finalizar su primera órbita alrededor de la Tierra.
Los dirigentes soviéticos de la época no acordaron mucha importancia al proyecto. No se preparó un seguimiento mediático especial para anunciar el envío al espacio de ese objeto, que ni siquiera tenía nombre («sputnik» significa simplemente «satélite» en ruso). Incluso, la prensa del día siguiente presentó el acontecimiento brevemente, sin hacer hincapié en su importancia.
Sin embargo, en el resto del mundo la admiración fue generalizada y… el miedo en Occidente también. A partir de ese evento, los periódicos occidentales sacaron conclusiones alarmantes sobre la capacidad militar soviética.
Aunque el Semiorka era apenas un simple prototipo, los rotativos estimaron que Moscú estaba en condiciones de producir misiles balísticos capaces de alcanzar cualquier blanco en el mundo o que decenas de sputniks podrían lanzar bombas.
Los políticos no se quedaron atrás e interpretaron el lanzamiento como una prueba adicional de la superioridad comunista en el terreno de los misiles.
Las autoridades soviéticas se dieron cuenta entonces de que «en cien minutos y una vuelta a la Tierra, el Sputnik dio a la URSS más prestigio que cuatro decenios de propaganda», resume Pierre Baland en su libro.
El 6 de octubre, Pravda (el órgano oficial del Partido Comunista) publicó la información en portada a cuatro columnas, refiriéndose al lanzamiento como uno de los principales acontecimientos del siglo XX.
Los estadounidenses lanzarían su primer satélite el 31 de enero de 1958, el Explorer, de 14 kilos.
El libro de Pierre Baland, ingeniero civil espacial, hoy responsable comercial internacional en el campo de lo aeroespacial, permite descubrir la larga serie de fracasos que acompañaron el desarrollo del sector espacial soviético.
Esta publicación ayuda además a comprender por qué, después de haber sido los primeros en lanzar un satélite y enviado un hombre al espacio, en abril de 1961, los soviéticos fueron finalmente humillados por sus adversarios estadounidenses al perder la carrera a la Luna.