La historia de Jesús del Portal


El Palacio del Ayuntamiento, mejor conocido como el Portal del Señor, sirvió como escenario del inicio de la novela

¡Alumbra, lumbrE de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oí­dos persistí­a el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre! ¡Alumbra, alumbra, lumbre de alumbre…, alumbre…, alumbra…, alumbra, lumbe de alumbre…, alumbra, alumbe…! Los pordioseros se arrastraban por las cocinas del mercado, perdidos en la sombra de la Catedral helada, de paso hacia la Plaza de Armas, a lo largo de calles tan anchas como mares, en la ciudad que se iba quedando atrás í­ngrima y sola. La noche los reuní­a al mismo tiempo que las estrellas.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

El Señor del Pensamiento, también llamado Eccehomo, es la advocación de Jesús tras ser azotado y burlado con una corona de espinas, capa y vara. En el Portal del Señor se veneraba una imagen de esta advocación. FOTO LA HORA: ARCHIVOMiguel íngel Asturias inmortalizó al Portal del Señor y a la advocación de Jesús que ahí­ se veneraba. Hoy es casi el único testimonio que se tiene de este edificio destruido y la imagen desaparecida. FOTO LA HORA: ARCHIVO

í‰ste es el inicio de la novela «El señor Presidente» de Miguel íngel Asturias. La escena inicial se desarrolla en el Portal del Señor, un antiguo edificio ubicado en uno de los laterales de la Plaza Mayor, pero que hoy dí­a ya no se conoce. De hecho, en el tiempo en que fue escrita la historia por el Nobel de Literatura, ya no existí­a.

¿Conoce usted la historia detrás del Portal del Señor? ¿Sabe dónde quedaba? ¿Sabe qué edificio se encuentra actualmente ocupando su espacio? Si no lo sabe, lea estas lí­neas, y si ya lo sabí­a, recuerde esta historia a través de este texto.

INICIO DE LA LEYENDA

El Señor del Portal se referí­a a una pintura de Jesús del Pensamiento, representación de Jesús tras ser azotado y ser despojado de su túnica. Esta representación -a veces ya con la corona de espinas, la capa púrpura y una vara-, forma parte del ciclo de la pasión del Redentor, y muestra el momento previo a que le fuera impuesta la cruz. Usualmente, Jesús aparece representado sentado, con piernas cruzadas, apoyado en un pilar sobre su codo derecho, y su mano derecha sosteniendo el peso de su cabeza.

En el caso del Jesús del Pensamiento del Portal del Señor, era una pintura de estilo barroco, entre luces y sombras, resaltando el momento doloroso de Jesús.

Este Jesús del Pensamiento se ubicaba en el Palacio del Ayuntamiento, pero debido a su devoción, a este edificio se le conoció como el Portal del Señor, del cual posteriormente Miguel íngel Asturias evocara en el inicio de su popular novela.

EL PORTAL DEL SEí‘OR

Desde el inicio del siglo pasado, se vieron edificios que conformaban el centro de la ciudad, entre los que se encontraban: al norte, el Palacio del Ayuntamiento, más conocido como el Portal del Señor; al lado poniente, el edificio del Real Palacio (ubicado en lo que ahora se conoce como Parque Centenario, donde está la Concha Acústica); al sur, el Portal del Comercio, y en el lado oriente, la Catedral Metropolitana.

El Palacio del Ayuntamiento se inició con grandes dificultades, pues no habí­a ni un centavo para el pago de sueldos que ya se les debí­an, principalmente a los porteros, mucho menos para emprender una obra como la del palacio edil, ya que se deseaba algo bueno, como el Real Palacio que se estaba construyendo con grandes facilidades y buena obra.

Como no habí­a edificio para los ediles, cuando se trasladaron de la antigua Santiago de Guatemala, ahora La Antigua Guatemala, don Martí­n de Mayorga, capitán general del Reyno de Guatemala, alquiló un rancho donde fueron colocados con grandes dificultades para sus asuntos y a regañadientes dieron comienzo a sus labores, sin tener un momento de tranquilidad, ya que desde ahí­ se exigí­a la construcción de desagí¼es, taují­as, aceras, empedrados y el edificio edil, de la naciente nueva capital colonial, sin tomar en cuenta que el plano del mencionado edificio no se encontraba terminado todaví­a.

En vista de todo esto, el Ayuntamiento en pleno dispone enviarle un memorial a Mayorga, haciéndole ver la imposibilidad de la construcción que tanto exigí­a y que viera él cómo salí­a, ya que los ediles no tení­an ni un centavo.

El 20 de marzo de 1776, don Martí­n de Mayorga habí­a entregado un oficio en el cual les ofrecí­a la cantidad de cuatro mil pesos para que se iniciara la construcción y así­ se hizo, pero esto no era nada más que una ayuda irrisoria, y en 1778 se vieron obligados a suspender la obra, permaneciendo parada por varios años.

En vista de todo esto, Mayorga ordena un reconocimiento de las ruinas del edificio edil de La Antigua Guatemala previo a ser destruido, trayendo los materiales de construcción que permanecí­an en buen estado.

Sin embargo, esto no se llevó a cabo, ya que tanto los ediles como los terronistas (antigí¼eños que se negaron al traslado) protestaron de esas medidas tan absurdas que se habí­an dado, lo cual contribuyó a que las cosas se pusieran mucho más tirantes de lo que se encontraba y la Municipalidad le enví­a un punto del acta: «Los porteros se están muriendo de hambre, la municipalidad no tiene ni un centavo para darles sus sueldos. ¿Qué hacer para aliviarlos? Acudir a la munificencia del Sí­ndico don Manuel Antonio de la Peña, para que se les diera veinte pesos a cada uno, cantidad que se reintegrarí­a con lo primero que cayera de propios».

A don Martí­n de Mayorga lo sustituye don Matí­as de Gálvez, y en 1781 solamente tení­an los planos y unas cuantas zanjas para los cimientos del Palacio del Ayuntamiento. Se llega al momento del cambio de gobernante y se cree que Gálvez podrí­a ser el consuelo, pero resulta que don Matí­as llega corregido y aumentado.

En vista de todo esto, el Palacio del Ayuntamiento se fue construyendo poco a poco, y conforme las circunstancias lo permití­an y se contratan los primeros albañiles para el efecto. Entre ellos, habí­a uno que tení­a la devoción de rezar una oración antes de dar comienzo a sus labores y, colocando una pequeña estampa de Jesús del Pensamiento y prendiendo una velita, daba comienzo a sus costumbres.

Cuando las personas que pasaban por ese lugar se dieron cuenta de la devoción a Jesús del Pensamiento, le fueron prendiendo también una candelita con toda devoción, sin perjuicio que conforme la construcción iba avanzando, la devoción se convirtió en un fervor tan grande, que el Palacio del Ayuntamiento tuvo que ceder un salón para colocar a Jesús del Pensamiento, que fue encargado a uno de los pintores de la época, oficiando misa en ese lugar y tanto los muní­cipes como la mayorí­a de los funcionarios y empleados no entraban a las oficinas si antes no rezaban una oración.

Desde entonces, el Palacio del Ayuntamiento fue conocido como el Portal del Señor.

La concurrencia de personas llegó a tal grado, que hubo necesidad de colocar un dosel que tení­a una alegorí­a del Espí­ritu Santo, que se encargó a un pintor de renombre de aquellos tiempos.

En 1840, los disturbios eran tan grandes como ya es conocido, que una bala llegó hasta donde estaba el cuadro de Jesús, lastimándolo ligeramente, lo que trascendió en toda la ciudad y la devoción se triplicó de tal manera, que se manda a construir un camerí­n para mantenerlo cubierto totalmente, y preservado de alguna cosa mayor y se contratan los servicios de una persona para que lo cuide y se mantenga completamente limpio el lugar y atienda a cuanta persona llegue a rezarle sus oraciones, ya que se habí­a convertido en una romerí­a.

CONTEXTO

El Palacio del Ayuntamiento se terminó de construir en 1787, pero ya en aquel entonces se dio comienzo a llamarle el Portal del Señor, perdiendo desde luego el de Palacio del Ayuntamiento como tení­a que llamársele, sin prejuicio que otras personas le llamaban el Portal de los Mercaderes, ya que la parte poniente fue ocupada por comerciantes de todas las categorí­as. En una esquina de ese lado, habí­a un comerciante que ideó la venta de anteojos y como los oculistas en ese tiempo brillaban como las estrellas en el cielo, en un cajón tení­a cientos de anteojos numerados y el que necesitaba un par, no tení­a más que ir probando cuál le quedaba bien a su vista y esos compraba y el propietario con toda bondad le decí­a: «Â¿í‰se es su número?, magní­fico.»

Al quedar terminado el Palacio de Ayuntamiento, tení­a 172 varas de frente y cien de fondo. En la parte frontal y en la parte de arriba, se encontraba una torre cuadrada, donde se tuvo la idea de colocar un reloj; frente a la torre estaba colocado labrado en piedra un escudo de armas de la ciudad de Santiago de Guatemala, y un poco más abajo, sobre una piedra bien labrada, la inscripción siguiente: «Plaza de la Independencia, 15 de Septiembre de 1821, primero de su libertad».

Este escudo era una de las prerrogativas que el Gobierno español habí­a concedido a la ciudad y por esa razón se mantuvo en perfectas condiciones, haciendo recuerdos de las amarguras, dulzuras y sinsabores que habí­a costado su construcción.

A principios del siglo pasado, la construcción se veí­a lenta, sin prejuicio de la infinidad de deficiencias que habí­a; los desagí¼es a flor de tierra, el agua completamente escasa, infinidad de calles y avenidas, bien trazadas pero angostas, con cercos de chichicaste, flor de izote y otros enredos como el quiebracajete y otras florecitas; no habí­a luz, alumbrándose por la noche con manojos de ocote, o bolas formadas con trapos, las que mojaban con gas. Por las noches, no se oí­a otra cosa que los serenos cuando llegaban a las once de la noche a decir: «Las once y sereno».

Las oficinas que ocupaban el Portal del Señor o Palacio del Ayuntamiento eran: Administración de las Casas de Beneficencia y del Servicio Fúnebre; el Juzgado de Policí­a y Ornato, la Biblioteca Municipal y el Registro Civil.

En la parte interior se encontraban las oficinas municipales; al lado derecho, el despacho del señor Alcalde Primero, seguidamente las oficinas de las dependencias menores y la secretarí­a.

Esta institución contaba con una manzana de terreno, de manera que con el correr de los dí­as se iban arrendando algunos salones para nuevos establecimientos, y en la 6a. avenida se arrendó el Teatro Excélsior, así­ como el llamado «Cien Puertas», y llegando a la 5ª. calle la escuela de San José Calasanz. El presidente Vicente Cerna fundó en ese lugar un asilo para niños pobres, pero al llegar a la presidencia el general Justo Rufino Barrios clausuró la escuela y ordenó que se abriera un colegio que se le nombró El Progreso, el cual estuvo bajo la dirección del maestro Buenaventura Murga.

Más tarde en esos lugares estuvo la Casa Nueva, sin tardar mucho tiempo, y en la 5ª. calle y 6ª. avenida se fundó la segunda demarcación de la Policí­a Nacional; en la 7ª. avenida estuvo el Conservatorio Nacional de Música; la Escuela Práctica de Señoritas y por último la Dirección General de Telégrafos.

CATíSTROFE

En el Ayuntamiento, no faltaban personas que deseaban que el Señor que se encontraba en gran veneración, fuera retirado y después de infinidad de protestas y salvedades, logran su intento y dan comienzo a desbaratar lo que tení­a casi un siglo de estar en el Palacio Municipal, llamado más bien Portal del Señor.

Algunos miembros de la comuna disponen llevar el cuadro al Palacio Arzobispal, teniendo una gran sorpresa, ya que al abrir la puerta, la persona que iba a recibir el cuadro habí­a sido Sí­ndico Municipal, y en esos momentos era nada menor que el Sacristán Mayor y con el correr del tiempo llegó a ser Arzobispo Metropolitano. NO poco turbados por la sorpresa, entregan el cuadro y algunas prendas de su popular culto, colocándolo en lugar prominente en la Catedral Metropolitana.

Cuando menos se pensaba, el cuadro fue enviado al Sagrario y en los primeros dí­as no se sabí­a absolutamente nada porque no se anunció el cambio de lugar; preguntaban por la imagen y preguntaban en el Palacio Arzobispal por su ubicación.

Se les informaba dónde habí­a sido colocado, a la entrada del Sagrario. La gente recordaba la profecí­a que decí­a que una gran catástrofe se vení­a para Guatemala, consistente en un gran terremoto, si el Señor del Portal era trasladado. Se decí­a que si se quitaba el cuadro del Señor, y si se botaba el Portal para hacer uno mejor, sucederí­a algo extraordinario, tal como sucedió con los terremotos de 1917 y 1918.

Con miras al progreso, la Municipalidad dispone el derrumbamiento del Portal, llamado del Señor, para construir uno que se ajustara a las necesidades municipales.

Pasó mucho tiempo desde que se habí­a decidido, pero el 17 de noviembre de 1917, se retomó en concreto la idea, y se empezó a derrumbar el Palacio Municipal, y llevaban casi la cuarta parte demolida, cuando el 25 de diciembre de 1917, se lleva a cabo el primer terremoto y casi lo derrumbó completamente.

Con el segundo terremoto, del 3 de enero de 1918, se destruyó en su totalidad. Hoy dí­a, sobre lo que fue el Portal del Señor, se ubica lo que conocemos como Palacio Nacional de la Cultura.

FUENTES: Asturias, Miguel íngel. «El Señor Presidente»; Acuña Garcí­a, Augusto. «Las calles y avenidas de mi Capital y algunos callejones». Urruela Villacorta de Quezada, Ana Marí­a (ed.) «La Nueva Guatemala de la Asunción. 230 años de historia».