LA HERRADURA Y LAS CIRUELAS


César Guzmán
cesarguzman@yahoo.com

Estaba un dí­a un padre con su hijo arando en el campo y dijo aquél a éste:

–Hijo, mira esa herradura que has desenterrado, recógela y guárdala.–

–No vale la pena agacharse por esa herradura vieja y oxidada– contestó indiferente el muchacho.

El padre en silencio la recogió y la guardó en su alforja. Por el camino cercano pasó otro agricultor, quien le cambió la herradura por un puñado de cieruelas muy frescas y rojas.

Siguieron arando. El sol brillaba alto y faltaba mucho terreno por surcar.

El muchacho tení­a tanta sed que ya casi no podí­a seguir a su padre. Este entonces dejó caer disimuladamente una ciruela, la que el chico recogió en el acto y comió con avidez. Poco después el padre dejó caer otra ciruela que corrió la misma suerte, luego otra y otra hasta que se acabaron.

El padre entonces se volvió sonriendo y dijo:

Ves hijo, si te hubieras agachado una sola vez a tomar la herradura, no hubieras tenido que doblarte tantas veces para recoger las ciruelas.–

Todo trabajo, por pequeño que parezca,

si es realizado a tiempo evitará

fatigas posteriores.