La hambruna llega


Los explotadores del petróleo están produciendo la hambruna en las poblaciones del mundo en forma despiadada, desesperante y de impredecibles reacciones sociales. Ellos sabí­an que es un recurso agotable del subsuelo y que tiene que llegar a su fin. ¿Por qué entonces no invirtieron sus ganancias exorbitantes en tener el sustituto de otro género? Ahora siguen acrecentando sus riquezas cometiendo el delito de lesa humanidad de causar pobreza y hambruna mundial con el alto costo del barril de petróleo cada dí­a.

Santiago Villanueva Gudiel

No debe de excusarse a los explotadores y naciones productoras del petróleo como también a los gobernantes del pasado, todos son responsables de no haber descifrado los signos de los tiempos de bonanza con hechos de imperecedera excelencia; así­ como también no prevenir los tiempos de violencias, crueldades, y calamidades que vendrí­an por no haber tomado medidas de justicia humana a su tiempo.

La llegada de la hambruna ha sido un presagio en los últimos veinte años para naciones como la nuestra, que ha dado muestras de pobreza y desnutrición en lugares como Camotán en Chiquimula, y otros de Totonicapán, Alta Verapaz, Sololá y Quiché, con más altos í­ndices de pobreza, y por consiguiente de hambruna y mí­nimo desarrollo. Ahora existe la amenaza de generalizarse en todo el paí­s por causas que vienen de fuera de los paí­ses, como también por falta de humanitarismo de los connacionales.

La hambruna está a la vista en las puertas de la mayorí­a de viviendas, ya se sufre mentalmente y se siente en el estómago de todas las clases sociales: campesinas, obrera y media por el precio de los combustibles vehiculares, y del gas propano hogareño, y por consiguiente del transporte de mercaderí­a, pasaje de personas, y del trigo y maí­z para el pan y las tortillas, los frijoles, el arroz, el aceite y el azúcar, además de los otros artí­culos de primera necesidad que proceden del agro, la industria y el esfuerzo nacional.

La desnutrición a sido evidente a diario en la población escolar de los establecimientos de enseñanza primaria pública, en donde el Estado, desde hace algunos años ha tratado de atenuarla dando un vaso por dí­a a cada alumno de algún nutrimento discutible, cambiante y de manera intermitente, puesto que es por algunas semanas de los diez meses del ciclo escolar, menos nada durante los feriados, huelgas, asambleas permanentes (paros de labores), y las vacaciones de los educadores públicos que se suceden cada año. Como se dice por los campesinos en el Oriente del paí­s: que «mientras crece el pelillo, se muere el burro».

Los avisos de la hambruna los hemos tenido durante estos últimos años de vivir dentro de una era de violencia en los hechos callejeros de asaltos, robos, muertes y destrucciones de todas clases. No hay localidad ni familia que haya quedado ajena a la violencia.

Simultáneamente nos ha tocado vivir también la era del terrorismo globalizado que impulsa guerras encubiertas o guerrillas, y las abiertas de naciones contra otras en un desgaste de vidas humanas y de la economí­a de los pueblos por alcanzar y mantener poderes hegemónicos del narcotráfico también globalizado, que despersonaliza al ser humano, convirtiéndolo en esclavo al servicio del mal familiar, social y fí­sico a quienes llegan a caer en sus redes. Y por mal añadidura o colofón, las deportaciones de los Estados Unidos del norte agravando allá las situaciones de los emigrantes de quienes depende el sustento de millares de familias en otros paí­ses. ¿Es esa la ayuda que como buen vecino se recibe de los Estados Unidos de Norteamérica?

Como la hambruna es mundial se le ha de hacer frente con medidas hemisféricas y regionales, como Centroamérica, México y el Caribe, afinando en las cumbres de Jefes de Estado las mejores polí­ticas para lograr encontrar las soluciones pertinentes, y demandar de las Naciones Unidas un accionar favorable a nivel mundial para que las naciones y explotadores del petróleo moderen su producción y precios; y que produzcan o apoyen la creación de su sustituto. Si no es así­, ¿para qué sirven los presidentes de gobierno, tantas organizaciones mundiales y la UNE?