La Guatemala del futuro


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Hoy la gran mayoría de nuestros niños nacen dentro del círculo generacional de la pobreza y literalmente se mueren de hambre y los que no se mueren se alimentan de una forma tan deficiente que no les permite desarrollar sus mentes y cuerpos para lograr un crecimiento integral. No se les ofrece una educación de calidad que les empiece a allanar el camino de la vida de manera que, con esfuerzo y entrega, les permita terminar en mejor posición de la que vinieron al mundo.

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt


La Guatemala de hoy nos ofrece hospitales y centros de salud en los que la gran mayoría de médicos y enfermeras hacen lo mejor por salvar a los pacientes, pero sin contar con el mejor equipo, ni con instalaciones suficientes para atender dignamente a los enfermos, ni con insumos suficientes e incluso, hasta sin medicinas; y todo porque en el sistema de salud, más importan los contratos de medicamentos que el paciente en sí.

El país cuenta con un ejército de maestros que en medio de precariedades y limitaciones hacen durante todos los días del ciclo escolar su mejor esfuerzo por enseñar a nuestros niños algunos conocimientos que les permitan dejar de ser solo mano de obra barata en un país que está necesitado de más mano de obra calificada.

Hoy nos dicen las autoridades que el número de agentes de la Policía Nacional Civil va creciendo y que eso nos ayudará a combatir la inseguridad, pero nos preocupamos solo por tener cantidad y no calidad; además, hemos dejado por un lado la dignificación del agente y la reforma policial, acciones que nos deberían permitir que quien arriesga todos los días su vida reciba al menos una remuneración acorde a su labor y pueda desempeñar la misma en condiciones decorosas.

En medio del mar de impunidad, existen jueces honrados en las diversas ramas del derecho que todos los días tratan de ejercer su mandato alejados de las presiones y las tentaciones que representa la independencia judicial, entiendo que la justicia tiene un efecto reparador importante en el dolor que dejan los hechos de violencia, además de cumplir un papel de escarmiento y precedente para transmitir que, quien la hace la debe pagar.

Y así se pueden ir enumerando cualquier cantidad de situaciones. Si usted piensa que estamos mal, imagínese cómo vamos a llegar a estar con la situación que atravesamos y que se pondrá peor con la aprobación de los bonos y los préstamos, que aunque ya estuvieren presupuestados, se suman a la deuda.

Guatemala sigue gastando más de lo que ingresa o recauda y la deuda sirve para pagar otras deudas, para pagar el funcionamiento y para honrar los acuerdos que desde las campañas se pactan y que básicamente, tienen como único sustento la corrupción. En el país, llevamos años contrayendo deuda que no precisamente sirve para invertir en la gente y en algunos de los temas ya enumerados.

Por eso es que si usted piensa que estamos mal, pregúntese cómo será la Guatemala del futuro en donde cada vez habrá menos dinero para la educación de nuestros niños, para combatir el hambre, para mantener y mejorar los hospitales y centros de salud, para pagar a los maestros, médicos, a los policías, a los jueces y un largo etcétera.

Y la solución será recortar, sacrificar de nuevo a la gente que ha estado y siempre va a estar acostumbrada a vivir siendo un cero a la izquierda en una sociedad que prefiere que su gente se vaya a ganar la vida a otro país y nos inunden con sus remesas para mantener las apariencias de una economía “sólida”.

A eso le debe sumar que la impunidad no habrá mejorado mucho y los aparatos ocultos se fortalecerán más en un año (y lo podrá ver en la forma en que se elegirá a los magistrados en el 2014) y que por tanto, la certeza del castigo será inexistente motivando a la delincuencia común (ganan más que el salario mínimo) y a la delincuencia de cuello blanco (ganan más que quienes le pegan al gordo en la lotería), en la que los financistas y funcionarios de turno saldrán siempre ganando.

Y todo esto pasará, porque usted y yo, no hacemos nada para detener esta espiral, de la que, hoy por hoy, el país no tiene salida.