La crisis económica que tanto afecta a la sociedad ha evidenciado lo perentorio de los recursos derivados de petróleo, lo dependiente que el mundo moderno es y cómo los precios de estos recursos influyen en todos los países. La vida moderna depende y estimula el consumo de energía, los costos de producción, transporte y servicios se ven afectados, dependiendo de la demanda de búnker, diésel y gasolinas a nivel global.
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La generación eléctrica en muchos países, incluyendo Guatemala, se hace en buena parte a base de petróleo. Los contratos de generación contienen cláusulas que trasladan el aumento de costos al consumidor casi inmediatamente, lo que afecta la producción local y la exportación. En otras palabras, los cogeneradores simple y sencillamente trasladan el aumento de costos y de paso ajustan y aumentan sus utilidades.
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El recién iniciado presidente de Estados Unidos, Barack Obama indicó, durante su campaña y mantiene el criterio, que la dependencia y el consumo de derivados de petróleo es una prioridad reducirlo, logrando la disminución del costo de vida de su país, mejorando su posición económico social a nivel mundial, para lo cual promueve la generación eléctrica alternativa, sea hidráulica, eólica, nuclear y solar.
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Brasil, desde hace años, ha dedicado un enorme esfuerzo a la producción alternativa de combustibles, estimulando la sustitución del consumo de gasolinas; buena parte de los automóviles se mueven totalmente a base de etanol. Tiene instaladas destilerías de aceites que procesan higuerío y otras oligenosas para reemplazar el uso del diésel.
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El presidente ílvaro Colom prometió que durante su gestión se iniciaría la construcción de por lo menos dos grandes hidroeléctricas que sustituirían la generación a base de petróleo, hidroeléctricas que están planificadas y determinado dónde hacerlas desde 1980, época en que se construyó, por el Estado, Chixoy.
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Al sacar a licitación Xalalá, no hubo oferentes y se postergó el inicio de una urgente necesidad que le garantice a los guatemaltecos, no sólo el suministro confiable, sino la rebaja de la tarifa eléctrica, y del costo de producción de todos los bienes de consumo que son parte de la economía nacional, de la canasta básica. Qué va a hacer el gobierno de Guatemala para que esta promesa, esta necesidad pueda convertirse en realidad en el futuro.
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Las alternativas no son muchas. Pretender que una empresa o un consorcio privado construya la hidroeléctrica, negocie la compra de los terrenos que el proyecto requiere y que opere y se autopague a largo plazo, no ha sido una oferta atractiva.
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Recurrir a préstamos internacionales por miles de millones de dólares como fue la forma en que se financió la construcción de Chixoy, en un momento tan crítico como el actual, es poco factible. Preguntémonos qué otras alternativas tenemos, analicemos cómo es que otros países de América Latina han logrado financiar la construcción de obras tan importantes como una hidroeléctrica del tamaño que se plantea es Xalalá y otras similares.
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Que bueno sería que los grupos de pensamiento: Asíes, el Cien o las asociaciones empresariales, comerciales, financieras, agrícolas, industriales o cooperativistas plantearan una respuesta.