La Galerí­a de los Espejos



Las pinturas recuperaron sus colores originales, las molduras el dorado, los bronces el brillo: al cabo de una gigantesca obra de restauración, la Galerí­a de los Espejos, joya del Palacio de Versalles (cerca de Parí­s), ha recuperado su esplendor de antaño.

Por vez primera desde su construcción en 1684, la célebre galerí­a fue objeto de una restauración «desde el suelo hasta el techo», indica a la AFP Fréderic Didier, arquitecto jefe de los monumentos históricos franceses, que dirigió los trabajos.

«La obra duró tres años. Nos llevó tanto tiempo restaurar la galerí­a como a Charles Le Brun pintarla», recalca.

Las obras costaron 12 millones de euros, financiados por mecenazgo.

La galerí­a restaurada fue inaugurada el lunes por la ministra francesa de Cultura, Christine Albanel. El público, que siempre pudo visitarla por sectores pese a las obras, podrá descubrir el resultado total de esta restauración a partir del miércoles.

La Galerí­a de los Espejos, originalmente denominada Gran Galerí­a, debe su nombre a los 357 espejos que adornan sus paredes.

La enorme sala «ha recuperado su esplendor, pero guardando al mismo tiempo la huella del tiempo que pasa», dice Didier. «Hemos limpiado y restaurado, pero no era nuestro papel rehacerlas como nuevas», agrega.

En la obra, de la que sólo la fase de documentación duró un año, además de los tres de trabajos, intervinieron 40 restauradores. La tarea de éstos consistió en limpiar, retirar restauraciones anteriores, consolidar, «aunando los procedimientos más modernos con las técnicas tradicionales propias del siglo XVII», explica el arquitecto.

Ochenta por ciento de los mil metros cuadrados de pinturas que ornan la cúpula habí­a sido repintado en sucesivas restauraciones parciales realizadas a los largo de tres siglos.

«Hoy hemos encontrado los originales de Le Brun», que era «un gran colorista y un gran artista», añade.

Le Brun, primer pintor de Luis XIV, quiso hacer en esas pinturas –dice Didier– «un recorrido simbólico. El azul de sus cuadros se aclara a medida que se avanza del Salón de la Guerra al Salón de la Paz. De eso no era posible darse cuenta antes», según el arquitecto.

Les restauradores encontraron otras sorpresas. Por ejemplo, se habí­an rellenado aperturas situadas detrás de algunas decoraciones del techo, lo que reducí­a el efecto barroco.

Todas las restauraciones «fueron realizadas después de un estudio comparado de los archivos y de los análisis de lo que habí­a en el lugar. Ho hemos inventado nada», insiste el arquitecto.

La única decisión sobre la que tuvo que votar el consejo cientí­fico concierne el entablamento de la cornisa. «Estaba pintado de gris, blanco y oro, y no encontramos trazas testigos de las capas antiguas. Agregamos vetas para producir un efecto de mármol, por lógica arquitectural».

En cuanto a los espejos, presentados desde el origen como una vitrina de la pericia francesa, «nos preguntamos si no se trataba de un engaño y si no procedí­an de Venecia», cuenta Didier. Pero «no encontramos trazas del pedido de compra». Un análisis cientí­fico permitió demostrar que el silicio de los mismos viene de Normandí­a.

Finalmente, se instaló un nuevo sistema de iluminación y se reemplazaron los 700 metros cuadrados de parqué.

Paralelamente, fueron modernizadas las normas de seguridad de la galerí­a, que fue visitada el año pasado por cuatro millones de personas.