La fuerza interior es la que nos impele a seguir adelante, aunque el fortunio no pueda ser nuestro momento. Esta nos da un estirón a nuestro decaído ánimo, nos sugiere que muchas veces las cosas no saldrán como nosotros planificamos. Que la existencia del dolor es inevitable, pero, que aún con dolor podemos obtener una esperanza.
Así que nuestra fuerza interior podría ser una manera de autoconsuelo. También de ayuda a seguir el camino que nos hemos trazado en la búsqueda de nuestros tesoros. Nos ayuda con su perseverancia a no desmayar ante cualquier cosa.
En alguna ocasión tuve la oportunidad de oír a un sacerdote durante el transcurso de su homilía. í‰l decía como preámbulo para la misma: “la vida no es fácilâ€, y en ese momento me vino la sonrisa. El cura, señalaba algo que yo había descubierto por mí misma.
Todos tenemos incontables períodos que nos enfrentan a la angustia, la soledad, la tristeza, el desamor, el miedo, la cobardía, la rebeldía, la obediencia no merecida, en fin múltiples situaciones que nos conducen al disgusto y lo más probable, al disgusto con quienes somos.
Estos estados, nos traen la introspección, el análisis de cada uno de los eventos y el aprendizaje. La meta primordial en la vida, ha sido expuesta como el alcance de la felicidad. Pero ella, no es un objeto ni un lugar.
La felicidad se vive cada momento en esa misma lucha por atender nuestras dificultades. En el empeño que ponemos para cumplir nuestros sueños. En el ejercicio de nuestra voluntad y libertad interna. Que pese a los designios de otros, de que es inútil seguir en la perseverancia, nos atrevemos a continuar, a fallar, a nadar en contra de la corriente y a volar aún sin alas.
Para ello debemos tener una insoslayable fe; en la vida, en Dios, en la humanidad y también en nosotros mismos. El dolor puede llegar a ser vivido como una manera de injusticia, pero al trascender al mismo, nos estamos dando la oportunidad de ser felices, de utilizar nuestra fuerza interna hasta sus últimas consecuencias.
Al vivir con fe, convivimos con nuestra pasión por la existencia. Nos convertimos en artistas, al considerarnos artífices en la vida. Contactamos con nuestro ser, aunque no lo conozcamos ni podamos definir de un todo.
Nos sabemos fuertes y dignos con deseos de crear, amar, comprender, compartir y salir de un mundo de tinieblas que nos condena a la victimización. Y cuando uno cree que ya no existe ninguna esperanza, algo nuevo surge que nos la devuelve y nos da una nueva oportunidad de creer y crecer. De anunciar al mundo que nos encontramos vivos y que aún no hemos muerto.
Disipamos nuestros temores, conjuramos al amor, a la vida, a la fe y a la esperanza. Nos atrevemos a realizar lo difícil, a alcanzar lo pensado inalcanzable, a observar el horizonte. Erguidos, tenaces, vibrantes, valientes y también amorosos.
En lo que respecta a lo expresado con anterioridad, desearía citar algunas frases en relación: “Todo parece imposible hasta que se hace†–Nelson Mandela– / “Somos del mismo material del que se tejen los sueños; nuestra vida está rodeada de ellos†–William Shakespeare– / “En tiempos de crisis no hay nada más rebelde que sentirse bien†–Juan Villoro–.