…la nobleza del hombre (y de la mujer)
reside precisamente en (la) capacidad de autoconciencia
y esa autoconciencia, además, es la meta no material
de la evolución material…
Niko Kazantzakis
Hace algunos años, unas palabras inspiradoras del decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso, produjeron una revolución dentro de mí. ¡Nunca más volví a ser el mismo!
Simplemente dijo:
«Si quieres hacer felices a los demás, sé compasivo (con los demás)».
«Si quieres ser feliz tú mismo, sé compasivo (contigo mismo)».
¡Nada más! ¡Nada menos!
Por fin comprendí aquella frase en el Gólgota, cuando Jesucristo dijera: «Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen». Esa es la esencia cristiana: ver en el otro no al malvado, sino al equivocado; verme a mí mismo en el otro y en sus circunstancias…
A partir de ahí, una fascinante exploración dentro de mí mismo me ha llevado hacia una de las vetas más ricas y escondidas del alma humana. Sólo la profundidad del amor y la trascendencia del perdón se le comparan. En sí, el amor, el perdón y la compasión constituyen un trino complementario. Son el camino hacia la verdad, hacia la belleza y hacia la bondad, elementos constituyentes de la sabiduría; incluso, de la santidad.
En la vida cotidiana, popular y tradicionalmente, se interpreta a la ligera el sentido de la compasión en su acepción superficial, como un sentimiento unilateral de lástima hacia otra persona o grupo de personas por la pena que padecen.
Sin embargo, en un estricto sentido, la compasión es el recurso más alto del alma humana. En esencia, es mucho más que solo sentir preocupación. Es sentir un deseo sincero de ayudar. Es solidaridad. Es cooperación. Es complementariedad. Implica sentir la pena del otro ?que es mi semejante? y de lo otro ?que no es mi semejante, pero es sensible? como propia. Empero, la compasión es eso y algo más.1 Es, también, regocijarse con el bien del otro y de lo otro; compartiendo con el otro y con lo otro el objeto de su bienestar cual si fuera algo propio. Como dijera Mateo, el evangelista, es «llorar con los que lloran y reír con los que ríen», pues, yo me realizo plenamente solo en la medida en que el otro y lo otro se realizan. Ello implica, por lo tanto, acompañar-con-pasión-al-otro-y-a-lo-otro, tanto en sus alegrías como en sus tristezas. Solo así «la compasión» empieza a cobrar su verdadero esplendor.
Igualmente, la costumbre es expresar compasión hacia terceros, mas, nunca hacia sí mismo. Como si uno mismo no necesitara compenetrarse de sí mismo, o sea, de los propios momentos de alegría o de angustia; de felicidad o de dolor. Acaso, ¿el perfecto e infalible es uno y por ello no necesita de la compasión para superar el círculo vicioso de la alegría o de la angustia; de la felicidad o del dolor? ¿Por qué uno habría de creerse el non plus ultra de este mundo o, por el contrario, la nimiedad más insignificante que haya existido? Compasión es, por consecuencia, estar atento de sí mismo de forma integral, pues, consciente de mi precariedad y de mi vulnerabilidad debo preocuparme de mi comportamiento y de mi situación personales igual que del desenvolvimiento de mi entorno social y natural, puesto que es el contexto en que me desenvuelvo, que me necesita y necesito para alcanzar la realización de mi dignidad humana.
La compasión implica, entonces, entender, comprender y aprehender la realidad de la vida de las personas y la de uno mismo en el complejo ámbito bio-socio-psico-ético-cultural en que se desarrollan en su conjunto. Especialmente, porque es tan frágil y azarosa la naturaleza dual del ser humano ?unidad dialéctica de instinto y razón?, de por sí corta y ardua la vida individual al mismo tiempo, que es de sentido común ser comprensivos con sus flaquezas, sin vanagloriarse innecesariamente de sus circunstanciales fortalezas. Por lo mismo, hay que ser humilde ante la eventualidad del triunfo, porque, no pocas veces, el triunfo solo enmascara la derrota. De ahí devienen el altruismo, la paciencia, la tolerancia y la lealtad. O sea, la capacidad de proyectarse sentimentalmente en la situación del otro y de lo otro mediante la práctica sincera y honesta del deseo de gozarse de sus buenaventuras y de ayudarlas en sus desventuras, justamente porque al hacerlo se coadyuva a la expansión y desarrollo intemporal del microcosmos humano.
Esa es la idea-fuerza que me hace vivir, sobre todo mi convicción de que hay un pequeño grano de compasión enterrado en el corazón de los hombres y de las mujeres. No hay más que ayudarlo a crecer, a florecer, y dará sus frutos. Por ello, solo por ello es que aun no he perdido la esperanza en un mundo mejor.
1De acuerdo con Milán Kundera, en su novela La insoportable levedad del ser, todos los idiomas derivados del latín forman la palabra ’compasión’ con el prefijo ’com’ y la palabra ’passio’ que significaba originalmente ’padecimiento’. Esta palabra se traduce a otros idiomas, por ejemplo al checo, al polaco, al alemán, al sueco, mediante un sustantivo compuesto de un prefijo del mismo significado, seguido de la palabra ’sentimiento’; en checo: sou-cit; en polaco: wspól-czucie; en alemán: Mit-gefuhl; en sueco: med-kansla.
En los idiomas derivados del latín, la palabra ’compasión’ significa: no podemos mirar impertérritos el sufrimiento del otro; o: participamos de los sentimientos de aquel que sufre. En otra palabra, en la francesa pitié (en la inglesa pity, en la italiana pietá, etcétera), que tiene aproximadamente el mismo significado, se nota incluso cierta indulgencia hacia aquel que sufre. Avoir de la pitié pour une femme significa que nuestra situación es mejor que la de la mujer, que nos inclinamos hacia ella, que nos rebajamos.
Este es el motivo por el cual la palabra ’compasión’ o ’piedad’ produce desconfianza; parece que se refiere a un sentimiento malo, secundario, que no tiene mucho en común con el amor. Desde esa perspectiva, querer a alguien por compasión significa no quererlo de verdad.
En los idiomas que no forman la palabra ’compasión’ a partir de la raíz del ’padecimiento’ (passio), sino del sustantivo ’sentimiento’, estas palabras se utilizan aproximadamente en el mismo sentido, sin embargo, es imposible afirmar que se refieren a un sentimiento secundario, malo. El secreto poder de la etimología ilumina la palabra con otra luz y le da un significado más amplio: tener compasión significa saber vivir con otro su desgracia, pero también sentir con él cualquier otro sentimiento: alegría, angustia, felicidad, dolor. Es, como se diría comúnmente, ponerse en los zapatos del otro, pues el otro puedo ser yo mismo en las circunstancias del otro. Esta compasión (en el sentido de wspólczucie, Mitgefuhl, madkansla) significa también la máxima capacidad de imaginación sensible, el arte de la telepatía sensible; es, en la jerarquía de los sentimientos, el sentimiento más elevado. Desde esta otra perspectiva, querer a alguien por compasión es quererlo de verdad, porque solo se ama lo que se entiende y solo se entiende lo que se conoce. ¡Ah!, no olvidando que ese alguien puedo ser yo mismo.