La fractura de glaciar, una señal de alarma para el futuro


El iceberg gigante que se desgajó de Groenlandia la semana pasada mandó una nueva «señal de alarma» a los cientí­ficos sobre los peligros de un deshielo acelerado de los glaciares de la isla y de una subida catastrófica del nivel del mar.


De una superficie superior a 250 km2 -cuatro veces la talla de Manhattan- el inmenso bloque de hielo deriva tranquilamente hacia el sur desde el 5 ó 6 de agosto y podrí­a bloquear temporalmente la circulación en el estrecho de Nares, entre el oeste de Groenlandia y la isla canadiense de Ellesmere, aunque sin llegar a constituir una amenaza para los grandes mercantes.

Más alarmante, según los expertos, resulta que esta fractura del glaciar Petermann -la más importante registrada en el írtico en los últimos 50 años- deja entrever unas consecuencias potenciales para el calentamiento en Groenlandia.

«Es una señal que manda el írtico, conforme a los esquemas del calentamiento mundial», estima Ted Scambos, cientí­fico del Centro norteamericano de Datos sobre la Nieve y el Hielo, en Colorado.

«Una señal de alarma que recuerda que los cambios son perceptibles», agrega el especialista en glaciares Konrad Steffen, de la Universidad de Colorado, que supervisa los trabajos del GIEC sobre Groenlandia para el próximo informe de este panel intergubernamental de expertos climáticos, esperado en 2013.

El glaciar de Groenlandia retiene suficiente agua congelada como para aumentar por lo menos cinco metros el nivel de los mares en caso de deshielo, y las estimaciones sobre su posible subida de aquí­ al final del siglo no paran de revisarse al alza.

Hace unos años, el consenso entre las decenas de cientí­ficos especialistas del clima groenlandés atribuí­a gran estabilidad al casquete que se supone conserva su masa de hielo.

Los mismos consideran hoy en dí­a que el deshielo, fruto del calentamiento, conllevarí­a una elevación por lo menos de 50 cm a un metro de aquí­ a 2100, suficiente para sumergir las grandes ciudades costeras y echar a cientos de millones de habitantes de sus casas.

«El casquete sigue perdiendo volumen a un ritmo acelerado», asegura Steffen, contactado por teléfono. «Perdemos 350 km3 al año. Más del doble del hielo contenido en todos los glaciares alpinos».

La desintegración del Petermann -en la costa noroeste- en el mar es en sí­ mismo un proceso natural: cientos de glaciares groenlandeses de todas las tallas vierten en los fiordos el exceso de hielo que producen y, de vez en cuando, estas lenguas que se precipitan al agua acaban rompiéndose.

«También hay que tener en cuenta la variabilidad natural y no atribuir todo al cambio climático», señala Ola Johannessen, de la Universidad de Bergen, en Noruega.

Pero esta brecha es excepcional por su tamaño y por otros aspectos más, señalan sus colegas.

Uno de ellos, su situación: «Sólo prestábamos atención al sur (de Groenlandia) pensando que no cabí­a preocuparse por el norte y ya no es cierto: el norte ha empezado a perder hielo al mismo ritmo», recalca Steffen.

El caso del Petermann refuerza asimismo un principio de consenso entre los cientí­ficos: la principal causa de deshielo de los glaciares es el hecho de el es océano el que está más caliente y no la temperatura del aire.

Para Ted Scambos, es una mala noticia porque el océano tiene una «memoria» más larga que la atmósfera.

«Una vez calentado el océano, su inercia es muy superior a la del aire», confirma Steffen: decenios los océanos, diez dí­as el aire. «Percibir los cambios lleva años, pero cuando llegan, perduran», advierte.