La forma en que la historia juzgará a Barack Obama


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Después de limpiar el confeti por la victoria del martes en el marco de las elecciones más caras y largas de la humanidad, después de haber vuelto a hacer historia tras ser electo con un índice tan alto de desempleo desde Franklin Roosevelt y después de demostrarnos que las campañas se ganan más con estrategia que con dinero, al presidente Barack Obama aún le queda una titánica tarea para cambiar la forma en que se hace política y se ejerce el poder en un país que está más fraccionado que hace cuatro años.

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt/ Washington

Barack Obama fue el candidato que encendió pasiones en 2008, porque fue capaz de despertar en el mundo la importancia que tiene el ejercicio del deber ciudadano cuando durante su primera campaña nos dijo que no solo creyéramos en su habilidad para cambiar la política, sino en la habilidad que todos y cada uno de los ciudadanos del planeta tenemos para incidir y demandar un cambio que empieza por nosotros mismos y termina con los políticos.

Y así, hace cuatro años ganó de forma aplastante a un partido republicano que, en aquel tiempo, además parecía pagar lo que ocurrió durante la época de George Bush que dejaba una economía al punto del colapso, dos guerras en Medio Oriente cargadas a una tarjeta de crédito sin forma de pago y un sistema desregulado que incentivaba la codicia humana.

Pero mientras para el mundo la victoria de Obama era un hecho histórico y encomiable porque un miembro de una de las minorías accedía por primera vez al poder en la potencia número uno, para el partido republicano era una afrenta al Status Quo y ello dio paso a uno de los radicalismos más grandes en la historia política, el Tea Party.

Motivados exclusivamente por el deseo de impedir que Obama lograra la reelección, el Partido Republicano se olvidó que para ganar en política, en algún punto el electorado va a pedir soluciones, va a demandar compromiso y sobretodo, va a requerir que los problemas de la Nación se enfrenten como dijo el Presidente electo el martes: “Independientemente de que cada quien perseguirá el cumplimiento de sus sueños, somos una sola familia americana y nos levantamos y caemos juntos como una sola nación y un solo pueblo”.

Al radicalismo se le debe sumar el ingrediente que nunca un presidente había ganado contra tanto poder, dinero y odio usado en su contra. Desde ya Obama debe luchar contra una corriente republicana que se ha dedicado a destruir más que a proponer, a la que el radicalismo le sirve para recaudar dinero, pero no para incidir en los puntos clave de la agenda mundial. Los republicanos se deben reinventar para incidir de forma positiva en el espectro político de Estados Unidos y del mundo.

El partido demócrata, de la mano de Bill Clinton, logró reinventarse para que su mensaje tuviera un sustento real, una base sostenible que le diera vida a una ideología que pregona que mientras nos preocupemos en darle oportunidades a todos aquellos que estén dispuestos a luchar por ellas, vamos a estar mejor y en la que los que más tenemos, estamos llamados a contribuir un poco más por el bien de todos, pero sobre todo por el propio.

Para los republicanos, presentarse de forma conservadora acreditando ser millonarios, hábiles para los negocios, capaces de generar empleo y ganancias, políticamente ya no les está alcanzando porque históricamente el trickle down economics ignoró a las minorías y a una clase media que ahora le dan la ventaja a Barack Obama, quien de nuevo, no perdió estrepitosamente con los blancos.

No se debe entender que la reelección de Obama es un cheque en blanco para quienes creen en un Gobierno paternalista. Claramente el Presidente de los Estados Unidos ha dicho que las oportunidades deben ser para aquellos que luchan por ellas, aquellos que están dispuestos a sudar la gota gorda, comprometerse y luego devolver para los que vienen atrás, tal y como pasa con los migrantes de nuestra Guatemala.

La victoria del martes compromete a los demócratas y al Presidente a buscar acuerdos en base a soluciones que tengan el sustento real y suficiente para tener la viabilidad necesaria que permita que las propuestas se conviertan en acuerdos que faciliten el seguir adelante. La economía en Estados Unidos va avanzando, pero caminaría mejor si se dejaran por un lado las posturas obtusas.

En 2008 Obama ofreció que iba a cambiar la forma en la que se hacía política en Washington, pero no sabía a lo que se iba a enfrentar; no tenía noción que el radicalismo y el Tea Party estaban dispuestos a hundir a su partido y a su país, solo con la intención de lograr que Obama no se reeligiera.

Hoy ya no hay excusa. Obama lo sabe, las mentes detrás de su éxito electoral, David Axelrod y David Pluff, también. Hoy es momento de celebrar para ellos y para los que pensamos que lo que hagamos de la mano, siempre será mejor que lo que hagamos divididos, pero mañana, es momento de ejecutar, de cambiar las cosas, para que el modelo pueda seguir adelante. Lo dijo Obama luego de ganar: “la gente votó por acción, no por la política de siempre”.

A eso es a lo que se enfrenta Barack Obama, esa es su cita con la historia y ésta lo medirá en base a su habilidad para romper el estancamiento que generan diversas corrientes de pensamiento político. Y así como en 2008 logró despertar la pasión en la gente, ahora necesita despertar su gente, su gente que quiso cambio y que ahora quiso que el país siguiera caminando para adelante, además de aquellos que sin haberle dado su voto están hartos de la política, lo acompañen para lograr enfrentar de forma bipartidaria los retos estadounidenses del presupuesto y su déficit, del sistema fiscal y la creación de políticas que permitan un crecimiento económico, temas que se repiten a lo largo y ancho del mundo.

Si Obama no logra romper ese estancamiento que hay en Washington, sus campañas y presidencias, no pasarán de convertirlo en un excelente candidato y un buen presidente, pero no como la persona que se propuso y logró cambiar la forma de hacer política en el mundo.

La victoria de Obama no significa que los sectores privados a lo largo y ancho del planeta sean el problema, al contrario, con una actitud responsable y visionaria son la solución, pero es necesario que demos un poco más porque ya no basta solo generar sin tener una visión que nos permita expandir las oportunidades y generar mercado.

Para un país como el nuestro la lección es enorme. Porque en un país con tanta necesidad, con tanta gente pobre que siempre paga las consecuencias más caras y lo vemos ahora con el terremoto, con tanta gente que quiere pero que no puede por sí sola, el mensaje es claro: Los ciudadanos debemos entender que tenemos un papel que jugar, que tenemos una capacidad de incidir en un cambio positivo tanto como nos lo propongamos y segundo, pero no por ello menos importante, que en esto debemos estar todos juntos porque en la medida que estemos dispuestos a entregarnos un poco más por nuestro país, podemos y debemos cambiar.