La Flagelación


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Entre las imágenes que desfilan en la solemne procesión de Penitencia en Viernes Santo, de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de los antigüeños, iglesia de la Merced en Antigua Guatemala, pasan inadvertidas, dos que representan el duro e inhumano castigo de la Flagelación. Una de pie y la otra tratándose de incorporar de las baldosas ensangrentadas, sin fuerza física y el cuerpo hecho dolor.

POR MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.
Ex Cronista de Antigua Guatemala

ESPALDA:
Fue atado de manos a una columna para que la espalda quedara al descubierto y en forma curva, ideal para infligirle el castigo ordenado por Pilatos. En ambas imágenes, el escultor respetó los cánones de la figura humana y trató de exponer cómo quedó la espalda destrozada, después de recibir la crueldad de los azotes  que sin piedad descargaron los verdugos expertos en ese oficio.

PIES:
La postura de los pies, muestra la fuerza cómo se afianzaron a las baldosas para resistir cada azote. Enrique Pérez Escriche, narra en su libro El Mártir del Gólgota que “Los sayones amarraron a Jesús en la columna, rasgando  su traje por la espalda hasta enseñar las carnes.

ROSTRO:
En aquel momento doloroso el doloroso semblante de Jesús respiraba una mansedumbre infinita; sus ojos contemplaban con dulcísima expresión a los verdugos. El lictor hizo una señal con la mano y los verdugos comenzaron su afrentosa y terrible tarea.”

 
La otra imagen, representa el momento cuando Jesús trató de incorporarse, después de haber desfallecido de dolor y quedarse sin aliento. También sobresale la espalda totalmente destrozada, como una pedagogía cristiana de su dolorosa y sangrienta pasión, que sólo por amor pudo haber sucedido.

La imagen trata de arrastrarse con dificultad,  hasta encontrar algo que le sirva de apoyo para incorporarse. “Cuando lo desataron de la columna, Jesús cayó desfallecido a los pies de los verdugos; pero ni una queja, ni una reconvención  se escapó de su boca. ¡Dios te salve, rey de Judea! Exclamaba uno, azotando el rostro de Jesús con las duras y ensangrentadas correas que aún conservaba en sus manos…” nos vuelve a describir Pérez Escriche.

El legado artístico de los imagineros de la muy noble y muy leal ciudad de Santiago de Guatemala, es impresionante por su expresión natural, que junto con la belleza que regala cada imagen, es uno de los tesoros que la distinguen y que cuidan con celo los miembros de las Hermandades de Pasión.  Quien las observa, queda fascinado y le despierta el sentimiento de horror por tan cruel castigo.

La flagelación era un castigo severo que dañaba, no solo la espalda sino los órganos vitales. Se aplicaba a  los delincuentes  previo a su ejecución. Su origen se pierde en el tiempo. Hay quienes encuentran indicios en la Biblia contra los siete hermanos Macabeos,  otros en la costumbre y leyes judías y romanas. Los antiguos la calificaron como el mayor castigo para la persona humana y a pesar de que en los tiempos modernos se habla de los derechos humanos, aun se aplica.

  “La flagelación es tan vieja como la Humanidad. Era una de las crueldades que la mente humana concibió para dañar a sus semejantes. Pero los romanos la perfeccionaron para hacerla lo más dolorosa y sangrienta posible, hasta lograr convertirla en un procedimiento tan cruel, que era temida en todo el Imperio romano. La utilizaban como medio de castigo para con los esclavos, criminales y traidores, ya independientemente, ya previa a la crucifixión.”

  La flagelación era el preámbulo a toda ejecución. En el caso de Jesús, Pilatos que sí creía en su inocencia, lo mandó a flagelar como castigo por hacerse llamar Rey y atentar contra el Poder del Emperador Tiberio. “Le castigaré y luego lo soltaré” fue la orden que dio. El resultado fue todo lo contrario, porque cuando lo presentó al pueblo físicamente destrozado, éste prefirió la libertad de Barrabás y a gritos pidió su crucifixión.  Esa es la razón de por qué muchos autores creen que Jesús fue flagelado dos veces. Una por castigo y otra porque las leyes romanas ordenaban que,  previa a la ejecución,  el reo debía de ser  flagelado para aligerar su muerte.

  El castigo consistía en amarrar las manos del reo a la argolla de una columna truncada. Estar totalmente desnudo y mantener abiertas las piernas para que el cuerpo formara una curva y dejara la espalda vulnerable para recibir toda clase de golpes. Los lictores –que aplicaban el castigo–  eran verdugos expertos y usaban para los  grandes castigos el flagrum que consistía en tres  correas que terminaban con unos huesecillos de carnero llamados astrálagos y que causaban severos daños. Las leyes judías determinaban el número de azotes pero la romana no.

   “El efecto del flagrum al caer sobre el cuerpo era desastroso: Las correas penetraban como cuchillos que cortan y desgarran todo lo que encuentran a su paso: piel, grasa, músculos, nervios, vasos sanguíneos…, que en pedazos saltan y salpican por todas partes, junto con un profuso sangramiento que se produce bañándolo todo, inclusive a los verdugos. Los trozos de hierro o hueso puntiagudos, así como la pesita del extremo, al caer sobre el cuerpo, machacan, perforan; y como la pesa de hierro de la punta, a causa de la inercia, hace que las correas se agarren al cuerpo, después del golpe de caída, al tirar violentamente, arrancan trozos de carne, que saltan del cuerpo o quedan colgando de él en jirones; de tal manera que el efecto del flagrum es como una garra de hierro que arranca la carne (piel, músculos, venas…) a zarpazos. Así podemos entender cómo una sentencia de castigo, era “flageladlo hasta desnudar los huesos”.

   Se cree que a Jesús le dieron treinta y nueve azotes. Trece en la espalda y trece en cada uno de los hombros. Otros multiplican la cifra y la llevan a miles de golpes. Si es así, lo que dejaron de Jesús, fue un guiñapo de carne maltratada en un reguero de sangre. No quedó la mínima figura humana, porque si los golpes fueron en la espalda, no se escaparon otras partes del cuerpo.

  La pérdida de sangre fue abundante hasta dejarlo exangüe con dificultad de permanecer de pie y con un temblor permanente del cuerpo.  

  Enrique Pérez Escriche, en su libro El Mártir del Gólgota, nos lleva al pretorio para que con nuestra imaginación, vivamos lo que Jesús sufrió en esa afrenta dolorosa.

  “…en aquel momento horrible solo se escuchaba el silbido de las espinosas varas al caer sobre las ensangrentadas espaldas de Jesús, y los gemidos dolorosos del Divino Mártir que murmuraba a la vez en voz baja, perdónalos…”

  “Cuando lo desataron de la columna, Jesús cayó desfallecido a los pies de los verdugos, pero ni una sola queja, ni una reconvención se escapó de su boca.”

  La Virgen que seguía desde lejos la afrenta y el castigo a su hijo, “…se desmayó y fue auxiliada por San Juan, María Magdalena, María Cleofás, Marta y Salomé. Fue llevada a casa de Serafia.”

   En la solemne y majestuosa procesión, de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de los antigüeños, de la Merced de Antigua Guatemala, el Viernes Santo por la mañana, desfilan siete imágenes en bulto que representan pasajes relevantes de la Pasión de Jesús.  La Oración del Huerto, cuando Jesús desfalleció y sudó sangre.

Jesús del Prendimiento, cuando le amarraron las manos y de rey pasó a ser reo. San Pedro en dos imágenes que se alternan cada año. Una de pie y otra de rodillas, en el momento cuando escucha que  le canta el gallo  y se arrepiente de negar por tres veces a su Maestro. Jesús de pie atado a la columna que muestra el daño recibido en la espalda y que ilustra esta reflexión. Jesús tirado en las baldosas entre un reguero de sangre.

El Ecce Homo, sentado sobre una piedra, con la espalda destrozada por el flagelo y cubierta con un manto burdo, en una mano sostiene una caña por cetro y en la frente, una corona de espinas que le hacen derramar más sangre y por último vestida de blanco, la Verónica sostiene el lienzo con el que le limpió el sudor cuando iba en la Calle de la Amargura y Él en pago le dejó su rostro estampado.

Dilectos médicos se han dedicado al estudio y análisis científico de “las tensiones psíquicas de la Pasión”;  “Estudio médico-legal de la Pasión”; “Las lesiones traumáticas de la Pasión.”; “La herida del corazón de Jesús”; “Cómo ha sido mi crucifixión”. Los doctores Antonio Hermosilla Molina escribió “La Pasión de Cristo vista por un médico”, el Dr. Antonio López Alonso: “La Muerte de Jesucristo vista por un médico creyente.”

Y el año del 2009, el doctor Francisco Ortega Viñolo de la ciudad de Almería España, en el Pregón de Semana Santa, nos habló de “La Pasión y Muerte de Cristo a los ojos de la Medicina del Siglo XXI.” Dilectos médicos se han dedicado al estudio y análisis científico de “las tensiones psíquicas de la Pasión”;  “Estudio médico-legal de la Pasión”; “Las lesiones traumáticas de la Pasión.”; “La herida del corazón de Jesús”; “Cómo ha sido mi crucifixión”.

Los doctores Antonio Hermosilla Molina escribió “La Pasión de Cristo vista por un médico”, el Dr. Antonio López Alonso: “La Muerte de Jesucristo vista por un médico creyente.” Y el del 2009, el doctor Francisco Ortega Viñolo de la ciudad de Almería España, en el Pregón de Semana Santa, nos habló de “La Pasión y Muerte de Cristo a los ojos de la Medicina del Siglo XXI.”

   “Las  correas de cuero del flagrum taxillatum, cortaron en mayor o menor grado la piel de Jesús en todo su cuerpo: la espalda, el tórax, los brazos, el vientre, los muslos, las piernas. Las bolas de plomo, caídas con fuerza sobre el cuerpo de Jesús, hicieron toda clase de heridas: contusiones, irritaciones cutáneas, escoriaciones, equímosis y llagas. Además, los golpes fuertes y repetidos sobre la espalda y el tórax, provocaron, sin duda, lesiones pleurales e incluso pericarditis con consecuencias muy graves para la respiración, la marcha del corazón y el dolor.”

   “Pero si en la parte externa Jesús quedó irreconocible por las heridas y por la sangre,  en el interior de su organismo sufrieron también lesiones muy graves órganos vitales, como el hígado y el riñón. Los golpes fuertes sobre la zona renal, instauraron sin duda, una disfunción en los riñones. Lo mismo podemos decir sobre el hígado, donde provocaron también una disfunción del mismo. A esta disfunción o insuficiencia hepato-renal, junto A mayor pérdida de sangre, fueron acompañadas de cambios electrolíticos y de otros parámetros biológicos con todas las consecuencias gravísimas para la supervivencia.” “La disminución de la volemia por la nueva y abundante pérdida de sangre, aumentaron más gravemente la disnea o dificultad  respiratoria, comenzada en Getsemaní.

Esta disnea se aumentó todavía más, si cabía, por los golpes en la espalda y el pecho que afectaron a órganos respiratorios y que además la hicieron dolorosa. Una hipercadmia muy seria estaba instaurada, Jesús tenía graves síntomas de asfixia. La hipotensión arterial comenzada en Getsemaní y aumentada con la desnutrición y la nueva pérdida de líquido corporal y de sangre, le dejaron materialmente sin fuerzas. Jesús no se tenía.
Sin duda cayó, al desatársele las cuerdas, sobre el charco de sangre que había salido de su cuerpo. No olvidemos que todo esto recayó sobre una dermis y epidermis sensible al dolor después de la hematidrosis….Jesús era SOLO DOLOR.”

 Observada desde esta perspectiva, la imagen de la Flagelación que va en la procesión de Jesús Nazareno de los Antigüeños el Viernes Santo, nuestra apreciación de la Pasión  es diferente  y nos acerca más al drama del Gólgota.