Después de que terminó la euforia por el Campeonato Mundial de Fútbol, salen a luz algunos oscuros aspectos de la FIFA, un cuerpo cerrado que no rinde cuentas a nadie, no permite que se conozca cuánto ganó en el torneo realizado en Sudáfrica -como en los anteriores- ni el destino de ese dinero, además de que dicta reglas a su antojo, tiene su propio régimen de aplicar justicia y no acepta que sus miembros -federaciones nacionales y regionales- recurran a los tribunales de sus respectivos países.
 La Copa Mundial de la Federación Internacional de Fútbol Asociado, presentada y sentida masivamente como una disputa entre naciones que ponen en juego la honra y la dignidad nacional, es un negocio privado, controlado por pequeños grupos de personas que explotan el patriotismo y fomentan rivalidades en su mercadeo.
Las aseveraciones resumidas en los párrafos anteriores son parte de las declaraciones de Ariel Damo, profesor de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, Brasil, graduado en educación física y doctorado en antropología social, que ha publicado tres libros sobre el tema y se suma a una creciente cantidad de investigadores académicos que estudian el fútbol.
Según el doctor Damo, citado por el periodista Mario Osava de la agencia de noticias IPS, la FIFA explota la ambigí¼edad y la creencia de que es una institución multilateral e intergubernamental, aunque sea privada, y se vanagloria de contar con más miembros que la ONU (208 frente a 192). Ese cuadro institucional, sin control del Estado y la sociedad, favorece la corrupción, como lo han denunciado otros analistas, tal el caso del investigador social Andrew Jennings.
No es fortuito que la sede de la FIFA se encuentre en Suiza, cuya legislación flexible permitió la impunidad en un caso de sobornos denunciado por este periodista escocés, que incluía «propinas» ofrecidas por la International Sport and Leisure, que negociaba derechos televisivos y publicidad que maneja la federación mundial del balompié.
Según la investigación de Damo, en las federaciones que comandan el fútbol en todo el mundo suelen eternizarse los dirigentes, a lo que no escapa el deporte federado de Guatemala, lo cual también propicia la corrupción. Basta recordar que la FIFA fue presidida de 1974 a 1998 por el brasileño Joí£o Havelange, quien antes dirigió la confederación de su país durante 16 años. Su sucesor, el suizo Joseph Blatter ocupa el cargo desde 1998.
El fútbol se ha tornado tan importante para la vida de miles de millones de seres humanos y se ha convertido en un negocio tan gigantesco que su gobernanza tiende, también, a atraer la atención no solo de investigadores académicos, sino de estadistas como el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien sugirió limitar el tiempo de mandato presidencial en la confederación de fútbol de su país a ocho años, como hacían los sindicatos laborales bajo su liderazgo en la década del ´70. Ricardo Texeira, yerno de Havelange, preside esa organización desde hace 21 años.
 Pero la expansión global del fútbol, un triunfo que legitima el poder de la FIFA, le resta importancia y repercusión a la corrupción e interferencias del comando futbolístico en decisiones nacionales, como la construcción de estadios y la forma de organizar la Copa Mundial, cuando no son medios de información o periodistas deportivos los que ocultan esas irregularidades, que, como lo corrobora la antropóloga Simoni Lahud, de la Universidad Federal Fluminense, de Brasil, no pueden ser controladas por los Estados ni la sociedad.
 (El aficionado Romualdo Tishudo, quien el domingo vio la final del Mundial de Fútbol en un restaurante concurrido por simpatizantes del equipo de Holanda, al concluir el partido a favor de España y en alusión al molusco cefalópodo Paul, que «vaticinó» el triunfo hispano, escuchó a un holandés gritar airadamente: -¡Ve que pulpo más hijo de la gran pu…lpa!).Â