Gustavo Adolfo Wyld
La primera edición de La fiesta del Chivo data de febrero de 2000. Nueve años de vida, en términos de supervivencia literaria, es una muy corta edad. La fiesta del Chivo posee un marcado sustento histórico, pero permanece fiel a sus particularidades genérico-literarias y a su naturaleza de obra de ficción. En este sentido, sobra decir que no es sensato someter una novela ?esta u otra? a una verificación histórica total porque dejaría de ser lo que es. Una obra literaria no reproduce la realidad, sino la representa; pero, aun así, viene a ser menos controvertible que un documento histórico, ya que es válido cuestionar en este, hechos, fechas, datos. Históricamente, podemos dudar de la existencia de Alejandro Magno o Cristo, pero no es posible negar los sucesos literarios: Sancho Panza es el escudero de don Quijote, Juan Pablo Castel mató a María Iribarne, Sherlock Holmes es hombre soltero, Gregorio Samsa se despierta transformado en un insecto.
Toda construcción narrativa se basa en una realidad espacial (incluso interior), pero esto no significa necesariamente que sea una reproducción exacta de ella. El novelista, el cuentista y el dramaturgo construyen un mundo autosuficiente, territorio donde habrán de pervivir y moverse sus personajes.
De los datos históricos que nutren La fiesta se derivan sus elementos ficcionales. Los tiempos y espacios se entreveran y conectan con las experiencias y perspectivas de cada personaje, cuya principal fuente nutricia es el pasado 1 . La presentación de los sucesos (sintaxis narrativa) es ordenada; se da por bloques: 1) Urania, 2) el Chivo y sus sicarios, 3) los conspiradores. En el primero está el despliegue novelesco que comentaré al final, después de mostrar algunas características de la novela.
El esperpento. Este recurso creado por Valle Inclán sirve para ridiculizar a algunos personajes y recargar la realidad con rasgos grotescos. También lo utilizaron Asturias, Carpentier, Roa Bastos 2 en novelas semejantes. Ilustremos con una reflexión que hace, en La fiesta del Chivo, Agustín Cabral sobre la figura de Henry Chirinos, colaborador de Trujillo, a quien apodan el Constitucionalista Beodo (2000:268):
«… la enorme barriga había entreabierto la bata y latía con flujo y reflujo acompasados. Cabral imaginó aquellos intestinos dedicados, tantas horas en el día, a la laboriosa tarea de deglutir y disolver los bolos alimenticios que tragaba esa jeta voraz.»
La pérdida de la identidad. El decaimiento individual y la extinción de los rasgos propios de una comunidad por miedo al déspota son temas recurrentes en la novela, y en cualquiera de dictadura. Uno de los conspiradores (2000:189-190) piensa en
«… lo endiablado del sistema que Trujillo había sido capaz de crear, en el que todos los dominicanos […] participaban como cómplices […] el Chivo había quitado a los hombres el atributo sagrado que les concedió Dios: el libre albedrío.»
El tema del servilismo cobra intensidad en la novela y acarrea el de la humillación. Chirinos, embajador de Santo Domingo en Washington, narra cómo el Chivo, en una fiesta, elevó su copa y lanzó una pregunta a un vasto auditorio de hombres (2000:74):
«¿Saben ustedes cuál ha sido la mejor de todas las hembras que me tiré?» Después de una pausa halló la cara de Froilán, uno de sus ministros, y dijo: «¡La mujer de Froilán!». Chirinos cierra el relato: «…don Froilán había heroicamente […] festejado con los otros la humorada del Jefe.»
Hay una descripción viva y detallada de los crímenes y las torturas llevadas a cabo por el régimen del Chivo, lo que hace de la obra un documento estremecedor. Por ejemplo, Ramfis, hijo del Chivo, y Abbes, jefe del Servicio de Inteligencia Militar, torturan diariamente a Miguel íngel Báez, un hombre que había confirmado a los conspiradores el paso del automóvil del Chivo el día en que lo ametrallaron. Modesto Díaz, su compañero de celda, cuenta (2000:436) cómo a ambos los alimentaban con un apestoso plato de harina de maíz. A las dos o tres semanas, les sustituyen este plato de harina por otro de carne. íngel y Modesto, mordidos por el hambre, se atragantan. El carcelero entra poco después y le dice a Báez que Ramfis quería saber «si no le daba asco comerse a su propio hijo». Báez le responde: «Dile […] a ese inmundo hijo de puta, que se trague la lengua y se envenene». El carcelero se echa a reír y se va. Al rato vuelve y les muestra «una cabeza juvenil que tenía asida por los pelos.» Horas después, Báez moría de un ataque al corazón.
Las cárceles de Santo Domingo se asemejan a un infierno de corte dantesco. Los torturadores al servicio de Trujillo corresponden a los lacayos del diablo; y este, al Chivo, a quien se le llama la Bestia en repetidas ocasiones. He aquí la descripción de una de las prisiones (2000:429):
«Atravesó un pasillo [..] con celdas donde había racimos de hombres desnudos […] Se sintió mareado por un olor acre, punzante, a excrementos, vómitos y carne chamuscada. Pensó en el Infierno.»
Los castigos aplicados a los reos también guardan alguna similitud con el Infierno de Dante. El caso de Báez se equipara al del conde Ugolino. Al Chivo se le ofrendan víctimas para saciar su sed de sangre 3.
Al principio aludí a la importancia de los episodios donde aparece Urania, la hija del senador Cabral. La novela termina con el retorno de Urania a Santo Domingo, 35 años después de su experiencia con Trujillo, y el atroz relato que le hace a la tía Adelina. Le cuenta cómo, cuando ella tenía 14 años, su padre [hermano de Adelina] la había entregado al generalísimo Trujillo para que la desflorara, a cambio de que éste le devolviera el «don» de su amistad.
Al revisar este bloque narrativo nos percatamos de que la fuerza o debilidad del régimen del Trujillo novelesco radica en su propia potencia o impotencia sexual. El Chivo, hombre de 70 años, abusa de una niña de 14 años que ignora por qué el hombre más «importante» del país la ha invitado a una fiesta: la celebración de su vileza. El Chivo, excitado por la cercanía de Uranita durante el baile, tiene una erección. Lleva a la niña a su habitación (2000:505): «El abuelo y la nieta rumbo a la cámara nupcial».
El libro presentará los pormenores del encuentro. Yo sólo diré que el Chivo, debido a su problema prostático, no alcanza el clímax deseado. Iracundo, desflora con indignidad y por otro medio a Uranita. Ella dice que, por terror, ha obedecido las exigencias del Chivo (2000:507) y que a él le sucedía algo «ahí abajo». Tenía los ojos enrojecidos de rabia, «como si ella le hubiera hecho un daño irreparable». Urania cuenta (2000:509) cómo el Chivo empezó a llorar, no por ella ni por lo que le había hecho, sino «por su próstata hinchada, por su gí¼evo muerto». Y revela la tremenda verdad: el poder del Chivo radica en su capacidad de violar doncellas (2000:510):
«Le hablaba a Dios. […] O al diablo. Rugía y rogaba. […] La cruz de sus hijos, las conspiraciones para matarlo […] Pero, no se quejaba de eso. í‰l sabía fajarse contra enemigos de carne y hueso. Lo había hecho desde joven. No podía tolerar el golpe bajo, que no lo dejaran defenderse. Parecía medio loco, de desesperación. Ahora sé por qué. Porque ese gí¼evo que había roto tantos coñitos, ya no se paraba. Eso hacía llorar al titán. ¿Para reírse, verdad?»
Concluyamos. La novela se enriquece con la ironía. El procedimiento de ridiculizar al tirano ha surtido efecto. El autor ha sacado a relucir el ejercicio de una floja potestad cuya única fuerza consiste en aprovecharse de la indefensión de las víctimas y en perseverar gracias a la sumisión y cobardía de sus incondicionales. En todo caso, la paradoja ha logrado su propósito.
BIBLIOGRAFíA
Asturias, Miguel íngel. 1966. El Señor Presidente. 5a. ed. Buenos Aires, Losada. 274 pp.
Vargas Llosa, Mario. 2000. La fiesta del Chivo. México, Alfaguara. 518 pp.