La disparada de los precios del oro están provocando una nueva fiebre por cazadores de este tesoro, que en pleno siglo XXI hurgan los suelos del oeste de Estados Unidos, con un perfil e ímpetu que los diferencia de sus antecesores.
En la tienda de equipos de minería de Dan Ware, no se quejan, y es que en este comercio ubicado en Apache Junction (Arizona), al pie de las Montañas de la Superstición, un antiguo lugar sagrado para las tribus indígenas a 60 km al este de Phoenix, la máquina registradora de la caja está más activa que nunca.
Ware, presidente del club de los «Cazadores de Tesoros de las Montañas de la Superstición», que tienen sus propios filones, afirmó que el número de integrantes del grupo creció de 70 a 400 en los dos últimos años.
«Con mi esposa, estamos muy contentos», dijo sonriente.
La espectacular alza del precio del oro sumado al debilitamiento de los precios del dólar provocaron esta renovación por la actividad minera en el oeste de Estados Unidos: en 2000, la onza de oro fino se intercambiaba a 280 dólares y desde principios de este año una barra del metal dorado supera los mil dólares.
Por 75 dólares, los miembros del club de Ware pueden explorar en terrenos públicos todo lo que quieran, luego de firmar un permiso en el que se les pone al tanto de los peligros por las culebras, los animales salvajes y lo peligroso de las cuestas.
Las Montañas de la Superstición fueron escenario de una de las leyendas más conocidas del oeste americano del siglo XIX, «Lost Dutchman Gold Mine», un punto mítico en el que se encuentra un filón repleto de oro pero que solo lo conocen los Apaches, quienes lo protegen celosamente de los forasteros.
Actualmente pocos cazadores creen en la posibilidad de toparse con ese escenario mítico de la mina; la mayoría de los afiliados al club de Ware parten por unas horas como exploradores asumiéndolo como un pasatiempo que con un poco de suerte les permitirá llegar en mejores condiciones a final de mes.
Desde finales del año pasado es que comenzó esta fiebre del oro en la región, apuntó Steve Robertson, que dirige otra empresa de equipos de exploración en Mesa, un suburbio de Phoenix.
«Es el resultado combinado de una economía en crisis y de personas que quieren ganar un poco de dinero divirtiéndose. Es graciosamente más barato que el golf», garantizó Robertson tras precisar que las herramientas básicas para partir en busca de un granito dorado no pasa de los 36 dólares.
Hace 50 años que Robertson inició su búsqueda del tesoro, en 47 de los 50 estados del país, donde sostuvo que halló oro en 44 de estos estados.
«Ninguna otra cosa se parece a la fiebre del oro. Una vez que te da la fiebre del oro, siempre tendrás la fiebre del oro», alerta.
Aunque corren tiempos en que hay que buscar de verdad, no como antes cuando era cuestión de tirar la mano para sacar una pala repleta de pepitas brillosas. Ahora, muchas veces hay que remover toneladas de piedras para ver brillar el oro sobre la herramienta de extración.
«Nosotros intentamos desesperadamente explicarles (a los miembros del club) de lo que se trata cuando compran sus equipos», comentó Dan Ware.
El perfil de un explorador del año 2008 es ni más ni menos que una persona jubilada: «Algunos piensan en «La Quimera del Oro». Vieron fotos de sus abuelos y pensaron en que podía ser divertido», dijo.
Por su parte, Robertson advirtió a todos aquellos entusiasmados con revivir una película «western» y de un momento a otro hallar mil dólares en oro durante un fin de semana.
«Yo les digo a las personas que no renuncien a sus trabajos, si escuchan a quienes tienen experiencia en la materia, podrán tener suerte», afirmó.
Ware, un ex mecánico de la industria minera, afirmó haber encontrado entre 11 y 12 onzas de oro en una década y compara su hazaña con aquellos que practican la pesca: «No siempre se atrapa al pescado, hay que saber algunos trucos».