En definitiva el consumismo nos conquistó. Ocurre en tiempo muerto, pero crece sin medida en la época navideña, como queda demostrado año con año. Quien más, quien menos, siempre sucumbe ante la ola característica de fin de año, equivalente a un bazar, a modo de imán poderoso.
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Estoy convencido cuánto vemos y sentimos las necesidades básicas insatisfechas, sin embargo, no ganan terreno personal las experiencias a montones. Somos débiles en ese sentido por naturaleza, aunque sea de alguna manera caemos al final de cuentas en adquirir hasta lo innecesario.
Las ventas, a título de un panal de rica miel son prácticamente tomadas por asalto y no de manos de ladrones de toda laya. Y qué decir de almacenes, supermercados y demás, vuelve a registrarse la idiosincrasia de muy acentuada dimensión, consistente en dejar para última hora el afán.
De esa suerte ajena a la realidad imperante, sucede una transformación de la gente que anda en largas caminatas debido al infuncional transporte colectivo. Además en vehículos automotores causando el descomunal caos vial que afecta a residentes alejados del centro.
A propósito uno se pregunta, sabedor que las respuestas quedan en el aire sobre algunos ejemplos. ¿Presupuestó ya, o bien adquirió las kilométricas listas de útiles escolares? Inclusive implementos deportivos y calzado requerido por establecimientos de sistema educativo.
¿Está al día con sus impuestos, hoy en día más exigidos por las autoridades ediles y gubernamentales? ¿Satisfizo también sus compromisos monetarios a corto o mediano plazo? Porque cuando se alquila casa, o apartamento, es preferible evitar que caigamos en mora, así de sencillo.
Recordemos ahora que existe tan poca oferta de trabajo y mucha demanda del mismo, cómo en el campo laboral o de empleado público se corren competencias. Nuestra meta deberá ser conservarlo y así asegurar el diario acontecer del hogar, familia dependiente y los imprevistos.