La Feria de San Pedrito


Perdura esa denominación a través de los años. Linderos antañones enmarcados en la actual zona 5 capitalina. El templo, parque y su ceiba son í­conos que identifican el centro histórico de tan populoso sector. Menudean remembranzas como referentes y más de alguna leyenda tiene vigencia en el entorno dentro del imaginario colectivo.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

La feria de San Pedrito sigue firme en la tradición y acapara interés plural a finales de junio. Es atractivo general de los chapines. Asimismo la del Cerrito, Jocotenango y Santa Marta, que se ubican en diversas zona capitalinas. Con otro tango, vale decir nacional, se protagoniza una masiva, con aires modernos en el Parque de la Industria.

Es notorio por lo tanto dos posiciones. Un afán conservacionista en marcha, y también la clara tendencia del solaz en las instalaciones confortables mediante stands destinados al fomento del consumismo desbordante, a pesar de los avances del fenómeno apabullante de la crisis económica, calificativo real del momento que vivimos.

En pocas palabras, representan unas y otras, respectivamente, satisfactores para todas las apetencias y bolsillos. No caben contrapartidas de situaciones discriminatorias, racismo y similares, hoy en dí­a responsables directos del divisionismo «de ricos y pobres» y mantenimiento confrontativo, que a la larga causa deterioro social.

Tiene en común las ferias una evidente finalidad, de suyo invariable. Hacen factible la ocasión de conformar la recreación, sin duda alguna. Esto es bastante meritorio, si tomamos en cuenta que la recreación misma es un derecho poblacional, no sólo «pan y circo»:

A estas alturas, a parte de la feria de San Pedrito, se encargan de ganar a pulso tal ingrediente otros eventos. Justo cuando a una gran mayorí­a les afecta sobremanera la indetenible situación de violencia e inseguridad, tarjeta de presentación ingrata como indeseable del ambiente que llegó a quedarse así­, quién sabe cuánto más.

Por asociación de ideas y razones históricas de trascendencia, dicha feria se vincula a las manifestaciones que exhibieron mediante la voz popular su posición. Diversos sectores ciudadanos exigí­an la renuncia del presidente Jorge Ubico en aquellos dí­as de junio de 1944. Muchos participantes del evento, aparte de recibir tremenda golpiza terminaron en prisión.

En medio de aquella trifulca generada por las propias fuerzas policí­acas se armó tremendo revuelo. Bajo la acusación de desorden público y algo peor, el que constituí­an los capturados elementos del fascismo en Guatemala. Un deleznable argumento que aumentó el descontento y hubo de caldear más los ánimos en contra de esa represión.

Tremenda vapuleada propinaron a quienes capturaron y condujeron a prisión, sedientos de expresar irrespeto a los derechos humanos conculcados. En las ergástulas policí­acas como un estigma también fueron pelados a la rapa. Inclusive su fotografí­a y el fichaje consiguiente al pie, ganó espacios en la publicación: La Gaceta, de ingrata recordación.

A los acontecimientos en mención antecedieron las memorables manifestaciones tumultuarias donde el clamor general pedí­a la dimisión del gobernante Ubico. La infame represión en contra de la ciudadaní­a no respetó ni género ni edades. La maestra Marí­a Chinchilla se convirtió en una mártir connotada de esas luchas de junio.

Estos renglones conforman que la aludida Feria de San Pedrito es testimonio de aquellos dí­as gloriosos de junio del 44. La tiraní­a ubiquista, identificada como de los 14 años, llegaba a su término. Estos sucesos perdurables son puntales de nuestra historia nacional. De ahí­ el recordatorio de la tradicional Feria de San Pedrito.