La falta de reciprocidad en el trato


Según los dirigentes de Europa, la implementación de nuevas polí­ticas migratorias que permitirán mantener en la cárcel a los inmigrantes antes de ser deportados es una polí­tica adecuada a las circunstancias y que tratarán de explicar a los gobernantes de América Latina y Europa para evitar roces y problemas como los que planteó de entrada el polémico y esta vez muy certero Hugo Chávez al anunciar que no sólo podrí­a suspender ventas de crudo a Europa, sino revisar las polí­ticas que facilitan la inversión de capitales europeos en su paí­s.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando en España se realizaron los debates televisados entre Zapatero y Rajoy y abordaron el tema de la inmigración, comenté que la postura del Presidente español era sensata y congruente porque habló de la necesidad de entender las raí­ces del fenómeno de la migración e implementar programas de cooperación para fomentar desarrollo en los lugares de donde salí­an los inmigrantes. Sin embargo, la resolución de la Unión Europea al decretar que los sorprendidos trabajando sin papeles serán enviados primero a la cárcel y luego deportados, es algo que contradice lo que entonces dijo Zapatero y parece más propio de la visión xenofóbica de gente como Rajoy y Sarkozy.

El caso es que Europa, pero especialmente España, ha dirigido notable esfuerzo para realizar cuantiosas inversiones en América Latina aprovechando la oleada de privatización impuesta por el Fondo Monetario Internacional dentro de su llamado programa de ajuste estructural, comprando lucrativas empresas públicas que les permiten trasladar enormes ganancias a la casa matriz. Empresas dedicadas al negocio de la electricidad, la telefoní­a y otros servicios públicos, aprovecharon más que cualquier otra la ventaja que ofreció nuestro continente con la piñatización de los servicios públicos que abrió las puertas a negocios poco transparentes que por lo general hicieron en complicidad con polí­ticos corruptos de estas latitudes que no tuvieron ningún empacho para vender a precio de quemazón los activos, a cambio de jugosas comisiones que forman parte de la triste historia del ejercicio de poder en nuestros pueblos.

Ello sin mencionar que durante años y hasta por generaciones enteras, nuestras fronteras se mantuvieron abiertas para inmigrantes europeos que encontraron en esta parte del mundo generosa hospitalidad. La inmensa mayorí­a de quienes se acogieron a esas facilidades migratorias vigentes hasta la fecha, cuando los ejecutivos de las empresas vienen con nuevos aires de conquistadores, lograron posiciones de comodidad económica gracias a que nunca fueron perseguidos ni hostigados en su afán de trabajar. Se les facilitó todo para que con su trabajo pudieran prosperar y justamente eso es lo único que ahora muchos latinoamericanos que viajan a Europa desean.

En otras palabras, no se trata más que de buscar reciprocidad con lo que muchos europeos recibieron en estos paí­ses, y ello con la diferencia de que nunca empresas latinoamericanas llegaron a adueñarse de activos de los paí­ses de Europa para trasladar aquí­ las grandes utilidades obtenidas.

La historia nos muestra que hace cien años en estos paí­ses los servicios públicos los administraban empresas privadas que llegaban del extranjero para explotar jugosas concesiones. Con el tiempo y tras mucha explotación, vino la corriente de nacionalizaciones que acabó con esos negocios, hasta que la imposición del FMI forzó a la nueva privatización. Siempre he creí­do que la historia es cí­clica y viendo lo que hace Europa con sus inversiones y la forma en que trata a los latinoamericanos, no me sorprenderí­a que dentro de algunas décadas se vuelva a ver el péndulo moviéndose en la otra dirección.