La historia oficial y la oficialización de «historiadores» son dos formas de las que se han valido las clases dominantes para escribir la historia desde su punto de vista para decirnos quiénes eran «nuestros héroes», «nuestros episodios», que no deberíamos olvidar, «nuestros protectores» a quienes debíamos gratitud eterna, «nuestros maestros» cuyas lecciones siempre tendríamos que recordar, «nuestros artistas» que siempre debíamos admirar, etc.
Toda la juventud que se forma en las escuelas, colegios e institutos y en algunos centros de educación superior, ha tenido la tremenda frustración de no poder reconocerse en su propia historia.
Algunos de los textos escolares muestran la deformación de la historia que se enseña a los niños del nivel de educación primaria, en el sentido de entregar una visión abstracta de la historia de Guatemala, caracterizada por la secuencia de situaciones aisladas, especialmente batallas, héroes y personajes que individualizan los acontecimientos históricos.
Esto es lo que ha ocurrido con la historia de los personajes de la llamada independencia de España que año con año se celebra el 15 de septiembre. Algunas piezas de comunicación alusivas a la fecha promueven la acción demagógica sobre que estamos en la víspera de 188 años de libertad.
Para situarnos en una perspectiva más ajustada a la verdad, tenemos que recordar que la independencia de España solo fue un procedimiento formal, pero no constituyó una ruptura con el pasado.
La Carta Pastoral Colectiva, 500 años sembrando el Evangelio, que la Conferencia Episcopal de Guatemala dio a conocer el 15 de agosto de 1992, señala que «es bien sabido que la independencia de las naciones de América Latina, entre ellas Guatemala, fue realizada por los criollos, o sea los hijos de españoles nacidos en el nuevo mundo, para no tener que compartir con el Rey de España el fruto de la explotación de los indígenas y de las tierras ubérrimas. El pueblo permaneció en circunstancias lamentables de opresión y de ignorancia».
Desde el principio de la colonización, la Corona solo confió en los peninsulares, es decir los españoles nacidos en la metrópoli europea. El historiador Severo Martínez señaló en su momento, que los criollos siempre se sintieron despreciados porque no tuvieron acceso al verdadero poder colonial. Por eso junto con algunos peninsulares deciden la independencia el 15 de septiembre de 1821, pero ello solo fue un acto formal. La independencia fue una maniobra de los criollos, pues la estructura económica y social siguió igual. Para los indígenas, la independencia constituyó una comedia, pues ellos siguieron siendo víctimas de la opresión. y la discriminación.