Recuerdo los años de la niñez lejana cuando los poemas no se guardaban en los “iPads”, sino que en la mente de los uniformados estudiantes. Entonces nos enseñaron, en las clases de primaria, las obras de autores guatemaltecos. Entre ellos uno, que he tenido grabado, al menos el principio: “La tentativa de abatir al hombre/que por su ingenio y su virtud se eleva/Cantar deseo/Musa si propicia”. Supongo que todos evocarán la historia del arrogante león que buscaba al hombre para desafiarlo y cómo éste lo vence con astucia.
Una preciosa composición rimada con un profundo contenido psicológico. ¿El autor? Fray Matías de Córdova quien nació en Tapachula en 1768 y de temprana edad vino a estudiar al Convento de Santo Domingo en Guatemala (que estaba recién construido tras el traslado desde La Antigua). Aquí se ordenó sacerdote a 24 años y fue catedrático titular de Filosofía y Teología.
Fray Matías nació en las fronteras, en una frontera territorial y también en la frontera temporal. Era un poeta. Obvio. También fue un aclamado escritor de obras didácticas y otras como unos manuales con métodos pedagógicos innovadores para la mejor enseñanza de la lectura y escritura; fue protector de los indígenas y promovió también que “calzaran y vistieran como los españoles”. Claramente fue también un religioso, domínico, gran orador y un brillante teólogo. Sin embargo, todo ese despliegue académico no nos debe llamar a confusión proyectándonos la imagen de un plácido monje de convento, de un fraile “mínimo y dulce”. No. Matías era también un activo dirigente político quien, precisamente por sus cualidades personales, tenía mucha influencia en esos turbulentos tiempos de frontera en los que su estado natal, en tan solo 10 años, cambió de estatuto fundamental: primero como parte del imperio español, luego provincia de la recién independizada Centroamérica, posteriormente como estado independiente y por último como miembro de la federación mexicana.
En forma indirecta encontramos el nombre de Matías en nuestra Acta de Independencia. En efecto, en ese documento se hace referencia a los movimientos de Ciudad Real, Comitán y Tuxtla, en donde habían “proclamado y jurado dicha independencia” y, más aun “excitan a que se haga lo mismo en esta ciudad [de Guatemala]”. Pues bien, nuestro personaje era de los más dinámicos impulsores de esas proclamas (se cree que él mandó los despachos). Con sus sermones y arengas Fray Matías levantó al pueblo y provocó la primera chispa de la independencia que habría de plasmarse el 15 de Septiembre de 1821.
Era claramente un patriota. Ahora bien ¿Era chiapaneco, guatemalteco, mexicano? Cuando nació era ciudadano del reino de Guatemala pero de la provincia de Chiapas. Su más famosa obra la publicó en Guatemala en 1801 y por lo mismo aquí se le ha reconocido como un autor guatemalteco. En el desconcierto posterior a la independencia la región de Soconusco quedó al garete hasta que Santa Ana la ocupó de hecho en 1842 y 40 años después Rufino Barrios la reconoció de derecho como parte de Chiapas. Es claro que fray Matías se inclinó por la incorporación a la República Mexicana y en esa dirección encaminó sus afanes que culminaron con el plebiscito de 1824. Curiosamente la idea de una administración independiente le vino cuando los conventos domínicos en Chiapas se separaran de la dirección provincial de Guatemala para crear la Provincia Religiosa de San José de Chiapas (para ese efecto viajó a España en 1805).
Murió siendo prior del Convento de Santo Domingo en octubre de 1828. Se le recuerda como gran intelectual y “padre de la independencia de Chiapas”.