«Sin embargo, parecen ser invisibles ante el Estado y la Sociedad, quienes los ignoran por ser en su mayoría homosexuales». (Jorge López)
«Soy Esteban*, mi historia empezó cuando tenía 15 años. Yo trabajaba en una librería, pero necesitaba ganar más dinero. Una vez, mientras estaba en el parque central, me habló un chavo, a quien conociéndolo le pregunté en dónde trabajaba, pero él no quiso decirme. Al final accedió a enseñarme su lugar de trabajo y me llevó a la 5ª avenida y 5ª calle, de la zona 1, y me di cuenta que él era un trabajador sexual».
En el campo del trabajo sexual, al cual no se le debe llamar prostitución, se involucran personas que son parte de la diversidad sexual como homosexuales, transgénero, transexuales y lesbianas. Sin embargo, si el trabajo sexual femenino dirigido a hombres heterosexuales no es respetado, la utilización de niños y en su mayoría adolescentes varones, se constituye como explotación sexual comercial y muchas veces con discriminación.
¿Por qué están parados en la esquina?
Jorge Luis López, director de la Organización de Apoyo a una Sexualidad Integral frente al Sida, OASIS, explica que el hecho que muchos jovencitos recurran a su cuerpo como única fuente de ingresos monetarios u otros bienes, tiene sus orígenes desde el hogar. «Cuando el adolescente, es rechazado en su casa por tener tendencias diferentes, por la misma violencia intrafamiliar y en algunos casos por abuso sexual y huyen sin ninguna preparación académica completada o algo que les sirva para valerse por sí mismos, es lo que provoca en casi todos los casos que ellos se involucren al trabajo sexual», afirma López.
Lo que López indica, es un problema estructural que se origina principalmente por el desinterés del Estado en mejorar las condiciones de vida de la población, y por ende, el trabajo sexual pasa completamente desapercibido para ellos. «La falta de una legislación adecuada que proteja a todas las personas del trabajo sexual y que visibilice a los jóvenes homosexuales, hace que otras redes como de narcotráfico y trata de personas se aprovechen de ellos que no están acostumbrados a manejar sus recursos», agrega el especialista.
La mayoría de adolescentes que se encuentran en las esquinas del centro histórico por la noche, para obtener ingresos monetarios, posiblemente son vistos como «carne fresca», para sus clientes, debido a que son jóvenes. Pero luego, cuando los «chicos» han tenido contacto con la mayoría de sus «clientes», ya no son bien pagados. Ante ello los distribuidores de drogas les crean una adicción y se aprovechan de sus bajos ingresos y les ponen la consigna de seguirles dando los estupefacientes a cambio de que los vendan, explica el activista.
¿Quiénes son, en dónde están, cuánto ganan?
«Al principio me pareció que no era algo bueno, pero le pregunté a mi amigo cuánto ganaba y el me respondió: A cada uno le cobro cien quetzales y no siempre se tiene sexo. Entonces ahí fue donde la curiosidad me entró, y quise experimentar qué se sentía estar parado en una esquina para ganar dinero. Mi primera noche me dejó Q.800, y el segundo día hice Q.600. Lo mismo que me habían pagado en la librería en un mes, por tanto esfuerzo y maltrato», esto es lo que Esteban nos cuenta para demostrar por qué se involucró al trabajo sexual.
Sabrina Morales, del Programa de Atención, Movilización e Incidencia para la niñez y Adolescencia, PAMI, explica que la teoría que la pobreza es la principal causa no puede resultar del todo certera, ya que en Guatemala existen unas 10 millones de personas en estas condiciones, y no todas se dedican al trabajo sexual. Sin embargo, «es una problemática de género ya que afecta principalmente a mujeres, niñas y adolescentes mujeres. La mayor parte de explotadores sexuales o «clientes» son hombres. Pero eso no significa que los niños y adolescentes varones no estén expuestos al riesgo, ya que estos casos tienen en común que son procesos en los que una persona adulta induce, obliga o seduce al adolescente para tener contacto sexual con otras personas a cambio de dinero o cualquier otra retribución en especie.
Actualmente no existe un estudio que especifique cuantos niños y adolescentes varones están en condiciones de explotación sexual. Ante ello, al desconocer la cifra de víctimas se ignora si ellos sufren violaciones a sus derechos humanos, por lo que ninguna institución del Estado, ha demostrado interés específico en ellos. No obstante, la Asociación ECPAT (siglas en inglés), que trabaja el área de explotación sexual de niñas, niños y adolescentes, presentará a fin de año una investigación con datos más específicos sobre la situación de los adolescentes involucrados en la explotación sexual, informó María Eugenia Vilareal, representante de ECPAT.
Violaciones a los Derechos Humanos
«Estando ya allí, me intentaron matar varias veces hasta los mismos compañeros. Un hombre en especial, quiso asesinarme varias veces por haberlo rechazado. Luego me enteré que él ya había puyado a su ex pareja. Me apuntó con un arma en dos ocasiones, me acosó sexualmente, me persiguió por la calle y me utilizó para engañar a personas que él estafaba», cuenta Esteban.
El director de OASIS asegura que la situación de los jóvenes es sumamente alarmante, ya que la legislación de Guatemala prohíbe a un adulto sostener relaciones sexuales con personas menores de edad, por lo tanto ni siquiera se le debería llamar trabajo sexual, ya que un menor de edad teniendo relaciones sexuales con alguien adulto, está en un contexto de explotación sexual. Además, señala casos de abuso sexual, maltrato verbal e intimidaciones hacia los jóvenes, por el hecho de ser «hombres que se acuestan con hombres».
Por su parte, Morales explica que la Explotación Sexual Comercial, ESC, es una problemática en la que una niña, niño y adolescente se ve expuesto a todo un proceso de violencia, que va desde la manipulación psicológica hasta el asesinato de algunos infantes y adolescentes. «Hay un riesgo muy grande en considerar la ESC como trabajo. Esto nos hace enfocar la problemática desde la víctima pero hace que perdamos de vista al explotador que es un delincuente y transforma a los seres humanos en mercancía. Refuerza la idea de que todo se puede comprar y todo se puede vender, incluso las personas», señala la activista.
¿La Solución?
«Pasé seis meses, y después de todos los acosos, las amenazas hasta tuve que irme a El Salvador, en donde encontré también problemas de muerte, nunca quise denunciar en la policía nada, porque hasta ellos abusaban de nosotros. Al final de todo conocí a alguien que me ayudó, ahora estoy estudiando».
La solución de toda esta problemática es muy compleja, las acciones deben empezar desde el Estado, por lo que Morales y López insisten en adecuar la legislación, y aumentar el esfuerzo del Estado en mejorar las condiciones de vida de la población en general, y una campaña de concienciación sobre mayor educación sexual tanto a padres, maestros y sobre todo a las y los adolescentes, coinciden Morales y López.
«Después de todo, me quedó miedo de hasta salir de mi casa, y pasaba encerrado. Probé drogas, viví con un narcotraficante, pero al final logré salir. Todo me enseñó a hacerle frente a la vida, y buscar la solución a mis problemas».
*El nombre del joven fue cambiado.