La evolución social (I)


Durante los últimos años, paulatinamente hemos visto un cierto despertar de grupos, organizaciones e individuos que participan y expresan sus opiniones en quiénes deben ser las personas que se designen o elijan a cargos como la Corte Suprema de Justicia, los magistrados de las cortes de Apelaciones, el Ministerio Público, la Contralorí­a General de Cuentas, la Corte de Constitucionalidad y otros.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Quienes al respecto se han manifestado son la muestra de una evolución social que es de esperar continúe su aumento y de esta manera la sociedad civil, la sociedad en general, se comprometa con la responsabilidad que tiene y conlleva que la Constitución y demás leyes establezcan que para elegir o designar a los titulares en esos puestos, no sólo existan comisiones de postulación o nominación sino que las mismas reciban y perciban que poco a poco los sectores, asociaciones o personas individuales emiten opinión respecto a quienes aspiran y a quienes deben ser los que ocupen los puestos señalados.

 

Quienes se han manifestado no son infalibles, ni obligatoriamente las únicas personas que deberí­an de manifestarse, pero mientras la mayorí­a no se manifieste tampoco podemos criticar que una minorí­a lo haga, así­ es la democracia. Es por analogí­a lo mismo que sucede con los ciudadanos que votan, que se abstienen o incluso que votan nulo en una elección general. En la democracia la mayorí­a que vota u opina o los que apoyan, critican, censuran o avalan a las comisiones postuladoras o nominadoras son los que influyen y en parte deciden.

 

En las comisiones propiamente, cada quien es responsable individualmente de su actuar. Pretender decir que todos los rectores o decanos de las universidades existentes en el paí­s son las mejores personas serí­a olvidarse de lo falible del ser humano. Unos están mejor calificados, mejor preparados que otros, así­ sucede.

 

Nadie duda que en los colegios profesionales, en las asociaciones y organizaciones estudiantiles también se producen grupos, alianzas de diferente naturaleza, algunas estimuladas por la cúpula empresarial, por las cámaras que integran CACIF o por grupos de profesionales afines que al igual que una cadenita, se enlazan, se tejen y se jalan los unos a los otros. Basta analizar algunos de los nombres para saber de inmediato de dónde provienen, qué afinidades o qué interés les une y mientras les funcione no dejarán de hacerlo. El estí­mulo es el beneficio de grupo, de sus patrocinadores y de sus intereses, por supuesto, el ideal serí­a que se buscara el beneficio de la colectividad, el progreso en común y no del grupo o sector en particular o individual.

 

Otros se asocian por generación, por estrato social o incluso por pertenecer a una u otra universidad. Es imposible descartar que también haya afinidades por tendencia polí­tica, por partido o incluso por afinidad a los diferentes gobiernos. No es un secreto que durante el Gobierno de ílvaro Arzú, el PAN y algunos de sus diputados o miembros del Club de Parí­s se coordinaron, se confabularon para elegir y lograr una Corte Suprema de Justicia y una parte del sistema judicial muy afí­n a ese partido, a ese Gobierno y a ese grupo de diputados que sin ningún recato se jactaba de su influencia, si no pregúntenselo a la diputada Anabella de León o al ex magistrado José Quezada. Por ejemplo, lograron que de la quiebra del Banco Empresarial no se diga, no se sepa y mucho menos se resuelva  o rescate los Q532 millones y buena parte se auto-prestaron los socios fundadores y sus directivos a cero interés, sin garantí­a prendaria o hipotecaria, sin que hasta la fecha se haya resuelto ese oneroso asunto.

Continuará.