Mestizas o indígenas, las mujeres en este país han tenido una historia en común: la resistencia, en diferentes tiempos y contextos, han hecho escudo frente a innumerables formas de violencia.
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La etapa del conflicto armado interno fue, quizá, la máxima expresión de la violencia sistematizada en contra de las mujeres, en especial de las mujeres mayas, ya que centenares fueron usadas como Âbotín de guerraÂh, y víctimas de más vejámenes.
Además, no es extraño que la mayoría de sobrevivientes que reclaman justicia por la violación a los derechos humanos durante ese tiempo, sean mujeres.
Sin embargo, lo que al principio era una resistencia frente a una política de Estado, ejecutada por las fuerzas militares y paramilitares, se transformó en una manera de enfrentar a una sociedad, lo cual las impulsa a organizarse para conseguir una mayor fortaleza y lograr su cometido: ejercer su ciudadanía y luchar por la justicia.
Sobrevivientes
ÂgConozco el caso de una señora a quien mantuvieron en una especie de arresto domiciliario en el área Ixil; en su propia casa no podía hacer nada sin permiso de los patrulleros. Era la única forma en que pudo sobrevivir luego que mataron a su esposo e hijo, narró María Eugenia Díaz del Sector de Mujeres.
«Muchas quedaron viudas en sus propias comunidades, y muchas de ellas fueron atacadas en su propia comunidad, otras violadas por los patrulleros de autodefensa civilÂh, dijo.
Hubo mujeres que resistieron torturas, violaciones por grupos de soldados. Se conocen testimonios de mujeres que fueron detenidas por miembros del Ejército, y las trasladaban a los cuarteles para satisfacer sus necesidades: para que trabajaran haciendo comida, pero también eran usadas como objetos sexualesÂh, narró Díaz.
También existieron las mujeres refugiadas, las que se movilizaron a las zonas marginales, huyendo de las masacres y que lograron resistir en las condiciones terribles de la ciudad, ya que desconocían el idioma y carecían de una comunidad que las apoyara.
«Muchas de las mujeres retornadas tuvieron que resistir en sus comunidades, no solo frente al Estado, porque cuando volvieron venían organizadas, pero en sus comunidades ya no les permitían participar y que se organizarseÂh, anotó la entrevistada.
Clave para la resistencia
Rosalina Tuyuc, mujer maya-kakchiquel, fundadora de la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua), estima que para una sola persona no es posible vencer el miedo, el temor, la angustia y los obstáculos que se encuentra en el caminoÂg.
La lideresa considera que la organización fue muy importante para que las mujeres pudieran resistir. Las mujeres nos hemos ayudado generacionalmente, entre abuelas, mamás, nietas o bisnietas. Eso ha sido importanteÂh, aseguró.
Durante la guerra, las primeras formas de organización de mujeres se tradujeron en la creación de las Comunidades de Población en Resistencia (CPR).
Empero, Díaz reconoce que éstas, estaban coordinándose desde antes, en organizaciones indígenas y campesinas como el Comité de Unidad Campesina (CUC), que desde entonces estuvo conformado por muchas trabajadoras de la tierra.
«Esas líneas de organización no se perdieron, se recuperaron después del conflicto. De echo, ese fue el germen de organizaciones como Conavigua, Gam, Famdegua, donde iban tomando forman la organización de las que se fueron juntando poco a pocoÂh, contó Díaz.
Durante los últimos años del conflicto, se fueron organizando agrupaciones de carácter político, como el Sector de Mujeres, el cual participó en la Asamblea de la Sociedad Civil y en la discusión de los Acuerdos de Paz.
«Esa es una línea de las necesidades de resistirÂh, advirtió Díaz.
Por el respeto
A criterio de la coordinadora de Conavigua, este sector de la población continúa en una resistencia constante. Ella se refiere a las mujeres mayas que resisten al racismo y discriminación estructural, aunque ya no en un contexto de guerra armada.
«Hay muchas expresiones de racismo y discriminación, por lo que la lucha debe ser a todo nivel, para conseguir el respeto y ser parte de la ciudadaníaÂh, concluyó.
Rosalina estima que las mujeres indígenas deben resistir, sobre todo, a no dejar morir su cultura y a buscar la justicia.
«La mayoría de mujeres aspira a tener justicia. No hemos escuchado que alguna diga que quiere olvidarÂh, puntualizó.
«Seguiré luchando»
Nazaria Tum Sanic, nació en 1957, en la aldea Xolcuay, municipio de Chajul, en el departamento de Quiché.
En 1976, su padre, Juan Tum Tui, líder comunitario y catequista, fue secuestrado junto a 250 personas. Desde ese momento ella y su familia comienzan una larga historia de persecución. En 1982, cuando se inicia la política de tierra arrasada, Nazaria es separada de su familia y de sus tres hijos. Desde esa fecha, hasta inicios de 1990 estuvo desplazada y refugiada bajo las montañas del norte del departamento de Quiché.
En compañía de centenares de familias, se convirtió en fundadora de las Comunidades de Población en Resistencia (CPR) de la Sierra, cuya organización fue usada como mecanismos de sobrevivencia y para defenderse de la tierra arrasada y el genocidio del cual sus comunidades fueron objeto.
«Para mí, la resistencia fue una escuela, (…) Pienso que mi mayor contribución es mi esfuerzo, mi participación permanente y consciente. En lo personal seguiré luchando en esto», aseguró la mujer de 51 años.
* Extraído del libro «Tejedoras de Paz», testimonio de mujeres en Guatemala.
Rosalina Tuyuc,
Conavigua
María Eugenia Díaz,
Sector Mujeres