La eterna lucha de las mujeres


Las mujeres indí­genas siguen resistiendo el racismo y la discriminación estructural.

Mestizas o indí­genas, las mujeres en este paí­s han tenido una historia en común: la resistencia, en diferentes tiempos y contextos, han hecho escudo frente a innumerables formas de violencia.

Ligia Flores
lahora@lahora.com.gt

La etapa del conflicto armado interno fue, quizá, la máxima expresión de la violencia sistematizada en contra de las mujeres, en especial de las mujeres mayas, ya que centenares fueron usadas como botí­n de guerrah, y ví­ctimas de más vejámenes.

Además, no es extraño que la mayorí­a de sobrevivientes que reclaman justicia por la violación a los derechos humanos durante ese tiempo, sean mujeres.

Sin embargo, lo que al principio era una resistencia frente a una polí­tica de Estado, ejecutada por las fuerzas militares y paramilitares, se transformó en una manera de enfrentar a una sociedad, lo cual las impulsa a organizarse para conseguir una mayor fortaleza y lograr su cometido: ejercer su ciudadaní­a y luchar por la justicia.

Sobrevivientes

gConozco el caso de una señora a quien mantuvieron en una especie de arresto domiciliario en el área Ixil; en su propia casa no podí­a hacer nada sin permiso de los patrulleros. Era la única forma en que pudo sobrevivir luego que mataron a su esposo e hijo, narró Marí­a Eugenia Dí­az del Sector de Mujeres.

«Muchas quedaron viudas en sus propias comunidades, y muchas de ellas fueron atacadas en su propia comunidad, otras violadas por los patrulleros de autodefensa civilh, dijo.

Hubo mujeres que resistieron torturas, violaciones por grupos de soldados. Se conocen testimonios de mujeres que fueron detenidas por miembros del Ejército, y las trasladaban a los cuarteles para satisfacer sus necesidades: para que trabajaran haciendo comida, pero también eran usadas como objetos sexualesh, narró Dí­az.

También existieron las mujeres refugiadas, las que se movilizaron a las zonas marginales, huyendo de las masacres y que lograron resistir en las condiciones terribles de la ciudad, ya que desconocí­an el idioma y carecí­an de una comunidad que las apoyara.

«Muchas de las mujeres retornadas tuvieron que resistir en sus comunidades, no solo frente al Estado, porque cuando volvieron vení­an organizadas, pero en sus comunidades ya no les permití­an participar y que se organizarseh, anotó la entrevistada.

Clave para la resistencia

Rosalina Tuyuc, mujer maya-kakchiquel, fundadora de la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua), estima que para una sola persona no es posible vencer el miedo, el temor, la angustia y los obstáculos que se encuentra en el caminog.

La lideresa considera que la organización fue muy importante para que las mujeres pudieran resistir. Las mujeres nos hemos ayudado generacionalmente, entre abuelas, mamás, nietas o bisnietas. Eso ha sido importanteh, aseguró.

Durante la guerra, las primeras formas de organización de mujeres se tradujeron en la creación de las Comunidades de Población en Resistencia (CPR).

Empero, Dí­az reconoce que éstas, estaban coordinándose desde antes, en organizaciones indí­genas y campesinas como el Comité de Unidad Campesina (CUC), que desde entonces estuvo conformado por muchas trabajadoras de la tierra.

«Esas lí­neas de organización no se perdieron, se recuperaron después del conflicto. De echo, ese fue el germen de organizaciones como Conavigua, Gam, Famdegua, donde iban tomando forman la organización de las que se fueron juntando poco a pocoh, contó Dí­az.

Durante los últimos años del conflicto, se fueron organizando agrupaciones de carácter polí­tico, como el Sector de Mujeres, el cual participó en la Asamblea de la Sociedad Civil y en la discusión de los Acuerdos de Paz.

«Esa es una lí­nea de las necesidades de resistirh, advirtió Dí­az.

Por el respeto

A criterio de la coordinadora de Conavigua, este sector de la población continúa en una resistencia constante. Ella se refiere a las mujeres mayas que resisten al racismo y discriminación estructural, aunque ya no en un contexto de guerra armada.

«Hay muchas expresiones de racismo y discriminación, por lo que la lucha debe ser a todo nivel, para conseguir el respeto y ser parte de la ciudadaní­ah, concluyó.

Rosalina estima que las mujeres indí­genas deben resistir, sobre todo, a no dejar morir su cultura y a buscar la justicia.

«La mayorí­a de mujeres aspira a tener justicia. No hemos escuchado que alguna diga que quiere olvidarh, puntualizó.

TESTIMONIO


«Seguiré luchando»

Nazaria Tum Sanic, nació en 1957, en la aldea Xolcuay, municipio de Chajul, en el departamento de Quiché.

En 1976, su padre, Juan Tum Tui, lí­der comunitario y catequista, fue secuestrado junto a 250 personas. Desde ese momento ella y su familia comienzan una larga historia de persecución. En 1982, cuando se inicia la polí­tica de tierra arrasada, Nazaria es separada de su familia y de sus tres hijos. Desde esa fecha, hasta inicios de 1990 estuvo desplazada y refugiada bajo las montañas del norte del departamento de Quiché.

En compañí­a de centenares de familias, se convirtió en fundadora de las Comunidades de Población en Resistencia (CPR) de la Sierra, cuya organización fue usada como mecanismos de sobrevivencia y para defenderse de la tierra arrasada y el genocidio del cual sus comunidades fueron objeto.

«Para mí­, la resistencia fue una escuela, (…) Pienso que mi mayor contribución es mi esfuerzo, mi participación permanente y consciente. En lo personal seguiré luchando en esto», aseguró la mujer de 51 años.

* Extraí­do del libro «Tejedoras de Paz», testimonio de mujeres en Guatemala.

«Hay muchas expresiones de racismo y discriminación, por lo que la lucha debe ser a todo nivel, para conseguir el respeto y ser parte de la ciudadaní­a»

Rosalina Tuyuc,

Conavigua

«Muchas quedaron viudas en sus propias comunidades, y muchas de ellas fueron atacadas en su propia comunidad, otras violadas por los patrulleros de autodefensa civil»

Marí­a Eugenia Dí­az,

Sector Mujeres