La esfera pública


Septiembre es el mes de los festejos públicos. Las escuelas celebran y los jóvenes desfilan por las calles y carreteras con antorchas y colas de ruidosos automóviles.

Marco Tulio Cajas L.

Hay algo en el ambiente que hace de septiembre quizás no el más bonito del año pero sí­ el que se tiñe de civismo envuelto en azul y blanco. Y eso es de celebrar y congratularnos porque las miradas se ponen en algo que nos une y emociona.

Creo también que para los ciudadanos guatemaltecos septiembre deberí­a ser el mes de la reflexión sobre lo que significan los intereses y los espacios públicos.

En este sentido, nos conviene retomar el concepto de la esfera pública, algo que la ciencia polí­tica ha debatido por siglos.

¿Qué es la esfera pública? El concepto viene de muy lejos en el tiempo y habrí­a que remontarse a los griegos y terminar con Habermas y el debate que hoy transcurre en los centros de pensamiento del mundo entero para precisar lo que debemos entender por «público».

La esfera pública y la esfera privada son estudiadas por Hannah Arendt, en su libro: «La condición humana». Para Arendt, estos conceptos derivan de la capacidad del hombre para pensar y actuar. La esfera pública se relaciona con la polí­tica por lo que puede hablarse de una esfera público-polí­tica mientras que la esfera privada tiene que ver con la asociación de un hogar, de una familia o del mercado.

Los griegos argumentaban que la esfera del mercado (privada) era una esfera donde el hombre se encontraba sometido, en cambio la esfera de la polí­tica (pública) era una esfera donde el hombre ejercí­a su libertad.

En otras palabras la esfera público-polí­tica permití­a a todos los ciudadanos ser vistos y oí­dos por todos, es decir obtener la más amplia publicidad para un hecho visible desde todas las perspectivas posibles.

La esfera pública-polí­tica era el lugar donde los hombres podí­an mostrar que eran únicos y distintos a través del discurso y la acción. Aquí­ ellos encontraban el recinto donde podí­an revelar quienes eran. La esfera pública era el sitio donde todo individuo tení­a que distinguirse constantemente de los demás, demostrar con acciones únicas o logros que era el mejor.

En cambio, la esfera privada era regida por la necesidad. En ella, los hombres encontraban un lugar propio en el mundo, donde lo que necesitaba ocultarse permanecí­a oculto. Pero estaban privados de la presencia de los demás. Sobre todo significaba estar privado de las más elevadas y humanas capacidades, que son el discurso y la acción.

Mucho se ha dicho en nuestro medio a favor del resguardo de la esfera privada de los ciudadanos y eso está bien. Pero quizás las angustias existenciales de la seguridad ciudadana, el estancamiento económico y la crisis de salud pública deberí­an incentivarnos a considerar también la trascendencia que tiene la esfera pública. Si no nos ocupamos de la esfera pública nada de lo que queramos alcanzar en la esfera privada será posible.

Por lo que hay que poner en septiembre a la par de las banderas el imperativo de pensar y actuar en lo público. Ese espacio al que todos deberí­amos acceder para participar y ejercer la maravillosa capacidad humana de cambiar el mundo. Septiembre puede ser también el mes de la esfera pública.