La enfermedad del poder


Eduardo_Villatoro

El otro día compartía con mis contados lectores que durante alrededor de medio siglo de dedicarme al periodismo he visto desfilar a centenares de funcionarios públicos, de todos los escalafones e instancias que al paso del tiempo o a los pocos días posteriores al cesar en sus cargos, se les cayeron las plumas de avestruz o se desplomaron de las alturas donde habían elevado su soberbia y vanidad, rivalizando con la Torre del Reformador o el volcán de Tajumulco; aunque, por supuesto, también relucen las excepciones de la regla.

Eduardo Villatoro


Este comportamiento, empero, no es exclusivo de hombres y mujeres ocupando posiciones en las estructuras del Estado, porque también sucede en otros escenarios. Como miembro de tres organizaciones gremiales, yo he podido observar esa conducta de colegas o compañeros que habiendo sido elegidos a un modesto cargo en el consejo o junta directiva para un corto período de uno o dos años, súbitamente su ego se infla como globo de feria, sin comprender que sus posiciones son efímeras, irrelevantes, limitadas, cual sus entendimientos.

Recientemente mi amiga Mayra me envió un mensaje que posiblemente usted ya lo leyó, pero si no ha sido así, lo comparto. Se titula el “Mal de Hybris” (Desmesura), que podría tratarse de un trastorno patológico que se aplicaba en Grecia al héroe que lograba la fama y se comportaba como divinidad.
 
En un libro escrito por el neurólogo David Owen analiza el proceder de líderes políticos, señalando que “El poder intoxica tanto que termina afectando el juicio de los dirigentes”. El psiquiatra Manuel Franco, por su parte, al referirse al mismo fenómeno indica que una persona más o menos normal que participa en política y alcanza el poder o un cargo importante, inicialmente tiene dudas de su capacidad; pero sus incondicionales lo halagan y pronto se transforma.
 
Ingresa en la “ideación megalomaníaca”, puesto que se considera insustituible, plantea estrategias de obras faraónicas y aborda cualquier tema que desconoce. Tras un tiempo en el poder al afectado por este mal, padece lo que se llama “desarrollo paranoide”. Cualquiera que se le opone o critica es un enemigo personal. Puede llegar a la “paranoia o trastorno delirante”, al sospechar de todos los que no compartan sus ideas, hasta aislarse de la realidad.

Deja de escuchar, se vuelve imprudente, toma decisiones sin consultar a nadie y no reconoce su error. Se siente llamado por el destino a realizar grandes hazañas. Estos síntomas se le observan hasta que cesa en sus funciones. O pierde las elecciones si es finalista candidato presidencial, por ejemplo. Entonces viene el porrazo y se desarrolla un cuadro depresivo ante circunstancias que no puede comprender. El doctor Franco asevera que es difícil evitar esta afección porque quien la padece no tiene conciencia de ello.

Entre otros síntomas de quien padece “Mal de Hybris” destaca un enfoque personal exagerado; agitación, imprudencia e impulsividad. Se rodea de funcionarios mediocres; el rival debe ser desactivado por cualquier medio; construye una red de espías para controlar a sus oponentes y aún a los de su propio partido o círculo que lo rodea. Termina cayendo en la trampa que él mismo urdió.
 
(El psiquiatra Romualdo Tishudo cita al prócer argentino general José de San Martín, libertador sudamericano: -La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres e infelices mortales que se encuentran de pronto con una miserable y perecedera cuota de poder).