Guatemala mantuvo su línea coherente al afirmar que no reconocerá la elección en Honduras porque no se restituyó a Zelaya en la Presidencia. Sin embargo, debemos decir que la legitimidad de ese proceso electoral estará marcada por el nivel de participación de los ciudadanos del hermano país y que dependerá del abstencionismo que pueda darse el que al final de cuentas la comunidad internacional reconozca o deje de reconocer al gobierno que resulte.
Obviamente no se puede en este momento avalar el resultado electoral que puede verse deslegitimado si la mayoría de la población no participa y no acude a las urnas. Pero tampoco podrá mantenerse una actitud de rechazo al ejercicio político de los hondureños si resulta que hay una participación que se mantiene dentro de los rangos históricos de abstencionismo.
En otras palabras, sostenemos que la clave de todo estará en la actitud que muestren los hondureños porque no hay mejor ejercicio democrático ni mejor encuesta que una elección en toda forma. Y más que ver quién gana los comicios, lo que en este momento resulta crucial es medir el nivel de participación de los hondureños, entendiendo que si acuden tal y como lo han hecho anteriormente o en mayor medida, están avalando un proceso que pondría punto final a la crisis, aunque muchos países cuestionen la elección.
Si, por el contrario, resulta que deciden no acudir a las urnas y de esa manera no avalar la situación actual y poner en entredicho la legitimidad del candidato que resulte electo, de nada servirá el apoyo que puedan brindar países como Estados Unidos y Panamá porque internamente el proceso se evidenciará viciado.
De esa cuenta, los hondureños que respaldan a Zelaya deberán ser firmes en su postura de boicot al proceso, mientras que los que están de acuerdo con su remoción tienen la oportunidad de expresarlo por una vía incuestionable y que dará luz verde al producto de la elección.
Guatemala y los países que rechazan las elecciones por la decisión de las autoridades de facto hondureñas de no reinstalar en su puesto a Zelaya tienen toda la razón de actuar así y ello guarda coherencia con su postura inicial de repudio al golpe. No es bueno en política jugar con posturas que tienen que ver con principios. Pero tampoco se puede dar la espalda a la realidad y si resulta que los hondureños acuden a las urnas y convalidan el proceso, sería ir contra la corriente natural negarle reconocimiento al gobierno que pueda resultar, de la misma manera que sería absurdo avalar una elección caracterizada por una raquítica participación popular.