La eficiencia del transporte público


Oscar-Clemente-Marroquin

Mientras más grandes son las ciudades y más problemas de tránsito presentan, mayor es la necesidad de un eficiente sistema de transporte público. Siempre me ha maravillado la forma en que el sistema de transporte colectivo funciona en una ciudad como Nueva York, donde la combinación de taxis, metro y buses le permite a uno desplazarse por todos lados sin ninguna dificultad aun en lo más complicado de las horas pico.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


La semana pasada estuve en Chicago por motivos de trabajo y algunas personas que conocen bien la ciudad me aconsejaron no alquilar automóvil porque en muchos sentidos, especialmente en el parqueo, se parecía mucho a Nueva York. Y el consejo resultó extraordinariamente valioso, puesto que una noche de parqueo le puede costar a uno cincuenta dólares, mientras que un ticket de siete días para uso ilimitado del metro y de la enorme red de autobuses vale 23 dólares.
 
 El sistema de transporte de la ciudad es impresionante porque moviliza a millones de personas a lo largo de una muy extensa red que cubre toda el área metropolitana y descongestiona las calles, avenidas y autopistas que, sin esa contribución del transporte público, hubieran ya colapsado porque es imposible mantener vías expeditas para movilizar a tal cantidad de personas.
 
 Chicago tiene fama de ser una de las ciudades de Estados Unidos donde la corrupción ha campeado desde hace muchos años, pero respecto al tema del transporte público y la forma en que opera no puede uno sino expresar admiración. Cualquier persona con algún teléfono moderno puede ver por medio de una muy eficiente página de Internet en cuánto tiempo llegará el siguiente bus o el siguiente tren del metro para emprender su viaje. Realmente se ve que la tecnología la han utilizado para el servicio de la población que, se puede comprobar, hace uso de ella para lograr mayor eficiencia.
 
 Todas las unidades se encuentran en buen estado, limpias y seguras, lo cual ya es mucho decir cuando pensamos en nuestro propio sistema de transporte. No hay un diseño de vías exclusivas para el servicio público, como ocurre en Guatemala, pero la forma ordenada y eficiente en que se moviliza el tráfico y la presencia de agentes que en los cruceros se encargan de impedir que los autos queden a media calle cuando un semáforo se pone en rojo, da enorme fluidez al tránsito.
 
 Se nota, por supuesto, que en la empresa estatal de la Autoridad del Tránsito en Chicago no tienen los cargos de dirección los cuates del alcalde ni sus parientes. Se trata de técnicos bien especializados que con abundante conocimiento de la materia administran una compleja red que tiene sus cimientos en el diseño, hace muchas décadas, del sistema subterráneo y de pasos elevados de trenes que movilizan a cientos de miles de personas y que se nutren y desfogan con una extensa red de buses con los que operan los trasbordos de manera muy eficiente.
 
 Veintitrés dólares por siete días puede parecer una suma elevada, pero para los que viven en Chicago la cantidad mensual que tienen que usar es comparativamente más baja y ello les permite hacer la cantidad de trasbordos y de viajes que sean necesarios para llegar a su destino, lo que evidencia que una empresa pública, bien administrada y encomendada a técnicos y no a los parientes y amigotes de los funcionarios, puede operar con eficiencia. Las ciudades de Estados Unidos y muchas de las de Europa tienen sistemas públicos de transporte que operan bien mientras que Guatemala, concesionando el transporte a un grupo de traficantes de influencias, mantiene a la población en una situación más que lamentable.