Los guatemaltecos llevamos tiempo de escuchar señalamientos, calificativos y gruesas inculpaciones entre el sector magisterial y el gubernativo sin que al final se haya podido llegar a un arreglo definitivo, mucho menos ver con optimismo su futuro. ¿Es que las partes en conflicto no se dan cuenta que a la gran mayoría de la población no la engañan de que en el fondo del actual problema, el que se dice estar dilucidando, solo haya un conflicto de intereses? De ahí que la mediación del Señor Arzobispo, si es que la aceptan, debiera empezar por pedirles seriedad a las partes, es decir, que el problema no va a tener solución de continuar la politiquería de siempre; los empinamientos estériles o solo andar en busca de privilegios personales o políticos. No, señoras y señores el problema es ¡mucho más grande!
Ahora y no mañana, debieran estar platicando sobre las soluciones al problema de la educación a largo plazo, porque está a la vista que lleva mucho tiempo preparar y capacitar eficazmente. De ahí que a cualquiera que tenga dos dedos de frente nos resulta chocante, por no decir repugnante, que los líderes magisteriales y sus asesores sigan acudiendo a la altanería, insulto, amenaza o coacción, incluso contra reporteros de uno o más medios de comunicación social, quienes están obligados a llegar al fondo de la noticia, de tal manera que la opinión pública sea informada completamente para sacar sus propias conclusiones para saber si todos los maestros cumplen con sus deberes a cambio de recibir sus remuneraciones y prestaciones, como cualquier otro privilegio, como que sea el mismo Presidente u otro funcionario público, el que vaya a seguir utilizando el conflicto para satisfacer las nunca ausentes ambiciones de protagonismo o la misma desmedida propaganda política que ya nos tiene hasta el copete.
Es por ello, que hasta el más convencido de la necesidad de remunerar debidamente el trabajo del gremio magisterial, dentro de los cánones de justicia y equidad, nos asombre comprobar que lo que menos preocupa es el porvenir de los educandos, sino la simple satisfacción de intereses o ¿alguien podrá estar de acuerdo en utilizar 35 millones de quetzales de los fondos públicos, que no salen de otra parte sino de los bolsillos de los contribuyentes, para sufragar el costo de la negociación de un pacto colectivo?; ¿alguien, que diga luchar porque se satisfagan los costos y gastos de elevar los índices de calidad de la educación que recibirán los ciudadanos del mañana, se utilicen muchos millones de quetzales más para sufragar la compra y mantenimiento de diez carros para que los sindicalistas vayan a seguir agitando el cotarro eternamente? Por falta de seriedad y tantas cosas más, es que seguimos vistiendo trapos de cucaracha.